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Alfaro vs UdeG: cacique contra cacicazgo

“Las eras reformadoras son siempre fecundas en impostores. El mismo estado de excitación en el sentimiento público que produjo la gran separación de la sede de Roma, produjo también los excesos de los anabaptistas. El mismo revuelo en la opinión pública de Europa, que derrocó los abusos del antiguo gobierno francés, produjo los jacobinos y los teofilántropos. Macpherson y Della Crusca fueron para los verdaderos reformadores de la poesía inglesa lo que Knipperdolling fue para Lutero, o lo que Clootz para Turgot. El público nunca estuvo más dispuesto a creer historias sin evidencia, y a admirar libros sin mérito”.

Lord Macaulay, Ensayo de Thomas Moore sobre la vida de Lord Byron

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Por Agustín del Castillo | Zoon politikon

Guadalajara, Jalisco. 03 de septiembre de 2022. (Letra Fría) No sé si el esfuerzo intenso y furioso que ha desplegado el gobernador Enrique Alfaro Ramírez, en lo que va del año, para tratar de deslegitimar a Raúl Padilla López como jefe político de la UdeG, vaya a tener éxito. Todo parece indicar que no, y por eso hace rabietas cada vez más impresentables en sus videos en redes sociales, con el inquietante y cada vez más claro mensaje de no ser el político sensato y equilibrado que demanda la conducción de la cosa pública, y que tiene el sano efecto de desandar el pensamiento de que Alfaro Ramírez, por su bondad y generosidad que tan eficazmente nos oculta, solo quiere el bien de los universitarios, y de ningún modo hacer viable el viejo sueño de control de un espacio político que ha funcionado como principal contrapeso a las élites de Jalisco, como lo soñaron casi todos sus predecesores.

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Hablemos de los modos: no debe sorprender el estilo confrontativo del mandatario.

Sigue anclado en esa idea de sus asesores de que la cortesía y la civilidad son cosas propias de la simulación, de la táctica de hacer pactos en lo oscurito, y no una conducta democrática. No está demás recordar que eso es un dislate, que no hay democracia sin acuerdos y sin respeto a las formas, pero una vez más, nos demuestra que este es un personaje de la posdemocracia, ese ambiente que domina el mundo político en México -el más conspicuo representante es, lógicamente, Andrés Manuel López Obrador -, y que, deliberadamente o no, camina a construir una especie de democracia autoritaria (o dicho paradójicamente, simulada. La resurrección de la vieja fórmula priista: hay elecciones pero ya sabemos quién va a ganar; hay poderes autónomos, pero ya sabemos quién manda; hay libertad crítica, pero ya sabemos cómo te irá si no te sometes al mandamás).

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Hay que decirlo con todas las letras: La Universidad de Guadalajara no puede caer bajo el control de ningún gobernador. Y no porque se trate de una institución inmaculada, sino porque en ese espacio de cinismo que es el poder, es un elemento real que impide a un cacique sexenal salirse con todas las suyas. Cacique contra cacicazgo, pues.

Si hemos de tener pequeños reyes en Casa Jalisco, que haya pequeños reyes enfrente para que algo se rescate del interés público, ese al que todos aluden amar, pero muy pocos sirven. Si esta lógica del contrapeso no operara, Jalisco sería un estado con vida cultural pobre, con predominio de las élites económicas conservadoras a las que más o menos responden los gobernadores, y el peso a veces excesivo de las iglesias, a últimas fechas, no solo la católica.

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Algunas preguntas pertinentes: ¿por qué las universidades públicas en México se hacen grupos políticos? Eso implica desvío de recursos humanos y financieros a los fines de esas congregaciones. La justificación es que se lleva la agenda universitaria ante los entes públicos, se influye en las discusiones, se empuja a hacerla realidad.

Esto nos lleva a otros problemas que pueden hacer incontrolable a un grupo político en una casa de estudios: el gigantismo de las instituciones (la UdeG solo tiene menos alumnos que la UNAM), la falta de contrapesos internos y una política estudiantil “dirigida”, la imposibilidad material -incluso si no se usaran recursos públicos en cultura, arte y espectáculo – de hacer real el derecho universal de los mexicanos a la educación, mito casi fundacional del país que nació de la constitución de 1917.

Entonces, ¿es realmente posible el acceso universal a la universidad? ¿Qué sucede en las naciones con mejor modelo educativo? ¿Qué hacen universidades de países socialistas como Cuba, abren sus puertas a todos o seleccionan los mejores, como Harvard u Oxford, las mecas del conocimiento en los países capitalistas?

