Mientras vivimos tiempos de cuaresma, de “guardarnos”, de “ser buenas personas”, “hacer buenas acciones”, “no comer carne en viernes”, “no pecar” y todo lo que engloba el “portarnos bien”, todo queda entre comillas y a manera de sarcasmo, para qué nos hacemos tontxs.
Cargamos crucifijos, tenemos imágenes de deidades religiosas en nuestros hogares de adorno, absolutamente nadie pone en práctica los consejos que dice la biblia, NADIE, ni quienes lideran o sus más fieles seguidores. Quien venga frente a mi y me diga “yo sí aplico en mi vida el ejemplo que nos dejo Jesucristo“, me río en su cara y en minutos le compruebo que no es así.
En pasados días, se viralizo un video, se trataba de Sara Millerey una chica trans de Medellín, Colombia con 32 años de edad. Dejó este plano de una manera similar al sufrimiento que vivió Jesús de Nazareth: Se les juzgó, se les torturó , y así como frente a los ojos de todos Jesús sufrió, Sara vivió exactamente el mismo patrón.
Alcance del caso
Fueron muchos los que observaron y no movieron un dedo, pero ahora llevado a otro nivel, las benditas redes sociales, donde millones más lo vieron y no movieron un dedo, únicamente las nuestrxs alzaron la voz de indignación, y cuando ese reclamo alcanzó niveles mundiales, entonces sí salen a ofrecer recompensa, sin embargo seguimos sin tener a los responsables tras las rejas.
Sara vivió sus últimos momentos con sufrimiento, sin embargo este llegó a su fin, ella descansa en paz. Tuvo su misa y sepultura como la mayoría de personas católicas, a un lado de su altar se encuentra una imagen de la Virgen de Guadalupe, por lo que deduzco que su madre Sandra Borja y quizá la misma Sara pertenecían a esta religión. Sí, esa misma que nos ha condenado.
A la señora Sandra Borja le tocó sentir lo que a María cuando ve a su único hijo morir frente a ella. Elegí el título en su nombre, porque es a quien debemos de mandar luz, una oración, esa mujer sepultó a su única hija Sara. Lo hace sabiendo que fue brutalmente agredida, frente a una sociedad ciega, temerosa, indiferente, igualita a la que gritaba “Crucifiquenlo”.
No imagino el nivel de dolor y ausencia que debe de estar pasando, espero que ese dolor lo transforme en reclamo a la sociedad, que funde una asociación pro trans como lo han hecho las madres buscadoras, como lo hizo María con Jesús, que hasta hoy su nombre resuena y que su ejemplo de vida debería de ser el que lleváramos todos: Ayudar al prójimo, curar al leproso, alimentar a los pobres, no juzgar, etc.
Extraído de la red
Sara Millerey quería ser recordada como una mujer trans hermosa. Cuando se iba a dormir le decía a su mamá que era su hora de “reposar belleza”.
Inició su transición de género a los 15 años y escogió Millerey como su nombre porque le encantaban las “mirellas”: las brillantinas, la escarcha, lo que iluminara su pelo y ojos. Una de sus amigas recuerda que la conoció en las calles de Bello, municipio aledaño a Medellín, y se veía preciosa bailando coreografías de Britney Spears.
Sandra Borja, la mamá de Sara, quisiera recordar a su única hija así, como la niña más bella de Bello, muy amorosa con su madre. Si pudiera, cuenta, borraría de su mente la imagen por la que Colombia conoció a su hija de 32 años el fin de semana pasado: un video, de 28 segundos, en el que aparece ahogándose en una quebrada sucia, sin posibilidad de nadar porque alguien le había fracturado sus piernas, brazos y manos. “Ahora me voy a quedar con esas imágenes toda la vida”, dice entre lágrimas. “Me la mataron por ser ella”.
En busca de justicia
Tengo mi fe puesta en que el caso de Sara no quedará impune, que los asesinxs van a caer, que se hará presente la justicia divina y la justicia terrenal.
Espero que los nuevos sacerdotes abran las puertas de sus iglesias a la comunidad LGTB+ de par en par, no únicamente para que se las decoren muy bonitas o en nuestro lecho de muerte. El día que vea a la comunidad católica haciendo lo que hacía Jesús de Nazareth ese día tendrán mi respeto, regresaré a misa y les perdonaré todas las que nos han hecho.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
(Mateo 5:6).
