Por: David Chávez Camacho
Autlán, Jalisco. 13 de mayo de 2019. (Letra Fría) Vicente Fernández no tiene ni tendrá la calidad interpretativa de Jorge Negrete, de Javier Solís o de Pedro Infante. Refiero al cantante. No es sólo cuestión de gustos. Pero esta columna no trata de espectáculos.
El asunto es que Negrete, Infante y Solís murieron jóvenes, si se recuerda.
Fernández ha vivido muchos más años, gracias a los adelantos médicos. Pero es una lástima que no recibiese un trasplante de cerebro, pues Chente se dio el lujo bobo de declarar que rechazó uno de hígado porque ignoraba si tal órgano había pertenecido a un homosexual o a un drogadicto.
Se podría pensar que Vicente Fernández es ignorante y no sería la primera vez, de su ignorancia ya se sabe desde hace décadas. Pero es de sentido común saber de la valía de la donación de órganos, así que, si fuese por conocimientos, la afirmación del sobrevalorado artista de industria cultural no sería la de un ignorante, sino la de un hombre que declara con demasiado facilismo, para decirlo muy amablemente. Hizo tal declaración porque cree que puede afirmar lo que le venga en gana, que de veras su palabra es la ley. La declaración de Chente se debe a su soberbia.
Hay tanta confusión de valores en nuestra época, que el hijo de Chente, Vicente Fernández Jr., creyó necesario aclarar que su padre no es homófobo, pero no observó la necesidad de disculparle ante los familiares de donantes, ante la memoria de los donantes mismos, y ante los médicos y profesionistas de todo tipo que han trabajado a lo largo de décadas en la promoción de la donación de órganos, labor difícil frente a prejuicios de todo tipo, incluso religiosos.
Vale recordar lo dicho por el doctor Federico Ortiz Quezada, quien en 1963 encabezó el primer trasplante de riñón en México, junto con los médicos Manuel Quijano y Gilberto Flores. Fue en el Hospital General del Centro Médico Nacional del IMSS. Lo realizaron sin autorización gubernamental. ¿Por qué? Porque en aquel entonces se temía a la reacción de quienes por motivos religiosos rechazaban dichas intervenciones. Aunque usted no lo crea.
Ya se ha señalado que vivimos en la Civilización del Espectáculo, es decir, en la degradación cultural. Por ello, la industria del entretenimiento fabrica candidatos y gobernantes, a lo Gaviota y Peña Nieto, y por ello un cantante de alcoholismos vernáculos y amoríos neuróticos como Vicente Fernández se toma la confianza de despreciar la humildad y el respeto a lo que desconoce. En nuestra época se confunde rating con valía y venta de boletos, con calidad.
Don Vicente ya debió haberse disculpado. Ya se le hizo tarde.