El máximo ejemplo es el maíz. Alimento sagrado que sin la intervención humana pudiera dejar de existir y, al mismo tiempo, humanidad dependiente del maíz que sin él dejamos de ser.
Cuando nosotros llegamos, desposeídos del sentido común, con nuestra mente cuadrada por el sometimiento a la academia podemos sentir un choque de realidad, una sacudida provocada por formas de ser, estar, habitar e interaccionar en el tiempo-espacio que transgreden nuestra rigurosa racionalidad.