Por: David Chávez Camacho
Autlán, Jalisco; 24 de junio de 2019. (Letra Fría) Las noticias relevantes, todos los días, desde hace años, en México y en Jalisco, tienen que ver con la inseguridad. Y aunque suene tremendista, es de sentido común afirmar que después de tanta inseguridad nada más es viable, sino difícil.
Este viernes, 21 de junio, fue de balaceras en la Zona Metropolitana de Guadalajara, y no es que se filme películas, se trata de nuestra realidad. Recuerdo la canción del español Joaquín Sabina: “Hoy amor, igual que ayer, como siempre, la radio no hablaba de ti, ni de mí…”
Luego de los cuatro enfrentamientos, con balaceras que duraron horas, como fue el caso de la ocurrida en el coto habitacional El Edén, en Tlajomulco, se denunció la difusión por redes sociales de “fake news” –noticias falsas, pues-.
Una de tales “noticias falsas” refería el bloqueo de un túnel vehicular por la avenida López Mateos, entre los fraccionamientos Bugambilias y El Palomar. Lo fueron, falsas, en referencia a lo ocurrido por las calles, en un sentido periodístico, pero resultan ser muy certeras en relación con el miedo que se siente, convertido en pánico.
Los comunes, los que no somos ni gobierno ni delincuencia organizada (o desorganizada), vivimos en incertidumbre, y no se ve que nadie, ningún gobernante de ningún orden de gobierno, aporte alguna vía –ni siquiera un discurso- hacia una situación de normalidad, entendiéndose que aún se puede pensar en lo normal como una condición de convivencia pacífica, legal.
Lo que tenemos son gobernantes que desde el gobierno hacen política partidista o personalista.
Por supuesto, de la delincuencia nada se debe esperar, aunque haya localidades en las que se les tiene como héroes populares o proveedores de lo que los gobiernos omiten. Quizá lo sean, pues cada quien tiene sus héroes y existe hoy una confusión de valores terrible, pero es impensable que de la delincuencia se pueda esperar un proyecto social o cosa por el estilo. Es obvio, ¿no? Espero que así lo sea, obvio de toda obviedad.
Los gobiernos actuales comunican emociones, sus emociones, pero no razones.
La comunicación se ha roto, fue baleada. La utopía -descontando que todas las utopías no pasan de ser bromas, igual la de Platón que la de Tomás Moro-, ha sido reducida a ciclovía, a parquecito, a gimnasio en el medio de las avenidas, es decir, a decoración y escenario para pasear como si no ocurriera nada, como si la pobreza y las balas fuesen virtuales.
Nos queda, quizá, posible, la microutopía, entre familiares, entre vecinos, y es en ello en lo que las autoridades locales y los ciudadanos que convivimos podríamos mejorar la situación.
La microutopía se acerca más a la autogestión. Y es en pequeñas poblaciones y en ciudades medias donde tal organización y tal acción resultan posibles.
Quizás, quizás, quizás.
MA