Agricultura convencional, un modelo peligroso para la salud humana

Los casos de El Mentidero y Ahuacapán son solo botón de muestra de un problema mundial, asegura investigador; es necesario generar un sistema de bajo riesgo sobre todo para niños y adolescentes.

Parcela contigua a la telesecundaria "Venustiano Carranza" de El Mentidero, cuya fumigación ha provocado malestares en los alumnos (Foto: Mayra Vargas).

Por Agustín del Castillo

Autlán de Navarro, Jalisco, a 11 de julio 2022.- (Letra Fría) Hay un problema grave con la agricultura convencional que se practica en en valle de Autlán, uno de los emporios del sector primario en Jalisco, primer productor del país.

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Pero en realidad, es un problema nacional, y en buena parte, mundial, sostiene el investigador del Centro Universitario de la Costa Sur, Luis Manuel Martínez Rivera. Habla del uso indiscriminado de decenas de sustancias peligrosas para la vida, no solamente humana, en los paquetes tecnológicos que se aplican para la caña de azúcar, las legumbres y hasta cultivos tradicionales como el maíz o frijol.

“La visibilización viene de 2018 y 2019 con los casos de Ahuacapán y El Mentidero. Tras los primeros hallazgos, las madres pidieron que se ampliaran los análisis de los niños de preescolar y primaria a los de secundaria, y el resultado demuestra que hay un muy serio problema con el uso y abuso de agroquímicos; evidentemente, tuvo que ver el tema del glifosato, pero son muchas sustancias más, y aunque hemos tenido una muy buena recomendación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, percibo que el proceso es muy lento y no se está abarcando todo”, señala el académico. 

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No es que se hubiera ignorado el problema antes. En el año 2015, una investigadora del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (Cucba), María Teresa Sandoval Madrigal, publicó un artículo, Contaminación por plaguicidas en acuíferos del Valle de Autlán, Jalisco, en el cual ya ponía el dedo en el renglón.

“Si bien los plaguicidas han generado beneficios en la producción de alimentos, también se les vincula con el deterioro ambiental y serias afecciones en la salud humana. Actualmente en México el uso de plaguicidas ha alcanzado las 60 mil toneladas anuales […] con el surgimiento de la agricultura a gran escala en el valle de Autlán, también dio hincapié a la llegada y utilización de plaguicidas sintéticos para el control de plagas agrícolas; hoy en día es difícil encontrar un agricultor que no use plaguicidas pretendiendo con ello reducir las poblaciones de insectos plaga responsables de daños y pérdidas económicas en sus cultivos. Sin embargo, a los pocos años se puso en duda la eficacia de estos productos, porque aparte de generar el fenómeno de resistencia en los insectos tratados, [hay] contaminación los recursos naturales y se presentan serios problemas de salud” 

Extracto del artículo Contaminación por plaguicidas en acuíferos del Valle de Autlán

“Desde que estas sustancias estuvieron al alcance del agricultor los plaguicidas se han considerado la herramienta más poderosa y efectiva para el control de plagas. Por lo que se ha generado una gran dependencia a estas sustancias, y paralelamente el deterioro ambiental”, añade.

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Cambiar la lógica de producción

Parcela cultivada sin agrotóxicos. (Foto: Darinka Rodríguez)

“Los agricultores del valle de Autlán se pueden clasificar en dos grandes grupos: aquellos con formación profesional y que siembran más de 10 hectáreas, y otros con escaso estudios y que cultivan desde media hasta las 10 hectáreas. Respecto al primer grupo se pudo conocer que recurren frecuentemente al uso de variedades resistentes o tolerantes aunque su precio sea mas elevado, se eligen estas semillas por que han obtenido buenos resultados, usan plaguicidas mas modernos y más costosos», señala la autora del artículo.

Sin embargo, la mayoría no realiza monitoreo y si lo hacen no analizan los resultados ni toman acciones con base en los resultados, hacen las aplicaciones de manera programada, por lo que buscan anticiparse a la incidencia de los insectos vectores.

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Continúa la investigadora explicando, «se pudo percibir que la programación sobre el uso de plaguicidas generalmente la realizan al inicio del cultivo, incluso antes del inicio del cultivo, pero incluyen diversas tácticas de control como son: el uso de enemigos naturales, extractos vegetales, feromonas y la rotación de plaguicidas por grupo toxicológico, minimizando la resistencia en insectos tratados”, recalcó. 

Por otra parte, “se sabe que están fomentando el uso de equipos apropiados de protección, aunque se enfrentan frecuentemente a la resistencia de algunos trabajadores, donde suele ser obligatorio su uso es en aquellas Empresas Certificadas con Buenas Practicas Agrícolas, el propósito de este protocolo es asistir a productores en la reducción de riesgos biológicos, físicos y químicos que puedan poner en peligro la inocuidad del producto y por ende la salud del consumidor, por lo que todo el proceso es más vigilado, cuidadoso y organizado”.