Raúl Padilla López, es verdad, ha durado demasiado como hombre fuerte de la UdeG. Aunque si lo comparamos a su pasado, los Ramírez pusieron y quitaron rectores más tiempo del que tiene Padilla, si bien, estaban más obligados a negociar con el presidente de la república, al que siempre recordaban que el padre de la familia y trabajador ferrocarrilero Margarito Ramírez, había salvado la revolución al impedir la muerte de Álvaro Obregón. El chantaje funcionaba. Pagaban con favores políticos tan importantes como la domesticación efectiva de las disidencias estudiantiles durante 1968. Luego jugaron con el gangsterismo y con las células de insurgencia que surgieron en la ciudad, tipo Liga Comunista 23 de Septiembre o Vikingos de San Andrés, donde se enfrentaron gozosamente a los hijos de otra familia política prominente de la región, los Zuno Arce. Se puede ver en todo esto un juego de contrapesos, y es válido.

Padilla tomó un sistema político rancio y lo alteró en su beneficio. Sin duda le dio vestimenta institucional, sin duda desterró gradualmente el porrismo estudiantil, y no se pueden negar que la institución se ha hecho más sólida, más influyente y reconocida. Tiene una democracia interna dirigida.

El licenciado es un verdadero cacique modernizado: poco interviene en los conflictos, deja pelearse a sus subordinados y jugar a tener el poder, no intenta dominar las agendas e incluso permite libertades críticas que ni López Obrador ni Alfaro concebirían al interior de sus reinos. Al fin de cuentas, el discurso crítico tiene que legitimar, se trata de una universidad y caben todos los pensamientos. Pero sería ingenuo no ver la “mano invisible” del ex rector al momento de las grandes decisiones. Su peso imaginario es tan grande, que mi amigo Bruno López hizo la pregunta pertinente, cuando esta semana cuestionaba si la universidad tendría futuro una vez que el relevo inevitable de la condición mortal de los líderes personalistas, pase la factura.

Los enemigos de Padilla López le recriminan cosas diversas, según sea la agenda que manejen o las ideas de las que parten. Algunos hablan de los pecados ideológicos de Padilla: romper con el comunismo prosoviético y procubano que eran marca de la FEG hasta la caída del muro de Berlín (el enorme peso de esa idea obsesiva sobre todo en torno a Cuba, contradictoria con la realidad, se mantiene entre muchos profesores y estudiantes) y abrazar la socialdemocracia (recibir a Mario Vargas Llosa como lo que es, el último gran escritor vivo de nuestra lengua y acre crítico del populismo y la dictadura que encarnan La Habana, Managua o Caracas, es el colmo de la traición para ellos).

Otros aluden a algo más real: el manejo de los dineros, lleno de simulaciones, con muchas zonas de opacidad y con espacios de presunta corrupción al interior de la UdeG; o invertir en cultura y espectáculo y no en alcanzar la matrícula universal; o meter a la universidad en negocios dudosos, como los inmobiliarios; o secuestrar estímulos y prebendas para la “burocracia dorada”, la élite de la universidad, mientras los empleados de a pie ganan salarios poco decorosos y la investigación produce poco, entre los delirios de la búsqueda de estímulos donde se prioriza la cantidad sobre la calidad (taras que, hay que decir, son de toda la educación superior en México). 

También es justo señalar las aventuras políticas del ex rector: naturalmente, los más fúricos obradoristas le van a reclamar siempre vincularse a la oposición (lo cual ha significado costos para el licenciado: el cacique mayor de la república llama, un día sí y otro también, a que la comunidad universitaria se rebele a este cacicazgo… con la promesa de sumar a la casa de estudios a ese exitoso experimento de alta calidad educativa y nula carga ideológica populista que son las universidades del bienestar…).

Pero no es eso solamente. Hay una constante invención de marcas políticas propias, como lo es el partido estatal Hagamos. Como se trata de un cacicazgo en el cruce de caminos de la modernidad y la tradición, es innegable que la estructura política de la casa de estudios sirve a los fines de la política en los espacios externos: cientos de académicos y trabajadores administrativos que hacen trabajo político “voluntario” a favor de esa franquicia, sobre todo en periodos electorales, son una innegable muestra de un manejo poco aseado de los recursos universitarios.

