Por: Maricela Páez Gutiérrez
Guadalajara, Jalisco. 27 de junio de 2018. (Letra Fría).- El proceso electoral que vivimos de cara a los comicios del 1 de julio nos ha mostrado una vez más que la clase política de nuestro país, carece de virtud, de mérito, de dignidad política y trae consigo grandes vacíos para el ejercicio del gobierno.
Algunos sin formación académica, otros, con dudosa calidad moral, algunos más, sin antecedentes en el servicio comunitario ni el servicio público, sin causa social en mano, con deudas legales sin aclarar y sin saldar, se presentan a los comicios para decirnos que a nuestros candidatos y futuros representantes les queda grande el cargo.
Los talentos ciudadanos que debemos tener en nuestras comunidades y ciudades, en nuestro país, una vez más están agazapados, no les interesa la política, no les interesan los asuntos públicos y desde la barrera observan cómo el futuro de las nuevas generaciones está en manos de personas incompetentes que hacen de la política el pretexto para la mentira, para la promesa simplona, fácil, para hacer valer el dicho popular “al pueblo pan y circo” y aquí estamos en medio de fuegos cruzados de política barata que ofrece limosnas a una sociedad que tiene derechos.
Se nos olvida que el trabajo político, que el servicio público demanda como principio dignidad ciudadana, legitimidad social porque nadie puede gobernar desde la ignorancia, la incompetencia, mucho menos desde una dudosa calidad moral porque un representante del pueblo debe tener un liderazgo poderoso, que convoque, fruto de sus recorridos, de su propio comportamiento público, del trabajo constante y transparente que invite a pensar en el desarrollo, el trabajo, la generación de la riqueza y la legalidad.
Si observamos nuestras opciones de candidatos no encontraremos liderazgos positivos, el ejemplo de los presidenciables nos muestran carencias insalvables; un Andrés Manuel con mínima preparación académica, de promesas fáciles, de engaños constantes a la ciudadanía donde prevalece el encono en su discurso la incongruencia de haber sido parte de la mafia en el poder; Mead, el más preparado sin duda, pero con una trayectoria de funcionario público al servicio de un gobierno tan nefasto como el de Enrique Peña Nieto; Anaya, un joven sin experiencia, sin antecedentes en cargos de elección popular, sin el ejercicio de gobierno y con un señalamiento por lavado de dinero que no acaba de aclarar. ¿Por quién vamos a votar?
Ya lo hemos dicho, votaremos por el menos malo, como si lo mereciéramos, como si el país, nuestra ciudad, nuestro pueblo estuviera para lo mínimo, para las migajas ciudadanas que representan nuestros candidatos.
¿Hasta cuándo? Hasta que la ciudadanía despierte y reconozca que el futuro no se regala, se construye, que no hay política ni democracia posible con la apatía de las personas, que no hay anhelo que pueda sembrarse sin que nos impliquemos, sin que nos hagamos cargo de los temas de interés público y hagamos de la política un asunto de todos.
AJEM