Rieleras y juanes, entre las satisfacciones de quienes ejercemos profesiones que están en contacto con una gran cantidad de personas y sus circunstancias de vida, como nos sucede a los docentes y a los periodistas, se encuentra la oportunidad de vivir de cerca la diversidad social en que estamos inmersos.
Conocer y adentrarnos en las historias de vida de personas que no pertenecen a nuestro entorno familiar o vecinal próximo, nos da la oportunidad de poner en práctica la habilidad humana de entender la diferencia y el libre derecho que a ella tiene cada habitante de este planeta.
La flexibilidad humana aderezada con la imprescindible empatía permite rebasar los retos que la cultura pre-construida con estereotipos e incluso estigmas nos lanza a veces como parte de una realidad.
Conocer personas es valioso porque cada historia nos da elementos de proximidad a realidades que no se aprecian a simple vista. Como profesora he estado en contacto con jóvenes estudiantes de periodismo que enfrentan vicisitudes que a ojos de esta mujer adulta madura se antojan complicadas para estudiantes de entre 18 y veinti-pocos años: jovencitos que son el pie de casa y cuidado de sus ya muy mayores padres adoptivos; o a quienes sus padres retiran su apoyo por no estar de acuerdo con su identidad de género.
Otros y otras que trabajan largas jornadas de para sostener sus estudios y apoyar a su familia; quien vive con alguna discapacidad física o neurodivergencia a quienes parece que su circunstancia los impulsa con mayor fuerza que al resto de sus condiscípulos y compañeras. Pero también otros y otras que tristemente se quedaron en el camino porque no pudimos o no supimos darles todos los elementos por falta de comunicación o por un ostracismo mal entendido desde la casa paterna.
La formación universitaria pública ha incorporado en las últimas década ajustes y políticas de inclusión de circunstancias de vida de diferentes tipos. Económicas son las más evidentes con becas y apoyos, pero también físicas y de infraestructura, aunque a veces no hay presupuesto suficiente y nos quedan pendientes visibles. Los cambios también incluyen la visión y el entendimiento del docente cuyo papel está lejos de ser el de quien nombre lista e imparte su materia.
Los y las profesoras hemos evolucionado en el entendimiento de que el conocimiento se construye en el aula con una diversidad de formas y canales y con la participación de los y las jóvenes que se sientan frente a nosotros, que están al otro lado de la pantalla o que participan activamente en el escenario práctico que planeamos para ellos y ellas. No es posible transmitir experiencia alguna sin la apertura participativa del alumnado.
Para los periodistas el reto es cambiar el foco de atención de sus producciones periodísticas de las personas que tienen poder por el lugar que ocupan en la jerarquía de los aparatos políticos y económicos, al de las personas que necesitan ser empoderadas a través de la visibilidad de sus historias,
El poder del conocimiento es entonces una circunstancia que una vez más une la experiencia docente y el periodismo. En ambas lo procuramos y lo compartimos y también en las dos es insoslayable para el fortalecimiento democrático e inclusivo de una nación.
