Los nuevos conflictos globales a nivel mundial han actualizado su forma de entender y ejercer la guerra, desde los instrumentos de persuasión social mediante medios de comunicación masiva, la transmisión y retransmisión de discursos hegemónicos, además, de la creación de múltiples cámaras de eco, funcionan para poder definir las relaciones de poder desde la comunicación que los actores internacionales tienen a su disposición.
Daniel Flores, internacionalista especializado en geopolítica y en estudios Latinoamericanos por la Universidad de Guadalajara, actualmente se desempeña como alumno de la maestría en Ciencias Sociales por la misma casa de estudios, se posiciona como una de las nuevas voces generacionales de Jalisco que lideran la opinión sobre el análisis internacional, nos explica la reciente mención del Premio Nobel de la Paz a una lideresa de la derecha Venezolana y cómo esto significa un cambio total en la política occidental en contra del país latino.
El Premio Nobel de la Paz, según el testamento de Alfred Nobel, debe conferirse “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”. Sin embargo, en este mundo cada vez más orwelliano —donde el lenguaje se manipula para ocultar o distorsionar la verdad y el acto de doblepensar, permite sostener dos ideas contradictorias a la vez—, el Premio Nobel de la Paz fácilmente puede ser otorgado a una figura como María Corina Machado (MCM), especialmente si se entiende que “la guerra es paz”, “la libertad es esclavitud” y, sobre todo, que “la ignorancia es fuerza”.
De acuerdo con el periodista y analista internacional Lautaro Rivara, “el Nobel otorgado a María Corina Machado relanza el debate sobre un premio sincronizado con la agenda de guerra occidental”. Si en 2009 el expresidente venezolano Hugo Chávez (1999-2013) fue criticado y tildado de “populista” y “demagogo” por afirmar que ya no era Chávez, sino el pueblo —y que, por tanto, no se pertenecía a sí mismo, sino al pueblo que encarnaba—, hoy podría decirse que la Nobel de la Paz, MCM, tampoco se pertenece a sí misma.
Desde al menos 2002, tras el golpe de Estado contra Chávez, su discurso y accionar parecen responder a la agenda geopolítica de “cambio de régimen” impulsada desde Washington. Prueba de ello es que, al recibir el galardón, dedicó el premio al “sufrido pueblo de Venezuela” y “al presidente Trump, por su decisivo apoyo a nuestra causa”.
Pero, ¿cuál es esa causa a la que se refiere MCM? ¿Y qué tipo de apoyo le ha brindado Donald Trump?
Según el Comité Noruego del Nobel, el premio reconoce su “incansable labor de promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y su lucha por una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
No obstante, en este mundo orwelliano, la “promoción de los derechos democráticos” parece incluir la participación activa en golpes de Estado —como en 2002, cuando firmó el llamado Decreto Carmona, que disolvía todos los poderes públicos del país— y la promoción de estrategias insurreccionales como La Salida en 2014. Aquella operación, de carácter civil y paramilitar, buscaba derrocar por la fuerza al chavismo, dejando un saldo de decenas de muertes entre militantes oficialistas, opositores y fuerzas de seguridad.
Asimismo, la llamada “transición justa y pacífica” ha incluido el respaldo a la aplicación de medidas coercitivas unilaterales (sanciones) que han afectado directamente al “sufrido pueblo de Venezuela”, además de los reiterados llamados a una intervención militar extranjera. En nombre de la democracia, se ha puesto en riesgo no solo la vida de millones de venezolanos, sino también la paz y la seguridad regional en América Latina y el Caribe.
Durante su primera administración (2017-2021), Donald Trump adoptó una política de “máxima presión” hacia Venezuela por dos vías:
- La diplomática, al reconocer a Juan Guaidó como “presidente interino” y presionar a sus aliados regionales e internacionales para hacer lo mismo.
- La económica, “asfixiando” al país mediante una guerra económica basada en un embargo criminal y violatorio del derecho internacional, al estilo del impuesto contra Cuba desde 1962.
Ambas dimensiones se inscriben en lo que algunos analistas denominan una “guerra cognitiva” o “de cuarta generación”, donde el control de la información y la manipulación del discurso son armas estratégicas.
En la era Trump 2.0, el exmandatario parece haber pasado de una política de poder inteligente —que combinaba lo diplomático (poder blando) y lo económico (poder duro)— a una estrategia abiertamente belicista. En agosto de este año, su gobierno desplegó cerca de las costas venezolanas una flotilla de guerra que incluye varios destructores de misiles guiados, un submarino de propulsión nuclear, aviones de reconocimiento P-8 y cazas F-35 de última generación, estacionados en Puerto Rico.
Bajo una narrativa que cambió de “intervención humanitaria” a “guerra contra el narcotráfico”, Washington justificó la operación como parte de una campaña para frenar el tráfico de fentanilo y cocaína hacia Estados Unidos. MCM, fiel a la agenda geopolítica de Washington, no condenó este acto de agresión, sino que lo justificó afirmando que las medidas de Trump buscan “impedir el acceso a fondos esenciales para el régimen de Maduro”.
El Nobel de la Paz a María Corina Machado revela, en suma, una suerte de neo(liberal)lengua en la que las palabras se vacían de sentido y el discurso se vuelve arma. En esta lógica invertida, “la guerra es paz”, “la libertad es esclavitud” y, sobre todo, “la ignorancia es fuerza”.
Agradecemos en “La Grilla” la participación de Daniel, quedando al pendiente de su progreso como investigador social, así como a sus futuros trabajos académicos, y agregamos una reflexión final a dicha problemática tan preocupante para entender como se establecen los nuevos conflictos internacionales.
Parece ser que cuando una nación tiene el principio legitimo de autodeterminación este se convierte (en automático, por así decir), inmediatamente en una amenaza contra la paz y la estabilidad que se ha construido en la imaginación occidental desde el ciclo del mercado como instrumento de mediación política en todos nuestros países, culminando en un proceso de acumulación de riqueza que determina la prioridad de evolución de las naciones siempre y cuando estas jerarquías se acepten y también se este de acuerdo en formar parte de esta cadena de transición de los capitales.
Atentar en contra de una lógica política sectaria, es lo que hace creer que la libertad se pierde cuando se intenta autodeterminarse, ignorando, que esto es todo de lo que se trata ser libres de verdad.