En contraste, “se pudo conocer también que los agricultores que siembran menos de 10 hectáreas tienden a depender más de los plaguicidas; los usan sin ningún tipo de protección, en ese contexto mencionan que no los usan por costumbre, ignorancia, no soportan las altas temperaturas, y a que no se les puede obligar a usarlo. En cuanto al uso unilateral de plaguicidas está asociado primordialmente a la incertidumbre, pues no realizan monitoreo para conocer la presencia y distribución de los insectos plaga en su parcela, por lo tanto ni el momento adecuado de su uso. Se pudo conocer también que se inclinan por los plaguicidas, por el desconocimiento de otras tácticas más amigables con el ambiente y más seguras para su salud”.

Esos agricultores pequeños, “mencionan que frecuentemente se sabe de intoxicaciones mediante agricultores conocidos que han sido víctimas, incluyendo algunos trabajadores, y ocasionalmente algún miembro de la familia, cuando estos últimos forman parte de la mano de obra. Que en algunos casos son llevados al hospital para recibir atención y en otras ocasiones se recuperan en el campo o en su casa”.

En referencia a la legislación sobre el uso y manejo de plaguicidas, “encontré que son escasos los agricultores que conocen sobre este tema, por lo que cualquier producto que les venden o les recomiendan será bueno para su uso, y pocos leen las introducciones y la fecha de caducidad de los productos que están usando, o si es este es de uso exclusivo de la Secretaria de Salud (SSA), y en otras ocasiones suministran mayor cantidad de producto que la que se recomienda, pretendiendo con ello alcanzar mayor éxito en el control de plagas”.

Decenas de compuestos

Luis Manuel Martínez Rivera es profesor investigador y docente de la Maestría en Manejo de Recursos Naturales de la UdeG, coordina del proyecto de manejo y conservación de los recursos naturales de la cuenca del Río Ayuquila y el doctorado en Biosistemática, Ecología y Manejo de Recursos Naturales y Agrícolas.

Destaca que el problema es que la agricultura empresarial maneja muchas sustancias legales, aunque hay constancia de los riesgos a la exposición en la salud humana incluso si algunos, como el glifosato, se han considerado ligeramente tóxicos.

“La causa es en parte una demanda alta de alimentos, que hace que se necesiten los pesticidas, pero debemos convencer a la sociedad de que no es la única forma de producir; hay que buscar cómo garantizar la salud, y no solamente en el caso de los consumidores; las víctimas que tenemos en el valle de Autlán son campesinos que no se quejan porque viven de eso, es su modelo de negocio», explicó a Letra Fría.

«Entonces no hay protección para esos ciudadanos, las normas ambientales y de salud para la agricultura son muy laxas y muy poco específicas; la contaminación no es puntual sino difusa, y se debe normar”, confirma.

Pero el sector agrícola tiene una fuerza política considerable; “se trata de un sector históricamente sobreprotegido: tiene energía subsidiada, agua a precios ínfimos y diversos incentivos perversos”.

Considera que se debe proteger al pequeño agricultor para quie tenga un negocio rentable, dada la importancia social de la agricultura, pero esto incluye protección a su salud y calidad de vida. Lo que ya no es obligación del Estado es la protección de las grandes empresas, los subsidios no deberían ser para ellas.

“Además, en las zonas de producción, se debe proteger a los habitantes de las áreas cercanas con franjas de protección que permitan no exponerlos a los agroquímicos, pesticidas y fertilizantes. Y no como está ahora, que los cultivos están pegados a las casa y las escuelas”, describe el académico. 

Martínez Rivera admite la premisa de que es necesario primero comer, garantizar la economía, pero hay una suerte de perversidad en ocultar el daño crómico frente al hambre puntual de todos los días.

“Se naturaliza el daño porque no suele ser de reacción inmediata; entonces se busca disfrazar y exculpar a los pesticidas. El caso del daño renal, por ejemplo, muy prevaleciente en la zona estudiada, debe tener una causa”.

Martínez Rivera, investigador de la UDG

Para todos los especialistas, se debe caminar hacia la posibilidad de que los niños no tengan contacto con esas sustancias peligrosas. Y no es solamente que no estén cerca, sino que se alimenten con productos orgánicos verdaderos, para eliminar la toxicidad de sus cuerpos. 

“¿Cómo evitarlo si todo está en el ambiente? Las cosas deben cambiar. El Mentidero y Ahuacapán son zonas críticas, aunque posiblemente el problema esté en todo el país. Se puede empezar por aquí y generar un nuevo modelo que aminore los riesgos, y sirva para hacerlo en otras partes; hay que demostrar que es posible”. 

