En enero de 1913 irrumpe en la región el revolucionario Eugenio Aviña, quien con un contingente de hombres armados hace sus fechorías por las haciendas de San Buenaventura y San Juan de Amula; la de Apulco, El Platanar y San Miguel; la ciudadanía gabrielense forma un cuerpo de defensa y se enfila rumbo a Totolimispa para detenerlo, pero como los bandoleros enfilaron rumbo a Colima, el Comandante y su contingente regresaron a San Gabriel.
Para julio, Aviña se enfiló a Tapalpa, después de haber robado en la hacienda de San Antonio de la municipalidad gabrielense; ya para agosto se oye hablar por todos lados del bandolero Pedro Zamora, otro guerrillero que se sumaría a los ideales del insigne Pancho Villa.
En marzo de 1914 Pedro Zamora irrumpió con 80 o 90 hombres en las poblaciones de San José; en Apulco plagiaron al rico hacendado don Carlos Vizcaíno Vargas, para posteriormente saquear la hacienda de San Pedro propiedad del Lic. Severiano Pérez Jiménez, enseguida se dirigieron a Tolimán de donde se llevaron armas y caballos; después atacarían Tuxcacuesco.
En mayo hacen su entrada a San Gabriel, unos 300 carrancistas comandados por José Michel Zamora y Efrén Benavides, quienes con lujo de autoridad saquearon las tiendas y comercios, imponiéndole al pueblo un “préstamo forzoso” de $ 3000 pesos dio cuenta a sus superiores el Padre Abundio Anaya, párroco de San Gabriel; los carrancistas fusilaron a 13 inocentes ciudadanos colgándolos en los naranjitos que adornaban la calle del Santuario, entre ellos a don Eduardo Díaz Santana.
Estos hechos lamentables hicieron que las gentes adineradas, con comercios bien establecidos y familias educadas, emigraran a Sayula, Colima, Guadalajara, Ciudad Guzmán; familias como las de don Edmundo Villa Michel, de don Trinidad Arámbula, don Yreneo Dávalos, don Eligio Fregoso, don Juan Nepomuceno Pérez Rulfo y muchas más; se clausuraron comercios, tejidos de lana, tienda mixta, tendejones, botica, hotel y mesón, fábrica de jabón, herrería, panaderías, taller de encuadernación, etc.
Para 1915, en enero, hubo un encuentro entre villistas y carrancistas en La Cañada, cerca de Apango, perdiendo la batalla los segundos. El 1º de noviembre de este año, se dio un combate entre los carrancistas y los villistas en la hacienda nueva de San José (del Rincón) comandados por Pedro Zamora, al que le infringieron unas 400 bajas.
El 21 de octubre de 1916, de paso a Ciudad Guzmán y de acuerdo con las leyes de esa época, el Gobernador y Comandante Militar del Estado Gral. don Manuel M. Diéguez, instaló el nuevo Ayuntamiento bajo la Presidencia de don Estanislao Vizcayno, cosa que no agradó a la ciudadanía gabrielense.
La Asociación de Hijas de María, una organización religiosa dependiente de la parroquia, se había erigido canónicamente en 1882, durante la administración del señor Cura don Francisco Díaz Montes, siendo el primer director supo encaminar a la asociación de manera tal que, en enero de 1885 con la asistencia del Gobierno Eclesiástico, se bendijo la nueva capilla anexa a la parroquia para dedicarla a la Virgen de la Inmaculada Concepción.
La administración del señor Cura don Abundio Anaya, supo sortear todos los peligros y celebrar con la mayor lucidez todas las festividades de la Santísima Virgen, a pesar de los movimientos y luchas armadas en la población.
Sin embargo, no todo marchaba con la tan ansiada paz social, ya que su sucesor el Cura don Ireneo Monroy, quien fue presentado a las asociadas en 1917, tuvo que enfrentar…
“… la época más aciaga de la revolución, más no por eso se desalentó; cuando cesó el culto dispuso que nos reuniéramos a rezar nuestro oficio los domingos en algunas casas de las socias, designando dos y tres, en cada uno de los cuatro cuarteles en que está dividida la población; y los días 8 en la casa de la Señorita Presidenta Teófila Morett, (ahí) se hacía la comunión general y se tenía la junta presidida por el Señor Director”.
Por las notas anteriores se comprende que la presencia de diversos grupos armados impedía que la mayor parte de la población realizara sus actividades religiosas y vida cotidiana.
El 15 de julio de 1918, Pedro Zamora atacó esta plaza, pero al estar en pleno tiroteo contra la acordada defensora, se oyó pitar el cuerno por la bajada de Sayula, lo que hizo que se retirara, no sin antes llevarse secuestrados a don Maximiano Trujillo y a don Salvador Fregoso, por quienes se pagó rescate regresando vivos a los ocho días.
En esa ocasión los defensores victimaron a un individuo apellidado Gonzaga, indignándose Zamora por tal hecho, manifestando que “… valía más que todo el pueblo de San Gabriel”, prometiendo que volvería a tomar la plaza “… por la buena o por la fuerza”.
No se pudieron celebrar las fiestas patrias porque el 15 de septiembre, las fuerzas rebeldes con más de 500 hombres, comandadas por P. Zamora atacaron la población cometiendo atrocidades.
Muchos comercios establecidos, así como la Escuela Oficial para niñas, el portal Degollado y tienda de don Cecilio Contreras, la casa de Mariquita Montenegro, la casa de altos y tienda de don J. Jesús Morett, fueron parcialmente incendiados.
La Acordada Defensora sufrió algunas bajas en sus filas; los zamoristas perdieron varios hombres, el desfile cívico del día 16 se convirtió en desfile fúnebre.
A raíz de la suspensión de los cultos religiosos en 1918, la sociedad de este pueblo estuvo luchando porque se respetaran sus derechos más elementales: “… el 8 de septiembre de 1918, la Sociedad Católica de San Gabriel, lanzó un manifiesto al gobierno, el cual fue firmado por Edmundo Villa, José Ochoa, J. Cruz Ochoa, José de Jesús Sedano, Eligio A. Fregoso, y más de 900 firmas; señoras y señoritas Ma. del Refugio R. de Dávalos, Juana A. V. de Curiel, Ma. R. de Arámbula y siguen más de 1,200 firmas”
En “… ese documento, los católicos de San Gabriel, en tono enérgico, pedían que se les respetaran sus derechos de ciudadanos mexicanos, de alguna manera hacían entender, que si no lograban esa libertad, estaba el pueblo dispuesto a levantarse en armas. Desde ese año, las cosas parecieron, si no mejorar, cuando menos no empeorar”.
En mayo de 1919, el Ayuntamiento solicitó al Supremo Gobierno del Estado, que a través de la Jefatura de Operaciones Militares, dotara a esta ciudad de un destacamento permanente de unos 50 hombres por lo menos, para que la sociedad viviera tranquila y evitar el éxodo de familias.
La Revolución Mexicana estaba llegando a su fin en esta región; la paz volvería poco a poco.
Bibliografía:
GUZMÁN Mora, José de Jesús. Centenario de la Revolución Mexicana, 2010. Edición del H. Ayuntamiento Constitucional de San Gabriel, 2010-2012.