Rieleras y juanes, hay una frase que a muchos periodistas nos encanta escuchar: “Me incomoda lo que escribes”. No es sarcasmo, es casi un halago. Porque si el periodismo no incomoda a alguien con poder, entonces tal vez solo está repitiendo boletines dictados por intereses que no siempre coinciden con los de la ciudadanía.
Es importante lo sepan mis, por lo menos dos lectores de estas carrilleras pero eso sí revolucionarios como esta Adelita: el buen periodismo —ese que remueve la silla de las personas de la política, empresarios, e incluso de ciertas élites clericales y hasta del ámbito digital— es incómodo por naturaleza. ¿Por qué? Porque no se limita a contar lo que pasa, sino que pregunta por qué pasa, quién se beneficia y quién paga el precio. Y en sociedades que dicen ser democráticas, hacer esas preguntas es un acto de amor por la verdad… aunque parezca un deporte extremo.
En esta era, el campo de batalla informativo ya no es solo la calle o la sala de redacción: es también la nube, los feeds, los algoritmos y, por supuesto, la inteligencia artificial. La misma IA que puede ayudarnos a verificar datos a velocidad supersónica, pero que también puede ser usada para fabricar noticias falsas con realismo inquietante. El periodista de hoy no solo tiene que tener buen olfato para la noticia, sino también visión de rayos X digital para detectar trampas en fotos, videos y datos manipulados.
Sí, es cierto: ser periodista incómodo implica chocar de frente con quienes ostentan el poder. Y, spoiler alert: ellos no son fans del periodismo que les cuestiona. Habrá presiones, bloqueos, e incluso campañas para deslegitimar su trabajo. Pero ahí está la otra cara de la moneda: cada vez que incomodan al poder con datos sólidos, análisis preciso y narrativa clara, está fortaleciendo la democracia social.
Oficio para incomodar
Para los jóvenes que dudan si lanzarse a esta aventura: el periodismo no es un trabajo para agradar, es un oficio para incomodar… con propósito. Y, con las herramientas digitales e inteligencia artificial en la mochila, hoy hay más formas que nunca de hacerlo bien y llegar a más personas.
Para los que somos no tan jóvenes, pero tenemos memoria y a pesar de eso no dejamos de ser idealistas y recordamos la advertencia y acusación de Rafael Rodríguez Castañeda en su libro Prensa vendida: “Hasta la ignominia señor presidente” refiriéndose a lo que asumían miembros del gremio periodístico de la prensa nacional que se olvidaron del papel democratizador que la libertad de expresión le confiere a su ejercicio, para mimetizarse con el discurso oficial de finales del siglo pasado.
Porque, al final, un periodismo que no incomoda al poder, incomoda a la ciudadanía… por su silencio. Y eso sí que es falto de ética, de propósito y es muy incómodo.
