Por: Jesús. D Medina García | Simpatía por el débil
Autlán de Navarro, Jalisco. 12 de marzo de 2023. (Letra Fría) Hace algunos años en las instalaciones de la extinta Facultad de Filosofía y Letras, ubicada por la Glorieta de la Normal y cercana al Panteón de Mezquitán, se generó un movimiento bastante particular y seguramente irrepetible.
En ese espacio convergían estudiantes de la mencionada Facultad de las carreras de letras, filosofía, sociología y filosofía, y también acudían jóvenes del barrio. Eran las actividades lúdicas o culturales, artísticas lo que propiciaba esos cotidianos encuentros. Ya ese barrio había tenido una organización cien por ciento urbana y contracultural a la que denominaron BUSH ( en esa época el presidente de la Unión Americana era George Bush), este BUSH era el acrónimo de Bandas Unidas del Sector Hidalgo, además contaban con un foro callejero denominado Jim Morrison.
Esa vinculación pastel entre universitarios y chavos y chavas del BUSH, rindió frutos, entre ellos la celebración de eventos artísticos en el Foro Jim Morrison y tal vez el proyecto más importante: La Editorial Independiente Alimaña Drunk, donde publicamos más de 20 obras- poesía y narrativa- de distintos autores (entre ellos Jujo Capuchino). Pero hablar de la Alimaña Drunk es motivo de otra historieta globalifóbica.
Pues en ese espacio fue donde conocí al buen Juan Jo, no era estudiante ni vivía en el BUSH, era bien conocido como Jujo Capuchino, El Juan Arco y posteriormente la Cartelera Ambulante.
Era muy tranquilo, hablaba de manera pausada, con un buen léxico, jamás alzaba el volumen, más bien parecía susurrar. Muy pocas veces en décadas lo vi ebrio, sabía tomar, fumar y cotorrear sin alterarse, siempre traía algo para vender: libros, discos, pulseras, pero principalmente libros, y buenos textos, además.
Nunca fui a su casa ni él a la mía, sólo sé que tenía familiares en Tonalá, aunque solía quedarse a noctambular en donde anduviera conviviendo, por lo general hasta el amanacer, ya sea en el vehículo de algún colega de andanzas, una fiesta o de plano en el quicio de algún comercio o bien, en los portales del Centro Histórico de Guadalajara. Le gustaba más la poesía que la narrativa, aunque también leía a Goethe, Giovani Pappini, José Agustín, Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz, José Emilio Pacheco.
Carlos Fuentes, Octavio Paz, por cierto: estos dos señores aún vivían.
Cuando salíamos de alguna clase y nos reuníamos los universitarios con los del BUSH en el llamado Pinos Bar, como popularmente se le conoce hasta la fecha a unas áreas verdes del hoy Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, una especie de ágora libre, Juanjo ya estaba enterado de los principales eventos donde habría brindis y se organizaba el itinerario cultural.
Ya fuera la presentación de un libro, inauguración de alguna exposición, conferencia magistral, entre otros. El requisito era que hubiera brindis. Por ello había quien decía que al Juanjo se le podía considerar “una cartelera ambulante” como las de antaño. Como ya mencioné, al Juanjo le publicamos un poemario en la editorial independiente Alimaña Drunk: Perversario: Relatos al Filo de la Desnudez.
Sólo para puntualizar: aún no había teléfonos celulares, ni laptops, ni internet, jamás imaginamos que existiría el COVID. Definitivamente vivíamos la sociedad prepandemia y no lo sabíamos.
Terminé la carrera, pero eso no fue impedimento para seguir conviviendo con el Jujo Capuchino, en los cafés del centro, principalmente el Madoka, o… en algún brindis. Yo siempre he sentido afecto por él, respeto su forma de vivir.
Nos dejamos de ver por varios años pues cambié de residencia: de Guadalajara a Autlán. Un día me lo encontré en Guanatos afuera del Hotel Madero, a un costado de Aranzazú, vestido con uniforme de “botones” , lo abordé de inmediato, nos dimos un abrazo, me dijo que había agarrado esa chamba pues le gustaba ya que, aunque ganara poco, los horarios estaban bien pues le permitían asistir a los brindis…Ja ja ja… nos reímos recordando viejas glorias.
Y de nuevo pasaron años sin vernos ni comunicarnos, hasta la semana pasada. Caminaba con mi hijo por la Plaza Tapatía como a las 12 de la noche, le platicaba algunas historias de mis mocedades en esos barrios, veíamos a varios indigentes ya dormidos entre sus cartones y trapos, afuera de Liverpool, en los portales, en las bancas de catedral….
-Ese es uno de los lados oscuros del capitalismo, amigo-, le dije.
En la esquina de Juárez y Belem, hay un puesto de periódicos que no cierra en toda la noche, se reúnen varios indigentes, al pasar descubrí que el Juanjo andaba ahí, como buscando algo, con emoción pronuncié su nombre, aún no volteaba su rostro hacia mí, pero ya había dicho con su suave y ronca voz: Chuy Medina…
Traía un morral, después de intercambiar algunas frases, me dijo que la Editorial Independiente La Rueda Cartonera, que dirige Sergio Fong, habitante del BUSH, ex – estudiante de sociología y también creador de la Alimaña, le había publicado una nueva edición del Perversario… y ahí traía un bello ejemplar.
Son ediciones artesanales, hechas de cartón, con papel reciclado, cocidos a mano, con cariño. Me dio el ejemplar. No quería, pero aceptó un pago. Le pregunté que qué onda, qué hacía, de qué la giraba… un poco evadiendo me dijo: pues aquí en el centro histórico… entonces comprendí que llevaba vida de calle, ahora él era un indigente ilustrado. Me preguntó si ya me había jubilado, – casi casi – le dije melancólico.
Nos despedimos sonriendo, como aceptando nuestras nuevas realidades. Fue imposible no recordar el pasado. No se si nos volvamos a ver. Pero cada que ande por ahí lo iré a buscar, aunque no lo encuentre.
En el insomnio de madrugada, en mis trasnochados sentimientos me llegó un pensamiento de paz: Jujo Capuchino en esta sociedad postcovid era más libre que yo, era más libre que millones, escogió esa forma de vida, esas calles, esa Guadalajara nocturna, ese firmamento de concreto.
Termino con unos versos libres del famoso poemario:
Perversario: Relatos al filo de la desnudez
I
Con el corazón hambriento
y mirar pacheco
se bebe una cerveza nocturna.
Así es como la líquida oscuridad
con su estrellado firmamento burbujea
refrescando el alma maldita
del poeta alucinado
que brindando con la locura
levanta el envase
semejante a un saxofón de vidrio
e ingiere la bebida
cual música refrescante y espumosa
que nutre su aventurero espíritu
tomándose así
de abrumadores tragos la noche.
II
Las vertientes calles son
laberintos citadinos
donde los muros apañan siluetas recostadas
en el firmamento de concreto.
Es el ritual de la oscuridad
y un filero de obsidiana
se hunde en las entrañas
de los trasnochados sentimientos.