PLAGUICIDAS Y SALUD PÚBLICA

El primer plaguicida sintetizado fue el DDT, “sus propiedades insecticidas las descubrió Müller en 1939. Autorizada su comercialización en los Estados Unidos en 1945, se expande al resto del mundo, iniciándose también la búsqueda de múltiples compuestos análogos. Para 1998, la Agencia de Protección Ambiental de los EE.UU. tenía registrados 20.000 productos comerciales…”.
“Conforme a su toxicidad aguda, los plaguicidas pueden ser extremadamente peligrosos, altamente peligrosos, moderadamente peligrosos y ligeramente peligrosos. Según su vida media, pueden ser permanentes, persistentes, moderadamente persistentes y no persistentes.

Dada su estructura química, se clasifican en diversas familias, como los organoclorados, los organofosforados, los carbamatos y los piretroides. Se usan en la agricultura, la salud pública, el control estructural de plagas, la industria, el tratamiento de áreas verdes y de grandes reservas y depósitos de agua. Las fuentes de exposición son los alimentos de origen animal y vegetal, el aire, el agua, el suelo, la flora y la fauna”. 

La exposición aguda se presenta, básicamente, en el ámbito laboral, mientras que la de tipo crónico afecta comúnmente a la población general. Los tóxicos se absorben por vía dérmica, respiratoria y digestiva. La primera es relevante en el ámbito laboral, las restantes en la población general. Se distribuyen por vía sanguínea y las vías de eliminación son la orina, las heces y el aire exhalado, entre otras.
Fuente: Plaguicidas: clasificación, uso, toxicología y medición de la exposición, Ramírez, J. A. y Lacasaña, M.; Instituto Nacional de Salud Pública, Dirección de Ciencias Ambientales. Cuernavaca. Morelos. México, y Universidad Pompeu Fabra, Barcelona, España.

Los derechos humanos de las víctimas

En el marco de la XXV Semana Cultural Universitaria del Centro Universitario de la Costa Sur en octubre de 2019, se organizó el coloquio: “Plaguicidas, salud pública y medio ambiente”. (Foto: Esther Armenta)

En la Recomendación 141/2021 de la Comisión Estatal de Derechos Humanos señala: “El uso, manejo y aplicación de agroquímicos utilizados en los cultivos del valle de Autlán de Navarro, ha generado degradación en la calidad de vida de sus habitantes, principalmente de las niñas, niños y adolescentes de las comunidades de Ahuacapán y El Mentidero. La presencia de agroquímicos en el organismo de los menores de edad de la región fue demostrada con los resultados de los análisis de laboratorio realizados a partir de los dolores de cabeza, irritación de ojos, náuseas y vómito que ellos presentaban de manera constante”.

El organismo presenta, en la entrada del texto, el caso de una madre de familia del poblado de El Mentidero, enclavado en medio de los extensos cañaverales de la planicie: “[ella] inscribió a su hijo en la telesecundaria Venustiano Carranza de la delegación El Mentidero. Desde el primer año, a su muchacho le daban permiso de regresar temprano a casa por el dolor de cabeza del que se quejaba y que cada vez se hacía más frecuente, lo que también le obligaba a cambiar de pastillas para que le hicieran efecto. A ella le preocupaba la situación, pero no creyó que fuera algo grave. Después, platicando con su cuñada se enteró que su hija, estudiante de la misma telesecundaria, también regresaba con dolores de cabeza y náuseas por las que frecuentemente se automedicaba, entonces la alerta comenzó a subir y sospecharon del plantel”.

Sigue el testimonio: “Sus hijos no eran los únicos más de alguna vez, los 53 alumnos de la secundaria experimentaron esos y otros malestares, como irritación de ojos y vómito: se estaban intoxicando de forma aguda con plaguicidas que rociaban en la parcela escolar. A diferencia de otras escuelas, la Venustiano Carranza de El Mentidero tiene como vecina una pequeña parcela que desde hace tres años incursionó con el cultivo de pepino; cada tercer día y alrededor de las 10 de la mañana, a la hora en que sirven el desayuno a los estudiantes de la secundaria, es rociada con al menos seis pesticidas para evitar los insectos que parasitan el cultivo, conocidos como trips y mosca blanca”.

Es decir, “mientras aplican estos plaguicidas por aspersión, los 53 alumnos están en clase, desayunando o tomando el recreo a metros de distancia, pues solo hay un alambrado que los separa del cultivo. Pero además de este contacto inmediato que les generó constantes intoxicaciones agudas, viven en una delegación rodeada de cultivos de caña y aguacate donde incluso sus familiares trabajan. La exposición a los agentes activos contra plagas es permanente y de múltiples fuentes […]”.

