Aunque Javier Krahe lo califica de “asco de siglo”, la centuria pasada trajo adelantos tecnológicos que facilitaron la vida de muchas personas. En Autlán, esto empezó a manifestarse con, entre otras cosas, la apertura en diciembre de 1904 del primer molino de nixtamal, que según don Ernesto Medina Lima abrió don Aniceto Villaseñor en la esquina noreste de las actuales calles de Guadalupe Victoria y Allende. Esto comenzó a alejar a las mujeres de la esclavitud del metate, acaso para que les dedicaran más tiempo a otras esclavitudes…
Aunque desde esa primera década del siglo XX se conoció en las calles de Autlán el alumbrado eléctrico, el 15 de diciembre de 1941 se puso en funcionamiento un nuevo servicio de este tipo, suministrado por la planta generadora de energía denominada La Ondina, propiedad del empresario autlense Francisco Aguilar. Según nota publicada el día 23 en el diario El Informador y firmada por el corresponsal en Autlán, esta planta estaría suministrando el servicio a los cuarteles 1° y 3° de la ciudad, es decir, a la parte que se encuentra al poniente del eje que conforman las calles de Guillermo Prieto y Antonio Borbón.
La Ondina tenía su domicilio en la calle de Gómez Farías, acera poniente, entre Santos Degollado y Reforma, más o menos a mitad de la cuadra. El alumbrado público se encendía al anochecer y se apagaba a medianoche, pero el corresponsal de El Informador se lamentaba de que el resto del pueblo, es decir, los cuarteles 2°, 4° y 5°, siguieran condenados al “malísimo servicio” que otorgaba la empresa que ya estaba funcionando antes que La Ondina.
La Ondina también proporcionaba energía eléctrica a los domicilios de esa demarcación que lo contrataran, como lo hace en la actualidad la Comisión Federal de Electricidad; con esa energía se ponían a trabajar focos, radios, planchas y otros pocos aparatos electrodomésticos en las casas autlenses. A ellas acudían, cada mes, cobradores de don Francisco a recaudar la cuota de unos pocos centavos que costaba el servicio, a cambio de la cual las amas de casa se podían olvidar de las planchas que se calentaban a carbón y dejaban entrar a sus casas las voces y las notas musicales que emitían la XEW y otras empresas de la época de oro de la radio.
Pero en La Ondina no solo funcionaba la planta de energía. También se ofrecía el servicio de molienda de maíz para las tortillas, al que acudían las señoras con su cubeta de grano para ser convertido en la masa que tortearían en sus casas. Y había aún otro servicio, menos común: el de baños públicos, al que personas que no contaban en su casa con agua corriente podían acudir a tomar una ducha con todas las comodidades del caso. Aunque no lo sé de cierto, este servicio podría ser el origen del nombre de La Ondina, con el que se conoce a las náyades, ninfas acuáticas que según la mitología griega habitaban cuerpos de agua dulce.
Platicando con personas que vivieron los años en que estuvo activa La Ondina, me he enterado de algunas anécdotas. Una ocurrió en los dichos baños y fue protagonizada por el famoso Juan Hanón, quien dejó a medio construir el edificio que todavía se conoce como “de Hanón” en el centro de Autlán y que era notable por su supuesta riqueza y su aversión a desprenderse de ella. La anécdota dice que un señor entró a los baños de La Ondina y se topó con don Juan, que iba saliendo. Al llegar al baño, el cliente se dio cuenta de que Hanón había dejado olvidada su cartera, por lo que, haciendo gala de honradez, fue a buscarlo para devolvérsela. El rico le pagó el favor con una propina de algunos centavos y la recomendación de que con ese dinero acudiera a comprar un trozo de soga suficiente para ahorcarse, “por pendejo”.
La otra anécdota es sobre el servicio de energía. Según eso, una tarde de la década de 1950 estaba la palomilla del barrio de Guadalupe Victoria y Santos Degollado jugando con una pelota en la primera de esas calles cuando el juguete se les voló y quedó atorado en el pretil de la fachada de una casa. Uno de los muchachos, el más audaz y comprometido, subió a recuperar la pelota, pero en la maniobra tuvo el mal tino de sujetarse del cable que conducía la electricidad producida en La Ondina. Afortunadamente, el chico no se electrocutó y solo quedó pegado al cable, mientras sus compañeros corrían a la planta de luz a pedir que bajaran el switch para que aquél pudiera soltarse.
Don Francisco Aguilar fue un reconocido hombre de negocios en Autlán, como lo demuestra la variedad y calidad de los servicios de su Ondina. Fue casado en segundas nupcias con la señora Ramona Plazola, con quien abrió la tortillería Lupita, por la calle de Reforma, un negocio que nació grande y que durante muchos años fue de las tortillerías más importantes de Autlán, de la que algunos todavía recordamos las largas filas de compradores que se formaban en las horas previas a la comida. Don Francisco abrió también la tortillería de la Alameda, que estaba por la calle de Matamoros, entre Bárcena y González Ortega y que, como la Lupita, hoy ya no existe.
Don Francisco Aguilar Calleros falleció el 8 de noviembre de 1962, a los 84 años de edad, en la casa adjunta a la tortillería Lupita. Había nacido en Tapalpa, hijo de don Antonio Aguilar y de doña Petra Calleros.
Fuentes:
- Nuevo alumbrado en Autlán, Jalisco. Publicado en El Informador, martes 23 de diciembre de 1941, página 2.
- «Autlán de Navarro, Jalisco, México registros,» imágenes, FamilySearch (https:// www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33S7-9PKN-9MK6?view=index : 3 dic 2025), Imagen 86 de 799; Archivo del registro civil del estado de Jalisco. Número del grupo de imágenes: 004844743
- Entrevistas con Guillermo Tovar Montes.
- Entrevistas con Teresa Vázquez Gómez.





