Por: Lourdes Cano Vázquez
Guadalajara, Jalisco; 21 de agosto de 2019. (Letra Fría) Hace varios años cuando tenía un trabajo que me exigía notificar a varias personas en su domicilio, por lo que tenía horarios complicados; recuerdo en especial una noche en que tenía que ir al domicilio más lejano de mi área de trabajo, a las 10 de la noche. Mientras tocaba la puerta vi que un hombre se paró en la acera de enfrente bajo la única luminaria de la calle, no había nadie más.
Toqué varias veces a la puerta, pero nadie me atendió, el tipo empezó a caminar hacia mí, yo tuve que caminar rápido hasta que encontré un grupo de personas más adelante, el hombre que me persiguió me decía algo que yo nunca logré entender, se reía eso sí recuerdo; me asusté mucho, pero llegué a mi casa esa noche.
Desde entonces al día de hoy, se cuentan por miles las niñas, adolescentes y mujeres que no llegaron a su casa, las he recordado en diferentes ocasiones en este espacio, despedazadas en canales, tiradas en terrenos baldíos, violadas por sus padrastros, por el taxista que las llevaría a su casa, por un vecino que las vio jugar a unos metros de su casa.
No sé exactamente cuál es la solución a semejantes aberraciones, lo cierto es que las mujeres mueren en este país víctimas del machismo, mueren en condiciones muy distintas a las que mueren los hombres con violencia, que la rabia y la impotencia son total y absolutamente comprensibles.
La violación no es un acto sexual como tal, es un acto primitivo, de dominación y poder; no importa tu complexión, no importa la ropa que traigas, no importa tu edad, si un agresor ve la oportunidad, va a agredir. Que no se olvide que esa mentalidad es la que está derramando la sangre de niñas y mujeres, que no se olvide aquí cuál es el bien jurídico a proteger.
Las marcas de pintura estarán limpias en un día o dos, pero ninguna de ellas va regresar viva, muchas familias ni siquiera van a saber dónde están, mucho menos sabrán quién fue. Si una de ellas fuera yo, o una hija o mi madre, no sé qué rompería, qué incendiaría si nadie me escuchara, nadie me creyera y nadie hiciera justicia, pero que rabia si alguien me dijera que esas no son formas, que lo debo de pedir por favor, peor, que los que me deben proteger sean mis agresores o me digan provocadora y en su egolatría, piensen que quiero boicotear su gobierno con mis consignas.
No sé, a mí me parece que este movimiento empieza a tomar fuerza a partir de este momento, a partir de que se dejó de pedir permiso y pedir por favor; el vandalismo no le quita legitimidad porque la vida, la dignidad y la integridad son mucho más importantes que cualquier cosa.
MA/MA
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