El 12 de abril de 2019, investigadores de la Universidad de Guadalajara (UdeG) y del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología (CIESAS), confirmaron en los 53 estudiantes de la telesecundaria la presencia de al menos dos de cuatro diferentes herbicidas glifosato, 2,4-D, picloram y molinato. 

Glifosato, 2,4-D, Molinato y Picloram, son los cuatro plaguicidas encontrados en la orina de adolescentes estudiantes de la telesecundaria Venustiano Carranza, ubicada en la localidad de El Mentidero. (Foto: Mayra Vargas)

La investigación de los médicos, precisa el documento oficial, se extendió a 178 niños de la primaria José María Morelos y al kínder de El Mentidero que, a pesar de no tener como vecino inmediato un cultivo como la telesecundaria, su orina sí arrojó presencia de al menos uno de 10 variedades de plaguicidas, los más frecuentes fueron otra vez el glifosato y el molinato.

El estudio se extendió al poblado de Ahuacapán, otra delegación de Autlán de Navarro: en 103 niños de preescolar y primaria encontraron un catálogo de 12 plaguicidas distintos, de nuevo, el glifosato resultó ser la constante entre la totalidad de los menores analizados.

Tanto en el caso de Ahuacapán, como en El Mentidero, “todos los niños están expulsando a través de su orina, pesticidas que son tóxicos y afectan su desarrollo psicológico, pero también su salud. No es un caso particular solamente en la telesecundaria, encontramos desde los niños de kínder de tres años, presencia de pesticidas, estamos hablando de un problema de la población”, dijo un investigador al defensor de derechos humanos.

La extensa Recomendación aceptada por las diversas autoridades locales y estatales de Jalisco, desde el Ayuntamiento de Autlán hasta la Secretaría de Salud, demuestra un hecho que está lejos de ser aislado: la presencia de sustancias peligrosas en la agricultura convencional, en Jalisco y México, es un grave problema ambiental y de salud pública.

Animales y plantas de la región también absorben tóxicos

Según la Organización Internacional del Trabajo, “El sector de la agricultura, que emplea a más de un tercio de la fuerza de trabajo mundial, es la segunda fuente de empleo más importante del mundo después del sector de los servicios. Es también el sector más importante para el empleo de la mujer en muchos países, sobre todo en África y Asia, y un porcentaje cada vez mayor de trabajadores agrícolas son mujeres”.

Añade: “La predominancia del trabajo infantil en la agricultura es también mayor que en otros sectores económicos, al representar aproximadamente el 70 por ciento del trabajo infantil en todo el mundo. Además, dado que muchos niños de edad inferior a la edad mínima de admisión al empleo viven en explotaciones agrícolas, el riesgo de que sufran accidentes y enfermedades es mucho mayor, por ejemplo debido a la exposición a plaguicidas y otras sustancias químicas que se emplean con frecuencia en la agricultura. Los esfuerzos internacionales para erradicar el trabajo infantil en la agricultura se han venido desplegando desde hace muchos años, pero los niños con edades por debajo o por encima de la edad legal de admisión al empleo siguen sufriendo accidentes en las explotaciones agrícolas, en algunos casos mortales”.

En la Recomendación 141/2021 “la CEDHJ considera que [diversas autoridades locales y estatales] dejaron de observar distintas normas y principios jurídicos que quedaron precisados en el cuerpo de la presente resolución en torno al mandato constitucional de que todas las autoridades del Estado, deben garantizar la existencia de un medio ambiente sano y propicio para el desarrollo humano y el bienestar de las personas”.

Edición: JR/CAC

Agustín del Castillo es periodista desde hace tres décadas y se ha especializado en temas de medio ambiente, desarrollo rural y urbano. Ganador en cuatro ocasiones del Premio Jalisco de Periodismo (1996, 2006, 2018 y 2020), del premio latinoamericano de periodismo ambiental de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza y la Fundación Reuters en 2008; de premios nacionales de periodismo ambiental en 2006, 2010 y 2015; del Reconocimiento Nacional de Conservación de la Naturaleza (2005), entre otros; autor de los libros de reportaje y crónica Montañas de Jalisco (2003), La Primavera en llamas (2006) y Arterias de vida, los ríos de occidente (2007) y coautor en siete libros más. Trabaja actualmente en Canal 44 y radio Universidad, de la UdeG, donde es conductor, guionista y responsable editorial del proyecto. Territorio Reportaje, y es colaborador habitual de La Plataforma de periodismo ambiental Mongabay. También escribe una columna quincenal en El Respetable.

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