“Su liderazgo, que tuvo aciertos en sus primeros años, se ha convertido en un factor de descomposición institucional que trasciende a la propia Universidad. Representa ya una anomalía democrática, un Cuarto Poder subrepticio e infiscalizable. Ese poder es ilegítimo y erosiona nuestra vida pública y la fe en sus instituciones. Que su liderazgo hace daño a nuestra Universidad es claro. Ha frivolizado su misión de creación y transmisión de conocimiento hasta hacerla más una empresa de entretenimiento. Ha desnaturalizado su patrimonio, y corrompido sus órganos internos de gobierno. Ha rezagado su relevancia en investigación científica y calidad educativa según numerosos indicadores”, señaló hace algún tiempo el destacado columnista Alberto García Ruvalcaba (https://www.elnorte.com/libre/acceso/accesofb.htm?urlredirect=/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=130327).

“Sus logros culturales ilustran, paradójicamente, sus rezagos. Algunos ejemplos. La producción editorial de la UdeG es insignificante a pesar de organizar una inmensa feria del libro. Lo mismo ocurre con el cine y su festival. Invierte en teatros colosales (el último costó mil 433 millones de pesos), pero no produce cultura para exhibir en ellos: la Universidad no tiene compañías de danza clásica ni contemporánea, tampoco de teatro, y pese a tener un conservatorio de música, no tiene una orquesta ni ensambles sinfónicos propios. Con la investigación las cosas no son diferentes. La muestra más grave de perversión institucional es la existencia de empresas comerciales universitarias financiadas con dinero público. En 2017 los contribuyentes entregamos 538 millones de pesos a, entre otras, una promotora de espectáculos, dos hoteles, un equipo de fútbol profesional, estacionamientos, y una constructora (por cuyas irregularidades la Federación suspendió a la UdeG de participar en obra pública, y que tiene como objeto social, irónicamente, perseguir ‘un mercado inmobiliario transparente’). Quien las preside y sus adláteres las justifican como ‘fuentes alternativas de financiamiento para las funciones sustantivas’ de la universidad, pero casi todas operan con números rojos, y las pocas que no lo hacen reportan ganancias sospechosamente nimias. No podemos auditarlas, sin embargo, porque gozan del ‘fuero’ de la autonomía universitaria”, agregaba.

Pero el poder del Jefe Máximo “le ha permitido vetar decisiones políticas (cómo olvidar el ‘crédito japonés’ para sanear las aguas de las ciudad en los años 90), imponer agendas públicas […] colocar a sus allegados en cargos públicos: rectores, consejeros, jueces, magistrados, procuradores, diputados, notarios, jefes sindicales, funcionarios directivos”, señala, lapidario, García Ruvalcaba. Es parte de lo que Enrique Alfaro (quien, hay que decirlo… quiere imponer a sus jueces, magistrados, notarios, líderes sindicales…) le reprocha también al grupo político universitario. 

Por su parte, Jorge Zepeda Patterson le dedicó una columna hace más de un decenio, donde llamaba la atención sobre lo contrario:

“Sin duda Raúl Padilla ha sido un hombre de intensos claroscuros. Cuando ha sido malo, ha sido bastante malo; pero cuando ha sido bueno ha sido mucho mejor, diría Mae West de haberlo conocido. Arrastra en su pasado la afrenta de haber sido presidente de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) cuando esa organización era poco menos que una mafia dedicada al control y a la represión, pero tiene en su haber la notable proeza de haberla despistolizado y neutralizado. Durante casi 20 años Raúl ha controlado la Universidad de Guadalajara (UdeG) con métodos que tienen mucho de corporativistas y clientelares, pero también es indudable que ha conseguido logros notables. Y no me refiero sólo a la Feria Internacional del Libro (FIL) y al Festival de Cine, que pusieron a Guadalajara en el panorama cultural del planeta. El proyecto de descentralización de la UdeG, con sus numerosos campus regionales, es un modelo de referencia y no solo en México. Solo una voluntad política unificada como la que ejerce Padilla pudo romper las inercias centralizadoras de Guadalajara. Basta decir que, aparte de la educación superior, prácticamente todas las esferas de la vida pública han sido incapaces de sacudirse el monopolio asfixiante que ejerce el poder tapatío sobre su región. El liderazgo “transquinquenal” de Padilla permitió una estrategia de largo plazo de la que carecen los políticos, esclavos de la inmediatez electoral” (https://www.informador.mx/Opinion/El-caudillo-ilustrado-20080902-0192.html).

