Autlán, Jalisco.- Ceferina Apresa Castelar era una niña la primera vez que viajó desde su tierra natal en Guerrero para venir a El Mentidero, en Autlán, la tierra donde su familia encontró mejores oportunidades trabajando como jornaleros, ahora es una mujer, madre de familia, tiene cuatro hijos y su gran sueño es llegar a tener su casa propia, para dejar el albergue.
La familia de Ceferina supo de la existencia de Autlán por un tío que vino a trabajar, vio que había oportunidades, fue al pueblo, armó su cuadrilla y se los trajo. En varias ocasiones, ella se quedó en un internado en Guerrero mientras sus papás venían a trabajar.
“Pero luego creces, te platican tus parientes cuando vuelven a tu pueblo y te entra la tentación de venir a conocer”, dijo Ceferina.
Así fue como Ceferina conoció El Mentidero a los 9 años de edad, ella lo recordó como algo novedoso, por todas las cosas que conoció al llegar y en su pueblo no había; sin embargo llegar a un lugar nuevo también implica otros retos.
“Al llegar aquí había como que volver a empezar, porque allá están tus parientes, tú sales conoces a todo el mundo, las señoras te saludan, allá se acostumbra saludar desde el más chico hasta el más anciano y llegas aquí y dices, ¿qué hago?, tengo que hacer nueva casa, nuevos amigos, nuevo todo”, expresó Ceferina.
Ella contó que estudiaba en la primaria y en los períodos de vacaciones iba al campo a trabajar con sus papás, en el corte de chile, tomate y jitomate.
Una nueva familia y algo de adversidad
Recién habían pasado dos meses después de que Ceferina cumplió 15 años cuando se juntó.
“Eso era tradición de mi pueblo, entre más chica te juntas estabas en un buen punto dicen ellas, porque si te juntas de 18 a 20 años ya estás pasada, ya está viejita”, comparte Ceferina.
En ese momento ella empezó a formar su propia familia, conformada por tres hijas y un hijo.
“Llegas a un lugar invadiendo lo que no es tuyo, primero nos veían de una forma como nosotros ya estábamos aquí y ustedes llegaron”, dijo Ceferina recordando los momentos de discriminación y rechazo que transitaron cuando recién llegaron a establecerse a El Mentidero.
Para Ceferina con el paso de los días quedarse en El Mentidero ha sido una buena decisión.
“A mí, me ha gustado quedarme aquí porque tengo cuatro hijos, la más grande va a la universidad, la otra va a la secundaria y los dos más chicos, a la primaria y a mi se me acomodó muy bien porque por aquí pasa el transporte para la escuela, para todo, para mi trabajo”, contó.
Aprendiendo a vivir en El Mentidero
Al final después de rechazo y la discriminación vino la calma y en El Mentidero han aprendido a vivir en medio de ese crisol de culturas, usos, modos y tradiciones.
“Yo pienso que las familias de aquí ya nos aceptaron, ya nos familiarizamos, ya nos toman como algo normal y si es bonito, porque yo he visto a las más jóvenes incluso casadas con muchachos del rancho, ya no nos sentimos tan invasores, ya nos sentimos más de aquí que de Guerrero”.
En un día normal, ella se levanta entre 4 ó 5 de la mañana, prepara todo lo que tiene que llevarse y también deja preparadas las cosas para cuando sus hijas se vayan a la escuela, llega de trabajar, hace la comida, baña a los más pequeños y les da de comer. Para ella esta vida es un poco mejor que la que podría tener si viviera en su pueblo de origen.
Las mujeres de El Mentidero y la agroecología
A Ceferina -con una de sus hijas- le tocó vivir de cerca lo que ocurrió en la Telesecundaria Venustiano Carranza, para ella el trabajo realizado -por las madres de familia con el respaldo de los investigadores, en particular Humberto González Chávez, coordinador del proyecto “Reconfiguración Agroecológica, Alimentaria y de Salud para disminuir la exposición a plaguicidas de los niños rurales. Un estudio de caso en El Mentidero, Jalisco”– marcó un precedente.
Ella recordó cuando le hicieron los primeros exámenes de orina a las y los niños, salieron todos con problemas. Después hablaron de gestionar para que dejaran de usar la parcela y finalmente la escuela la obtuvo en comodato para sembrar alimentos orgánicos.
“Les vamos a seguir haciendo exámenes a ver cómo salen sus hijos, a ver si salen un poco menos dañados, porque van a tener un alimento orgánico y la mayoría eran mujeres que estaban sembrando y viendo que las labores en esta parcela se hicieran sin químicos”, compartió.
Para Ceferina aprender todos los procesos agroecológicos fue algo nuevo, la composta, los abonos; no les fue difícil poner en práctica los conocimientos, pero sí requirió de mucha dedicación.
Además de las labores en la parcela escolar de El Mentidero, como parte del mismo proyecto y con el apoyo del especialista y promotor de la agroecología en esta región, Rodolfo González Figueroa, las mujeres de esta localidad han creado sus propios huertos familiares.
Actualmente existen 43 huertos familiares e incluso a mediados de octubre realizaron el 1er. Encuentro de Huertos Familiares.
Principales necesidades de las mujeres jornaleras
Al tocar de las necesidades de las mujeres jornaleras en El Mentidero, la primera expresión de Ceferina fue “muchas cosas”, pero eligió lo que ella considera lo esencial y mencionó tres cosas: que los patrones les den seguridad social, las doten de las herramientas y equipo necesario para desempeñar su trabajo y que haya sanitarios móviles en el campo.
Luego también surgió el tema de quizá una guardería o contar con una escuela con horario extendido, que les permita salir de trabajar y pasar por sus hijos.
Después con mucho énfasis y muy desde dentro de ella misma nació su propia necesidad y deseo.
“Y yo digo primero dios, algún día voy a tener una casa propia, porque vivimos en albergues”.
Vivir en un albergue implica enfrentarte a modos, usos y costumbres tan diversos como familias viven ahí; y en el caso de Ceferina ya le tocó ver crecer a sus hijas y que las más grandes necesiten algo de privacidad porque la mayoría de las familias, todos los integrantes comparten un solo cuarto.
“Tengo 25 años viviendo aquí, antes cuando estaban más chicas mis hijas teníamos un cuarto para los 6, un pedacito de cocina y un baño compartido y cuando fueron creciendo mis hijas pedí otro cuarto porque ya no cabíamos, ya estamos un poco mejor”, dijo Ceferina.
Agregó que ella no quiere las cosas en la mano, solo las herramientas para trabajar, para lo demás ella se las ingenia para hacer lo que pueda, como lo ha hecho hasta ahora.
“Yo no olvido mi origen”
Aunque Ceferina ha vivido más tiempo en El Mentidero que en su lugar de origen en Guerrero, ella no olvida el lugar de donde viene y sus necesidades.
Orgullosa dice, que a ella siempre le gusta levantar la voz por ellos y que es importante que las familias le den a sus niñas y niños la oportunidad de que estudien, lo más que puedan para darles acceso a otras oportunidades.
Y aunque habrá quien vaya a trabajar como jornaleros en el campo, es importante que las y los niños y adolescentes tengan “otras miras”.
También levantó la voz por las mujeres y por los hombres, para que ambos tengan siempre información sobre sus derechos y aprendan a defenderlos.