Por: Aime Jean | Bajo el arcoíris
Autlán de Navarro, Jalisco. 27 de marzo de 2023. (Letra Fría) Creciendo en la decada de los 90’s viendo la televisión y la poca visibilidad hacia las personas abiertamente LGTB+ de repente en un programa de variedades musicales se presenta un grupo proveniente de España: “Locomia”, cuatro hombres usando maquillaje, uno con cabello largo y agitando abanicos en una forma jamás antes vista por mis ojos de apenas 10 años. Obviamente era de esperarse los comentarios de mi familia: “¡Quiten eso! ¡Qué mal se ven haciendo eso!».
Vino ese momento a mi mente como quizá mi primer acercamiento al drag, por supuesto que viviendo en un hogar machista no iba a correr a tomar una tela y jugar en la sala a que era de Locomia por que mi papá me podía tundir a cintarazos.
Para vida de poder experimentar lo que era “disfrazarme”, tenía que esperar a Halloween. El 31 de octubre era la fecha más esperada del año para mi, pues tenía libertad de hacer lo que quisiera con mi imagen. Bueno, aguas donde me pintara la boca.
En aquel tiempo se usaba mucho ir a la biblioteca, llegabas y estaba la área de niños con cuentos y sillas pequeñas, un muro de libros y pasando esa parte, estaba el área con sillas para adultos y libros de todo tipo de tema. Era ahí donde se organizaba todo.
Tengo que confesar que no disfrutaba de ir regularmente a la biblioteca, porque para llegar tenías que cruzar el centro de mi pueblo y de segurito estaba el Bully de la escuela que nos molestaba quitándonos dinero, dulces, etcétera; incluso una vez concluido el recorrido de Halloween todos los niños apilábamos los dulces y después eran repartidos en cantidades iguales para todos, era una bonita forma de educarnos acerca de como ser compartidos con los demás. Pues ya sabíamos que a la salida estaba El Bully cobrándonos cuota, si querías omitir pasar por el centro tenías que hacerlo tomando unos callejones obscuros que les tenías más miedo que a El Bully.
Yo supe desde muy temprana edad que algo no cuadraba. Naciendo chico pero identificándome con todo lo que hacían mis amigas, pronto supe que “era algo malo” y comenzó la travesía de tratar de ocultarlo. Un día en mi vida de adulto me encuentro con algo llamado “Drag Story Hour”, primero me confundí pensando que en algún lugar hablarían de la historia de las drags a través de los años, pero no, cual va siendo mi sorpresa que era una actividad organizada por colectivos LGTB+ en donde una drag queen se tomaba el tiempo de visitar una biblioteca (privada) y se sentaba a contarle un cuento a niños y niñas.
Sentí tanta emoción de alegría, que no sé como expresarla, pero mucha felicidad. Miré fotos y los peques disfrutaban de este acercamiento con las artistas que hasta entonces eran exclusivas de un centro nocturno en donde te permitían estar cerca de ellas hasta cumplir 18 o 21 años de edad. O podías verlas en alguna marcha, pero recordemos que las marchas aún no llegan al 100 por ciento de las ciudades.
La “cuenta cuentos drag” nace en San Francisco en el año 2015 por Michelle Tea para “radar productions”, bajo la dirección de Julián Delgado y Virgi Tovar, sin pensar que se convertiría en un fenómeno global y ahora se replica con gran éxito en Australia y Europa. Me parece genial la idea, puesto que existen bastantes artistas drag retiradas de la vida nocturna que podrían fácilmente llevar a cabo esta actividad.
Por supuesto que la considero indefensa, además de que los menores asisten acompañados por un adulto, no se trata de decirles a los niños: “miren conviértanse en nosotras” como una manera de adoctrinar, es ridículo hasta pensarlo. Si tan fácil fuera ya hubiéramos invadido el mundo con arte drag y en las noticias no estarían en la primera plana los asaltos a mano armada, la violencia contra la mujer, la guerra en Ukrania, más toda esa negatividad que parece inundarnos. Los titulares serían: “Guerra de glitter en el centro de la ciudad”.
Esta es una invitacion a todas mis colegas a que incluyamos dentro de nuestras celebraciones del orgullo con el “cuenta cuentos drag”; me parece necesario, creo que debe de ser en un sitio opcional para quien guste asistir, sería muy bonito ofrecer un refrigerio a los asistentes, tenemos que dar el paso al siguiente nivel.
De una vez aprovecho para ofrecerme voluntariamente, yo hubiera dado todos mis dulces de Halloween a cambio de haber experimentado el tener una drag queen frente a mi y poder admirarla, preguntarle cómo le hace para verse así, qué come, qué música escucha. Hubiera sido mi día más esperado del año, y esta cosquillita me surgió a raíz de que en mis redes sociales, en medio de una discusión sobre si un menor debe transicionar o no, un señor me dijo la frase: “Te voy a encargar que con los niños no te metas”.
Ah, caray. ¿Meterme como lo hacen los sacerdotes? No creo, no tengo esas mañas. Meterme a quererles convencer de algo, tampoco creo poder, ¿a mi vino alguien a mi escuela o biblioteca a meterme en la cabeza que yo era drag? ¡Jamás! Todo lo contrario, entonces dije: “SI, definitivamente nos hacen falta, más marchas, más información, más visibilidad”, para que estas ideas de que “es malo” se terminen aquí.
En esta generación esto es una lucha por el respeto. Vamos a reventar esta temporada de la celebración del orgullo con más eventos, más marchas, más presencia y ojalá con muchos cuenta cuentos por toda la región.
