Guadalajara de luto en el Día Mundial de la Tierra ¡Qué ironía!

Ya son 31 años de las terribles explosiones del 22 de abril en el Sector Reforma de Guadalajara. Trágico acontecimiento que sacudió no sólo a Guadalajara sino evidenció la ineficacia de los sistemas y protocolos de seguridad principalmente de PEMEX.

Explosiones del 22 de abril en Guadalajara. (Foto: Especial)

Por: Jesús D. Medina García

Autlán, Jalisco.- Ya son 31 años de las terribles explosiones del 22 de abril en el Sector Reforma de Guadalajara. Trágico acontecimiento que sacudió no sólo a Guadalajara sino evidenció la ineficacia de los sistemas y protocolos de seguridad principalmente de PEMEX, los cuales, hasta la fecha, dejan mucho que desear. Los daños, según cifras, oficiales asumirían 16 mil personas afectadas, destrucción de: 10 kilómetros de colectores, 19 kilómetros de drenaje, 10 kilómetros de calles, 100 escuelas y 600 vehículos.

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Ahora se sabe que un día antes ya se habían activado las alertas por el fuerte olor a gasolina que salía de algunas tuberías, al acudir los técnicos de PEMEX desestimaron la situación señalando que se trataba de hexano que se había fugado de una aceitera ubicada en la Zona Industrial. Otro error garrafal sería que a la Unidad de Protección Civil Jalisco se le “ocurrió” lavar el colector del drenaje intermedio (el cual explotaría horas después), un especialista señaló que “esta acción fue un grave error porque con la oxigenación y la cantidad de hidrocarburo que había, se provocaba una mezcla que era muy fácil que con cualquier chispa tuviese explosividad”.

Era el sexenio de Salinas de Gortari y los costos políticos también llegaron: Guillermo Cosío, gobernador, Enrique Dau Flores, alcalde de Guadalajara, Aristeo Mejía secretario de Desarrollo Urbano y Rural junto con otros funcionarios fueron separados del cargo y algunos se fueron a la cárcel.

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Este sábado a 31 años de la tragedia en San Sebastián de Analco se recordó a aquellos que fallecieron como consecuencia de la explosión. Se menciona que, en las primeras filas de la parroquia, víctimas en silla de ruedas, ¡con amputaciones y portando una camiseta con la leyenda “Justicia!”, escuchaban atentos la homilía en la cual el padre aseguró que, pese a la tragedia, el hecho permitió a los habitantes del barrio de Analco fortalecer sus lazos y ver la vida desde una óptica de respeto y amor.

La verdad es lo único que no cambia

A manera de crónica apresurada, recuerdo (y ya lo había platicado) que era semana de pascua y me encontraba en Chapala, cuando por radio principalmente y tv empezaron a circular las noticias, llenas de imprecisiones, alarmismos. Mi madre (Q.E.P.D.)  y hermanos vivían en el Sector Reforma, muy cerca de Analco, la zona de las explosiones, y repito: la información era difusa, según los reporteros, casi media Guadalajara se estaba destruyendo en esos momentos, y que otra explosión en la calle de Gante, y que otra gran explosión en Río Nilo, otra en 5 de febrero; es decir; no había un patrón de seguimiento en la ruta de las explosiones.

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Sin pensarlo mucho me subí al datsuncito amarillo y preocupado me dirigí a Guadalajara, llegando a la zona cero, todo lo que venía escuchando por el radio ahora lo veía, era impresionante el olor a gasolina, la zona no estaba ni acordonada, gente llorando, herida, buscando familiares o atención médica, polvo por doquier y destrucción mortal. Ese era el paisaje.

Después de cruzar esa parte me dirigí al hogar de mis familiares, no estaban, una vecina me dijo que se habían ido a Zapopan donde estaba el Kínder en el cual trabajaban. Efectivamente ahí los encontré temerosos y asustados. Nos enteramos por las noticias que se estaban habilitando albergues en el CODE, Hospital Civil, Hospital Militar y el Estadio Olímpico de la Universidad de Guadalajara, por lo que me trasladé ahí a ver si podía ayudar en algo. Ahí me quedé hasta la madrugada.

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Atónito y obsesionado en qué más podía ayudar me trasladé a la casa de un amigo que vivía justo en la esquina de Alcalde y Hospital, el buen “Luigi Piripití”, impresor de la Editorial Independiente Alimaña Drunk. Desde el primer piso de su casa se veía el transitar de la gente, con rostros angustiados, no cesaban las sirenas, “un ambiente de guerra “, pensé.

El buen amigo Luigi Piripití, sacó una botella creo de tequila y me le pegué con todo valor, porque ya empezaba a flaquear por el horror que desde la mañana había vivido. Con unos buenos tragos de tequila y ya sin lágrimas en los ojos le dije a Luigi que fuéramos al Hospital Civil, estaba a tres cuadras, no quiso ir. 

– ¡Entonces presta! – le dije, arrebatándole la botella al tiempo que bajaba las escaleras rápidamente para salir a la calle.

El viento de madrugada de inicio me cayó bien, pero a la par sentí, que el tequila se me subía más allá de la coronilla. Pues ni modo, la entrada al enigmático e histórico Hospital Civil era un ambiente y territorio de guerra: familiares, personal del sector salud, reporteros, heridos, policías y voluntarios, no se si algunos andarían igual que yo de ebrios.

Con mi chamarra de cuero y mi credencial de universitario como cartas de presentación, me metí por los enormes pasillos, vi que un enfermero luchaba por mover unos catres, así que de volada lo auxilié, una señora con el rostro totalmente vendado pedía que le acercaran un vaso con agua. Algo que nunca olvidaré serán los lamentos. Lamentos de los heridos, niños, señoras, jóvenes, ancianos. Estados alterados “de la Humanidad Doliente”, diría Don Fray Antonio Alcalde.

El año pasado los damnificados pedían que PEMEX asumiera su responsabilidad en la tragedia, existe un fideicomiso integrado por solo 57 damnificados a los cuales les dan 15 mil 558 pesos al mes, pero estaban  temerosos de que en este año perdieran ese beneficio. Lo que se ha anunciado es que  el Gobierno de Jalisco aprobó una modificación al Fideicomiso que comprende realizar el pago en UMAS y con ello, su apoyo mensual se vería afectado. El abogado Eduardo Montelongo, apoyo de los damnificados del 22 de abril, señaló que con esta conversión los beneficiados dejarán de recibir el aumento del 20 por ciento en salarios mínimos para recibir sólo el 7 por ciento en UMAS.

El saldo oficial quedó en 212 muertos, 69 desaparecidos y mil 470 lesionados. Conste; cifras oficiales.

José Antonio Vargas tenía en ese entonces 14 años, le ayudaba a su padre en un taller auto eléctrico, salió a comprar una refacción, la explosión de la calle de Gante lo hizo volar por los aires, -según relata-, salvó la vida, pero quedó para siempre en silla de ruedas. ¿Qué culpa tenía que pagar José Antonio de las estupideces y omisiones de todos los involucrados encargados de mantener en buen estado esta infraestructura? ¡Qué culpa…chingado!

Historiador y escritor. Ha publicado en diversas revistas, medios y modalidades. Es profesor investigador titular de la Universidad de Guadalajara.

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