Por: Revista Espejo | Alianza de Medios
De pronto sonaron explosiones, ruidos secos y retumbantes. Eran balazos. Y gritos, muchos gritos, y gente corriendo en estampida sin un rumbo fijo, solo trataban de esconderse. Había más disparos y de pronto columnas de humo color negro salían del piso hacia el cielo. Olía a plástico quemado y a plomo, ardía la nariz.
“Mataron a 16”. “Asesinaron a 8” y más tarde “en total fueron 11”. Hubo desaparecidos. Los encontraron muertos. Estaban refugiados. Eran víctimas. Fue una masacre.
Eso no es común, parece escena de cualquier serie de televisión, pero son fragmentos de escenas que se han repetido en más de 80 ocasiones durante los últimos 12 años.
Con Andrés Manuel López Obrador han ocurrido ya, al menos, cinco eventos violentos con bloqueos, disparos, muertes de personas inocentes e incidentes en penales que han provocado terror y desconsuelo social.
“Todos estamos esperando una respuesta para saber qué es lo que está haciendo el gobierno federal en la articulación con gobiernos estatales para reducir la violencia”, señaló Cecilia Farfán Méndez, investigadora y Co-fundadora del Mexico Violence Resource Project.
Quizás el más popular fue aquella vez del 17 de octubre de 2019, cuando el mismo Presidente decidió liberar a Ovidio Guzmán López, hijo del criminal Joaquín Guzmán Loera, en Culiacán, luego de que por lo menos 200 hombres armados paralizaron la ciudad con bloqueos, incendio de vehículos, balaceras, amenazas y asesinatos.
Ese evento cimbró tanto que fue llamado “Jueves Negro”. Fuera de Sinaloa se nombró como “Culiacanazo”. Quedó en la memoria colectiva como un trauma.
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