El profesor Esteban Canchola fue declarado culpable del delito de omisión de auxilio; sin embargo, el juez le dictó una condena tan baja que se puede interpretar como una exoneración. Vale la pena retomar el contexto: en octubre de 2023, un niño de 10 años ingresó a la escuela antes de la jornada escolar; en ese lapso, se golpeó la cabeza.
Dos horas después le refirió dolor de cabeza a su profesor Esteban, quien avisó a los padres y activó un seguro médico. El niño murió en las horas siguientes.
No dedicaré esta columna a culpar a los padres, en quienes veo a personas que sufren un dolor indescriptible. Tampoco en hacer notar que las investigaciones han omitido la responsabilidad de la clínica, centrándose en culpar al maestro Esteban. Me quiero enfocar en él, el profesor, quien, incluso en su posición actual, separado del cargo y en espera de las apelaciones, nos ha brindado tres lecciones valiosas.
Primera lección: la importancia del prestigio. Me conmovió un video construido con testimonios de personas adultas: “Yo fui estudiante del maestro Esteban”, dijeron todos, y dieron fe de un actuar íntegro, de un profesional que, con ética, desempeñó su función. Los profesores no somos santos para tener vidas personales inmaculadas, pero sí debemos cuidar que nuestros procedimientos sean íntegros y ejemplares, y no olvidar que el actuar docente no se reduce a la enseñanza de contenidos; enseñar es, ante todo, un encuentro humano en el que el aprendiz debe sentirse protegido, motivado y apreciado. Cuidar nuestro prestigio, dentro y fuera del salón, fortalece la profesión en momentos críticos.
Segunda lección: la importancia del apoyo gremial. Miles de docentes, a lo largo y ancho del país, seguimos con atención el caso. Cientos se movilizaron la semana pasada para estar cerca del juzgado y expresar el sentido de unión gremial. No fueron movilizaciones sindicales: fue el sentido de grupo, de que defender a uno es defendernos todos.
En México (INEGI, 2023), alrededor de 2 millones de personas ejercemos la docencia, y hay mil razones para vernos con desconfianza y otro tanto igual para construir agendas comunes y defender nuestros derechos, la trascendencia de nuestra profesión en la construcción de un mundo en el que quepan la justicia y el bien común. El éxito de esta organización debe motivarnos a seguir construyendo agendas comunes.
Tercera lección: urge legislar la certeza jurídica de los profesores. Hace unas semanas recordé a la maestra Tere; hoy le tocó al profesor Esteban. Tal como están las legislaciones mexicanas, los docentes enfrentamos una falta de certeza jurídica para ejercer nuestra profesión.
Insisto en que el cuidado de las Niñas, Niños y Adolescentes es prioritario, pero no puede ser a costa de ambigüedades legales, vacíos normativos y riesgos de criminalización para los docentes a causa de protocolos muy poco claros.
Un niño murió, y es una tragedia monumental que no debemos hacer menos. Pero tampoco olvidemos que hay un sistema que insiste en convertir a las escuelas en guarderías y a los profesores en responsables del cuidado de los niños, incluso desde antes de que entren a su salón.