Sin embargo, “quizá el servicio que el liderazgo de Raúl Padilla prestó a la sociedad tapatía ya esté agotado. Por benigno que haya sido su caudillazgo, una sociedad que aspira a la democracia tendría que transitar a procesos más transparentes, inclusivos y horizontales. Pero antes de aplaudir la supuesta caída del grupo de Raúl Padilla, asegurémonos que se esté dando por las buenas razones”.

Todos estos argumentos son aceptables, y están los logros reales de la pax universitaria que emergió desde 1989, que permitió la descentralización, la creación de activos sólidos para Jalisco como la FIL y la indudable realidad de que, al menos ideológicamente, la UdeG ya aplica la libertad de cátedra. Y sobre todo, subrayar que la opción que Alfaro promueve, no construye, no solidifica, no corrige: es solamente el afán de controlar un contrapeso que ya está excedido de peso. El afán de ganar “la narrativa” lleva a Alfaro a verdaderos gestos oscurantistas, como negar que construir un museo de ciencias ambientales no debe ser tarea de una universidad. Eso, en particular, retrata bien sus objetivos verdaderos. 

La UdeG está bajo un cacicazgo político, las evidencias son claras. Pero Alfaro no es la alternativa. El ambiente político conservador de Jalisco necesita una institución de contrapeso a los curas, a los empresarios y a los políticos mochos. Pero con ese pretexto no se puede sostener un sistema de poder premoderno y caciquil. Como decía Maquío (Manuel J. Clouthier), en su mejor frase: “los problemas de democracia se curan con más democracia”. No con menos. Sostengo que el principio político democrático de “la forma es fondo” condena a Alfaro. No sabe hacer política, porque la política es propia de las democracias, y no es demócrata. Se ha desgastado inútilmente entre pleitos de poder y delirios de grandeza.

Por otro lado, ¿cuántos de esos universitarios probos los has visto ejerciendo sus derechos, judicializando los abusos internos, hablando con valor civil, con neuronas y no con tripas, para denunciar los males de la UdeG? Eso es el mayor problema de la comunidad universitaria. Tampoco ejercen de ciudadanos. Para criticar necesitamos datos duros, pruebas, evidencias. Las democracias no funcionan solamente por indignación. Por eso López Obrador secuestró nuestra vida pública.

Los opositores a Raúl no han sabido construir un relato más allá de lo emocional. El miedo es terrible no tanto por lo que lo explica sino por lo que genera. Sociedades bajo dictaduras supieron transitar a la democracia enfrentando regímenes asesinos, creo que todavía en México hay menos riesgo. No estamos ante la vieja FEG que mataba disidentes. Sin embargo, está el efecto de un prolongado cacicazgo, que a la larga, se naturaliza. La gente no ve otro modo de prosperar.

Parte de la tragedia de Jalisco y de México lo son sus élites, económicas, clericales, políticas, intelectuales. Muchos transan para obtener beneficios y se victimizan si se los quitan. En esencia: creo que nuestra tragedia es que no somos demócratas, y los grandes magos que ofrecen solucionar los problemas de cacicazgo, atrasos, opresión, tampoco lo son. 

Así, hemos fracasado en la ruta a ser modernos. Mientras no entendamos que no existe el karma y que los sinvergüenzas suelen salirse con la suya, no resolveremos nada, pospondremos enfrentar lo necesario, lo ineludible. Es lo que clamaba una tía cuando se indignaba:

– Pero hay un Dios …

Agustín del Castillo es periodista desde hace tres décadas y se ha especializado en temas de medio ambiente, desarrollo rural y urbano. Ganador en cuatro ocasiones del Premio Jalisco de Periodismo (1996, 2006, 2018 y 2020), del premio latinoamericano de periodismo ambiental de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza y la Fundación Reuters en 2008; de premios nacionales de periodismo ambiental en 2006, 2010 y 2015; del Reconocimiento Nacional de Conservación de la Naturaleza (2005), entre otros; autor de los libros de reportaje y crónica Montañas de Jalisco (2003), La Primavera en llamas (2006) y Arterias de vida, los ríos de occidente (2007) y coautor en siete libros más. Trabaja actualmente en Canal 44 y radio Universidad, de la UdeG, donde es conductor, guionista y responsable editorial del proyecto. Territorio Reportaje, y es colaborador habitual de La Plataforma de periodismo ambiental Mongabay. También escribe una columna quincenal en El Respetable.

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