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Frankenstein y la Inteligencia Artificial

Carlos Efrén Rangel reflexiona sobre la más reciente adaptación de Frankeinstein, a manos del cineasta tapatío Guillermo del Toro y sobre su discurso respecto a la Inteligencia Artificial.

Imagen: NETFLIX

La versión más sensual de una de las criaturas más aterradoras regresó a las pantallas. Una adaptación de la novela Frankenstein, esta vez a manos del tapatío Guillermo del Toro, reavivó el interés por las atmósferas oscuras, la fascinación por lo monstruoso y el morbo de lo que ocurre cuando arrebatamos lo que es propio de los dioses.

La promoción de la película estuvo alimentada por un discurso del director totalmente opositor al uso de la Inteligencia Artificial (IA) y una defensa del cine casi artesanal, lo que no deja de ser contradictorio y al mismo tiempo aterradoramente familiar.

Mary Shelley tenía 20 años cuando publicó la novela “Frankenstein”; al libro original se le acompañó con el subtítulo de “El moderno Prometeo”, como el ser mitológico que fue condenado a sanar eternamente como castigo por robar el fuego propio de los dioses.

La Revolución Industrial

Era el año 1818 y el planeta vivía la “Revolución Industrial”. La tecnología de los poderosos motores permitió el crecimiento de fábricas que desplazaron a los artesanos; el mundo asistió maravillado al poder de las máquinas y, al mismo tiempo, aterrado de que el futuro, en su avanzar vertiginoso, no tuviera un lugar para la humanidad.

En ese escenario, Shelley construyó la idea de un científico brillante, pero sin escrúpulos, que reduciendo al ser humano a una máquina, consiguió repuestos y conectó cada parte para construir a una criatura monstruosa animada por la electricidad que deslumbraba al planeta. En el libro se preguntan más que en la película: ¿de quién, de todos los cuerpos, es el alma de la criatura?

Vista a la distancia, sabemos que la Revolución Industrial significó el desplazamiento de una forma de vida en la que se reclamaba que los seres humanos tuviéramos habilidades más físicas para desarrollar otras más intelectuales. Ahora vivimos una nueva revolución, en que las máquinas han desarrollado habilidades intelectuales, a la que asistimos maravillados y con el temor de que el futuro, en su avanzar vertiginoso, no exista un espacio para la humanidad.

El cine

Guillermo del Toro dice que el cine, que por cierto es una de las expresiones más desarrolladas de la Revolución Industrial, debe desarrollarse con artesanía, sin las máquinas, lo cual no deja de ser contradictorio. Pero mi punto no es menospreciar las posturas del cineasta, sino aplaudir lo pertinente que fue revivir a Prometeo, ahora que la humanidad está explorando el robo de nuevos atributos de los dioses.

Los animo a que lean el libro; mientras tanto, concluyamos este Letrero contestando a la pregunta sobre de quién es el alma de la criatura. El alma de la criatura es la del creador: cuando Víctor lo trató como un objeto reemplazable, cuando fue violento y anuló la dignidad de su existencia, la criatura fue abominable y salvaje. Cuando, en el lecho de muerte, creador y criatura se reconciliaron, la criatura fue civilizada y lúcida.

En la película, el último acto de la criatura es liberar al barco; en el libro, después de liberar al barco, se consume en llamas. Concluyó el castigo de sanar eternamente: Víctor encontró paz en el perdón y creador y criatura asistieron con alegría al desvanecimiento de su esencia humana, la que no reside en los poderosos motores de vapor ni en los intangibles, pero igualmente poderosos algoritmos de IA.

Frankenstein

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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