Por: Lourdes Cano Vázquez.
Guadalajara, Jalisco. 25 de abril 2018. (Letra Fría). – Duele porque es real y porque está más cerca que nunca. Tenemos más de diez años conviviendo con esta violencia brutal y aunque pareciera que nos acostumbramos a ella, no es así. Morir torturado para después terminar desintegrado en un recipiente repleto de ácido es justo la imagen que describe nuestra degradación social; nulo respeto a la vida, a la dignidad de las personas, ningún grado de empatía con el otro, con el dolor de sus familias, a cambio solo hay sangre fría.
La muerte de Javier, Daniel y Marco es probablemente la herida más profunda que hayamos recibido los jaliscienses, al mismo tiempo, nos termina de abrir los ojos ante la dura realidad que tiene tantos años cerca y nos dice que no importa si eres un ciudadano de a pie, que estudia o trabaja, que jamás haya tenido contacto con drogas, narco, crimen, puedes un día estar en el momento o lugar equivocados y terminar engrosando las terribles estadísticas del crimen.
Y precisamente algo que si se nos vuelve cotidiano es, como sucede muchas veces con casos de violencia de género, culpar a las víctimas por lo que les ha sucedido; aunque la expresión exista, no debe haber lugares o momentos equivocados, ni la salida fácil de suponer que si está muerto es porque de alguna manera estuvo involucrado con los criminales.
Y aunque hoy nos encontremos en medio de ese derramamiento de sangre, lo que nos tiene que mantener a flote es la indignación y el reclamo constante; no permitir que la brutalidad nos haga insensibles o ciegos a la tragedia, alzar siempre la voz, sin miedo, porque el día que dejemos de hacer todo eso, quiere decir que lo habremos aceptado.
