Aun cuando ya pasó una semana y ríos de tinta han corrido sobre el tema, y en la columna anterior escribí sobre un tema religioso, no voy a abstenerme de tener presente el legado del Papa Francisco, recién fallecido, en sus zapatos gastados y trascendente por su actuar profético en toda la extensión del concepto, alejado del sentido adivinatorio y más cercano a la denuncia y a la exhortación por la construcción del futuro. Quiero hacer énfasis en uno de los aportes más revolucionarios de Francisco, que fue a nivel de cuidado ambiental a través de la encíclica Laudato Si’ que trata sobre el cuidado de la casa común, que es el planeta.
Laudato Si’ es un libro breve de seis capítulos, que escribió el Papa muy cercano a su nombramiento. Valioso porque no solo es un pregón para leerse en las homilías; está muy ligado a reflexiones científicas y, sobre todo, éticas en torno a la crisis ambiental y el calentamiento global, lo que resultó relevante pues la Iglesia católica fue una de las primeras instituciones de alcance planetario que puso el tema sobre la mesa.
Enfoque
Revolucionario fue el enfoque: en el tercer capítulo, Francisco denuncia que la crisis tiene un origen humano, que el capitalismo y la tecnocracia empujaron el consumo a ritmos vertiginosos sin considerar la dignidad humana y lo finito de los recursos. Además, pone énfasis en que las crisis ambientales están íntimamente ligadas con las crisis sociales, en que las personas más pobres y vulnerables son las más afectadas.
El documento también sacudió estructuras porque propuso alternativas: bajo ninguna circunstancia se opone al desarrollo económico, pero propone una visión holística, sistémica, en donde cada parte construye al todo, lo que no solo es ético, alcanza los niveles de belleza: la salida es el cuidado de la casa común.
Un espacio en el que vivimos todas y todos, creyentes y no creyentes, personas de todos los continentes, pero también especies animales y vegetales; y para que el desarrollo sea auténtico, debe considerar a todos y ser sostenible a largo plazo.
Las voces
En la construcción de esta propuesta se incluyeron voces científicas, pero también saberes comunitarios, visiones laicas y religiosas, lo que permite dimensionar la necesidad de complejizar nuestra visión: el futuro está en la transdisciplina. No se trata de retrasar el desarrollo; se trata de ir a la raíz ética de los problemas ambientales, que parte de tener presente el valor de cada creatura sobre la faz del planeta.
El documento fue analizado en espacios católicos, pero también trascendió esas fronteras y fue discutido por Estados, universidades y medios de comunicación. Como suele ocurrir con los mensajes proféticos, fue repudiado por los poderosos y sembró esperanza en los desprotegidos.
El cuidado de la casa común pasa por gobiernos y empresas transnacionales, pero también por el actuar ético de todas y todos. Que no hay futuro posible si seguimos dañando la casa con el argumento del desarrollo económico. Repetir para enfatizar: no hay futuro posible a menos que cuidemos la casa común.
