Autlán de Navarro, Jalisco. 14 de febrero de 2022.- (Letra Fría) Ante la presencia de fieles reunidos en la catedral de la Santísima Trinidad, el obispo de la Diócesis de Autlán, Rafael Sandoval Sandoval, reflexionó sobre el evangelio de Lucas, lo que significa ser un discípulo de Jesús y el mensaje de las Bienaventuranzas.
Al tomar la palabra, el obispo recordó al profeta Jeremías y pidió a los fieles «no poner la confianza en las cosas materiales». Enseguida, inició su homilía narrando la historia de los tres árboles, que platicaban sobre lo que querían ser de grandes. El obispo reprodujo sus diálogos y contó las aspiraciones de cada uno. El primer árbol quería ser utilizado para cobijar a reyes y príncipes; el segundo, quería ser el mástil de un barco para cruzar los océanos y llevar las noticias de un lugar a otro, y llevar alimentos; y el tercero, quiso ser utilizado para construir un monumento que se colocara y observara en los centros de las ciudades para que todos vieran la grandeza de Dios.
La historia avanzó.
Contó que los árboles fueron cortados. El primero, fue utilizado en una familia muy humilde y sus troncos se usaron para dar calor en tiempos de mucho frío; el segundo fue utilizado para construir una pequeña barquita, que casi siempre estaba a la orilla del mar y el pescador la utilizaba para pescar y alimentar a sus hijos; el tercero, se utilizó para hacer unas cruces en donde iban a ser ajusticiados algunos hombres.
Al finalizar la historia el obispo motivó a la reflexión con la siguiente frase: «Los planes de Dios no son nuestros planes. Nuestros proyectos no son sus proyectos… Dios quiere que nosotros sirvamos, pero él es el proyecto» y cuestionó si «nuestro proyecto es el de Dios».
El mensaje de las Bienaventuranzas
El obispo reflexionó también, acerca del Evangelio de San Lucas, centrado en las Bienaventuranzas.
Recalcó que, cuando se habla de la primera Bienaventuranza (Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios), no se trata de la miseria, pues «Jesús no alaba la miseria, alaba el corazón que se entrega». Lamentó que las naciones destinen enormes cantidades de dinero para hacer la guerra y no la Paz:
«¡Ay hermanos! Si supiéramos lo que se gasta en todos esos armamentos. Todo eso que se gasta en tantos armamentos que hacen tanto daño, podría alimentar por muchísimos años a tanta gente», dijo.
El obispo dijo que se debe interpretar a la pobreza, como un bien, «habla de un corazón noble que dice: mi vida es para servir».
Al reflexionar sobre las demás Bienaventuranzas, recordó el hambre que viven los haitianos y que los obliga a emigrar: «Dichosos los que lloran, al ver a sus hermanos de Haití, al ver a sus hermanos de Centroamérica que tienen que recorrer tanto camino para ir a buscar un trabajo digno para alimentar a sus hijos».
También habló de la persecución que sufren las personas que hacen el bien y luchan por la verdad: «No es que el señor quiera la persecución, no. Él quiere que hagamos el bien, pero el que hace el bien va a ser perseguido, van a hablar mal de ustedes, los van a llevar a los tribunales. No se preocupen, no dice, agachen la cabeza y pónganse tristes. ¡Alégrense!»
La felicidad consiste en compartir
El obispo cuestionó a los fieles sobre la felicidad y los invitó a la reflexión:
«¿Qué es la felicidad? Porque todos queremos ser felices, y Dios quiere que seamos felices. Dios quiere nuestra felicidad. Pero, ¿Qué es la felicidad? ¿De verdad la felicidad se encuentra en el poseer? ¿En el dinero? No. Lo sabemos. El mundo anda tras el dinero, por eso las guerras.
Por dinero se dividen las familias, por dinero se dividen las naciones. Por dinero.
Por dinero se construyen armamentos, tanques de guerra, bombas atómicas. Con razón Jesús dice, ¡Ay de ustedes!».
Rafael Sandoval cerró su mensaje diciendo que «la felicidad está en abrir los puños para que compartamos lo que tengamos… Ser hermanos. Hay veces que ni en la iglesia entendemos esto o no lo queremos entender…La felicidad consiste en compartir», y llamó a hacer cosas extraordinarias en lo ordinario.
A continuación, el Evangelio comentado por el obispo, Rafael Sandoval Sandoval:
San Lucas (6,17.20-26):
En aquel tiempo, Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente que había venido, tanto de Judea como de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón. Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios. Dichosos ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes, los que lloran ahora, porque al fin, reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen entre ellos. Y cuando los insulten y los maldigan, por causa del hijo del hombre. ¡Alégrense ese día! y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.
Pero, ¡Ay de ustedes los ricos! Porque ya tienen ahora su consuelo. ¡Ay de ustedes! Los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre. ¡Ay de ustedes! Los que ríen ahora porque llorarán de pena. ¡Ay de ustedes! Cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas.
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