Si se consulta el diccionario de la RAE, la palabra indolente significa que no afecta o que no conmueve. Una cadena de sucesos me ha hecho pensar que, por la fuerza y como un mecanismo de sobrevivencia, en México somos indolentes a las tragedias monumentales que laceran la vida pública del país.
Sin ser yo psicólogo, y con el riesgo alto de meter la pata, las actitudes que veo se asemejan mucho a una especie de represión de recuerdos o a una amnesia selectiva y disociativa, que podría describirse como evitar pensar o recordar situaciones dolorosas, precisamente para darle la vuelta al dolor.
Más triste todavía es que la indolencia no es únicamente de las personas comunes y corrientes. Gobernadores, como el de Jalisco o el de Nuevo León, están ocupados en agendas personales o prometedoras de lustre, como los preparativos para el Mundial de Futbol que tendrá lugar en México el próximo año.
O como la presidenta de México, que le dedicó más tiempo a enjuiciar a la leyenda apagada del Chicharito que a explicar las condiciones y las acciones que motivaron la ejecución pública de la maestra jubilada Irma Hernández, en Veracruz.
El día a día
La indolencia protege, sí. Pero también hunde. Pienso en el caso del expresidente Enrique Peña Nieto, quien gozó de popularidad en tanto no ocurrió la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Su tratamiento indolente aceleró el posterior triunfo de López Obrador, quien también fue muy indolente con las familias de esos desaparecidos —y los posteriores—, actitud que ha mantenido su sucesora. ¿O cuál es la actualización del drama en el rancho Izaguirre? ¿Ha reducido de algún modo el reclutamiento forzado?
Los de a pie también tenemos lo propio. Cada quien carga con sus cosas y el mundo es un lugar hostil, es verdad; quizá no necesitamos más preocupaciones. Pero mientras nos ocupamos por lo nuestro, y la atención pública —que también se moldea— nos lleva a concentrarnos en infidelidades cometidas en conciertos o durante la grabación de series de televisión de antaño, o nos motiva a entusiasmarnos con la llegada al país de estrellas apagadas del deporte internacional, nuestro entorno sufre frente a nuestra indiferencia.
Indolente o activo
Si consulta el diccionario de la RAE, el antónimo de indolente es activo, entendido como una persona atenta, diligente y dinámica. Estar al pendiente, hablar del tema desde la raíz y no desde el morbo, es decir, abandonar el rol de espectador dormido frente a las tragedias, para ser un ciudadano activo: enterado, juicioso, propositivo.
La motivación para hacerlo ya fue postulada hace décadas, a manera de poema, por Martin Niemöller:
Cuando vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío.
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
