“Hijo, – ¿de qué seda está tejido ese capote?” – le preguntó el escritor Federico M. Alcázar a Luis Castro “El Soldado” después de haber puesto de pie al público de Madrid en una tarde de 1943. En ese festejo, “El Torero de bronce” había desatado la euforia por su manera de interpretar las “Verónicas” con elegancia y un sentimiento único, de tal magnitud que algunos se atreven a decir que en México no ha habido un matador que la realice con esa pulcritud.
Con la muleta, el oriundo de Ixtlahuacán de los Membrillos, Manuel Capetillo Villaseñor, fue proclamado “El mejor muletero del mundo” al haber corrido la diestra, de tal manera, que sus derechazos elípticos le dieron un nuevo aire a la tauromaquia mexicana.
De ese periodo han pasado más de 70 años.
Andrés Roca Rey es el torero más importante en la actualidad y como toda figura, su tauromaquia se ha convertido en un imán para las principales plazas, mismas que al conjuro de su nombre atiborran los tendidos. Una parte “influencer” y otra de artista de los ruedos. Sin embargo, su llegada al escalafón en el 2024 y que significó la tercera en su carrera no es producto de la mercadotecnia.
El diestro peruano posee algo que en México ha desaparecido en últimas fechas, salvo en contadas ocasiones: una muleta poderosa. Y para tener ese dominio no basta con las reglas impuestas por Belmonte; parar, templar y mandar. También hay que hacerlo con arte y sin margen de error. Un concepto que el limeño ha entendido y ejecuta prácticamente en cada tarde.
En Guadalajara y ante un pésimo lote de “Peñalba”, Roca Rey sacó la casta para tratar de exprimir las pocas embestidas de los toros y no sólo lo consiguió, sino que lo estilizó. Debe haber también un romance entre esa tela del peruano y los bureles que siempre ceden ante su invitación. – ¿Cómo lo hace? – ¿Por qué siempre los toros, por más mansos, acceden a su franela? – ¿Colocación, intuición, magnetismo o es el duende que siempre acompaña a los grandes? – ¿De qué está hecha esa muleta?
Indudablemente, hay nociones técnicas para descifrar esta cualidad; como la manera en la que trata de llamar la atención del toro y fijarlo; cuando mueve el engaño por detrás con movimientos pendulares o sus largas extremidades para realizar un trasteo exquisito y prolongar los muletazos. Lo de siempre. Roca Rey no está inventando el toreo, solo que sus métodos simulan artificios, ya que resultan efectivos en la mayoría de los casos.
Algunos más adentrados en temas espirituales podrían hablar hasta de la conexión que existe entre el toro y el torero. Una evocación mitológica y con tintes heroicos. Esa que sólo se da entre dos seres que nunca se han visto y en la cual sólo uno puede salir avante.
Quizá para descifrar la respuesta a tal cuestionamiento habría que remontarnos a la historia y pensar que Roca Rey lleva una seda en su arcón.





