Rieleras y juanes, cuando esta Adelita tenía 17 años (¡uh!) y apenas comenzaba a llenar solicitudes para la universidad, mi mamá me dijo una frase que se me quedó tatuada en el cerebro: “Estudia algo que te dé de comer. Medicina, derecho o arquitectura. Eso nunca falla”, mi papá un poco más mesurado y habiendo dedicado décadas de su vida al servicio bancario tanto en su versión privada, como luego de la nacionalización de la banca y posteriormente la vuelta a los grandes emporios mercantiles internacionales, me decía ¿por qué no estudias administración? Y no es que fueran malintencionados, simplemente era lo que ellos conocían.
Para mis papás —como para muchas madres y padres— esas carreras eran sinónimo de éxito, respeto y estabilidad. Lo que no sabían es que el mundo ya no es el mismo que el de su generación, y que hoy, hay muchas otras formas de “ganarse la vida” sin bata blanca, traje sastre o libro de entradas y salidas.
La realidad actual profesional es así: los nuevos perfiles no solo existen, sino que están construyendo el futuro. ¿Han oído hablar del analista de datos éticos? ¿O de la diseñadora de experiencias de usuario? ¿Qué me dicen del gestor de comunidades digitales, el curador de contenido, la estratega en sostenibilidad o el narrador transmedia? Estos trabajos no son ciencia ficción: son reales, bien pagados y, en muchos casos, más acordes con lo que necesitamos como sociedad ahora mismo.
Pero aún hay una desconexión. Mientras las universidades y los mercados laborales comienzan a adaptarse, muchas familias siguen pensando que lo “seguro” es lo de siempre. Y claro, es comprensible: durante décadas, esas profesiones eran garantía de reconocimiento social. Sin embargo, lo que no se está viendo es que muchas de esas carreras, si no se reinventan, corren el riesgo de volverse obsoletas o al menos insuficientes.
Tomemos el periodismo como ejemplo. Ya no basta con escribir bien y saber hacer entrevistas. Hoy, un periodista también puede ser programador, puede analizar big data, hacer visualizaciones interactivas o cubrir conflictos armados con un dron. Y ni hablar del periodismo de derechos humanos o del que se hace desde TikTok para informar a nuevas generaciones. Es otra lógica, otro ritmo y otro alcance.
Por eso, esta Adelita les hace una invitación: a las y los jóvenes, a que se informen y no tengan miedo de explorar nuevas rutas. Y a las madres y padres, a que escuchen, sin prejuicios, lo que sus hijas e hijos les quieren decir sobre lo que les apasiona. No todo lo nuevo es inestable, ni todo lo tradicional es garantía.
Lo importante es que la decisión profesional esté alineada con el mundo actual y con el sentido personal de cada quien. Porque sí, mamá, tal vez no seré doctora, papá no fui administradora. Pero eso no significa que no pude aportar al mundo a mi manera, como muchos jóvenes que hoy están en el dilema de elegir una profesión, también lo harán.
