Rieleras y juanes la crisis del periodismo puede ser superada por las formas de hacerlo. Reinventar las maneras de informar fue la apuesta del pasado Encuentro Internacional de Periodistas que vivimos en el marco de la Feria Internacional del Libro no sólo profesionales de lo noticioso, sino también aspirantes a ello, académicos que investigamos el campo y formadores de periodistas, así como personas que no se dedican a esto, pero les importa.
Parte de la crisis del periodismo es que son pocos los consumidores de noticias que se detienen a pensar, y por lo tanto es difícil que alcancen a comprender, lo que implica el ejercicio periodístico. Pero en una suerte de generar reciprocidad de entendimiento, se hace relevante que los periodistas también se reinventen.
Ya quedó atrás la anquilosada idea de la objetividad periodística, pues esta noción ha sido sustituida por la más honesta certeza de que los periodistas son, antes que sujetos productores de informaciones, personas que viven realidades complicadas e ideologías entrelazadas y por lo tanto saben que construyen contenidos que innegablemente se ven afectados por el ser periodista que elige temas, escribe textos, edita videos, produce audios y toma fotografías.
Las posibilidades
Esta reinvención parte entonces de un acto de humildad que se abre a las posibilidades de narrativas diversas, con el uso de tecnologías, en espacios multimedia, que busca viralizar soluciones a partir de la identificación de causas profundas sin limitarse a la descripción del conflicto y mucho menos promoviendo la polarización.
Pues en sus relatos no ha de haber un ellos, ni nosotros, sino el entendimiento humanizado de las problemáticas, más allá de las voces de poderosos caracterizada por una estridencia simplista para el beneficio de un sector, de por sí encumbrado.
En el mundo de las fake news, los clics fáciles y la desinformación rampante, la credibilidad de los periodistas constituye un poder que se apoltrona en la veracidad que genera certezas y no chismes digitales; en la humanidad y el respeto al contar historias que no exponen ni revictimizan; y en el entendimiento de que la independencia implica una lealtad única hacia el público que confía y se informa.
Esta realidad que enfrentamos no necesita noticias que dividan, sino narrativas de unidad en el marco del entendimiento, que con pasión, creatividad y audacia respetuosa de las audiencias suman a las certezas que hoy, de manera urgente, necesitamos para continuar y construir un mejor futuro.





