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Del comercio y los comerciantes de Autlán en 1938

Por Guillermo Tovar, cronista municipal de Autlán

Autlán de Navarro, Jalisco. 04 de julio de 2022. (Letra Fría) Un hito en la historia reciente de Autlán fue la apertura de la carretera que comunicaba al pueblo de manera directa con Guadalajara, en febrero de 1935. Fue uno de los acontecimientos que contribuyeron a abrir nuestra región a la comunicación con el centro del Estado y con el resto del país, trayendo consigo la posibilidad de que llegaran personas, ideas y productos con una facilidad y frecuencia mayor.

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Esto, desde luego, implicó una serie de cambios en la vida cotidiana de los autlenses. La economía fue una de las actividades que mayores cambios sufrieron: antes de la apertura, Autlán producía artículos de uso común, desde jabón hasta cigarros, pasando por aguas gaseosas, mosaicos y herramientas para el campo, que eran distribuidas en toda la región de la Costa, incluyendo zonas de Colima. Luego de la apertura, a Autlán comenzaron a llegar productos semejantes a menores precios, volviéndose nuestro pueblo un consumidor de manufacturas en lugar de un exportador.

En el Archivo Histórico Municipal hay un curioso documento que nos ofrece, involuntariamente, un panorama del comercio en el Autlán que comenzaba a vivir ese proceso de apertura. Se trata de una relación de negocios que pagaron publicidad en los programas del Carnaval de 1938 y que incluye los nombres de los establecimientos, pero también los de sus propietarios, sus domicilios y, lo más interesante, sus giros y la manera en que se anunciaron en esa ocasión. De la revisión detallada de este documento podemos obtener muchos datos sobre la vida en Autlán en esa época, aunque en este texto nos limitaremos a comentar, a ojo de pájaro, el panorama comercial de entonces, que espero que sirva para que el paciente lector al menos pase un par de minutos de lectura entretenida.

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En total son 39 anunciantes los que relaciona el documento, todos instalados en el centro de Autlán y las cuadras más cercanas. Todavía era notoria la presencia de grandes tiendas que no se especializaban en un solo giro, sino que ofrecían productos muy variados, desde ferretería hasta abarrotes, papelería o mercería. Eran las tiendas a las que venían compradores de los pueblos de la región a surtirse, para sus propias necesidades o para vender en sus lugares de origen. Ahí estaba El Estanco, en el extremo poniente del portal Guerrero, una tienda de abolengo que había pertenecido en el siglo anterior al ilustre Antonio Borbón y que en 1938 ya era de Juan Hanón. También se encontraba El Arco Iris, que todavía existe pero ya limitada al giro de ferretería; La Sorpresa, de don Luis Velázquez, que estaba por la calle de Corona Araiza y que entre su oferta contaba el “afamado jabón Velázquez”, uno de los productos que todavía se elaboraban en Autlán; La Marina Mercante, también en el portal Guerrero, de don Benjamín Fierro, que en su publicidad decía que “nuestro mayor anhelo, (es) servirla delicadamente en todas sus exigencias”, y el establecimiento de Rafael Vargas, en Venustiano Carranza #15, que también ofrecía gasolina y lubricantes y “aire gratis”.

También de este tipo de tiendas pero ubicadas un poco más lejos del centro eran La Sin Rival, de Felipe Bonal y compañía, que en su domicilio de Corona Araiza #42 afirmaba ser la preferida del público por su calidad y bajos precios, y La Oriental, de Lázaro Julián, que tenía lo mismo ferretería que telas de importación y que cinco años después serviría como galería de exposiciones durante los festejos por el 400 aniversario de la instalación en Autlán de los frailes franciscanos, en la que expuso su Crucifixión el joven Atanasio Monroy. Entre estos comercios podemos anotar también a El Triunfo, de Juan Bernal y hermanos, que estaba en el número 1 de la calle de Constitución.

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El portal Guerrero era el domicilio de varios comercios especializados en mercería, bonetería y productos similares. Ahí estaban, por ejemplo, la Casa Meda, de José Mauro Meda, que ofrecía, además, calzado de las marcas Euzkadi y Vizcaya; El Diamante, de Rosendo Gutiérrez, que aseguraba a los marchantes que comprando en su establecimiento ahorraría dinero, y La Paz, de Jesús Gudiño que, como todas, ofrecía los precios más bajos. No estaba en el portal sino en Pedro Moreno #26 pero El Valenciano, de Antonio G. Gómez, se ostentaba como el rey de los botones, dueño de la mayor variedad de botones y hebillas para vestidos.

Había otras tiendas que ofrecían abarrotes pero también eran depósito de alguna marca de bebida y que, a juzgar por sus anuncios, era este último su principal giro. Entre estas estaba La Esmeralda, de Miguel Meza, que en el número 2 del portal Morelos ofrecía ser un depósito constante de cigarros, salón de billares, nevería y cantina, además de tienda de abarrotes en general. La Abeja, de Domingo Vázquez, estaba en la esquina de Pedro Moreno y General Anaya, donde ahora hay una pescadería, y era depósito del “acreditado tequila San Andrés”.

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Todavía en 1938 quedaban algunas industrias. Don Miguel Valencia tenía La Estrella, una fábrica de hielo y molino de nixtamal, en la esquina de 20 de Noviembre y Venustiano Carranza, donde hoy funciona una birriería; don Salvador Gómez Vázquez, tío del maestro Gabino, actual director de la Banda Autlán, tenía una fábrica de mosaicos hidráulicos que ofrecía “monumentos, mármoles y granito artificial”, de “calidad inmejorable”. En Santos Degollado #8 estaba la fábrica del Jabón Morán, de Ramón Morán, “el mejor por su pureza, precio, rendimiento y calidad inmejorable”. Además, en la esquina de Borbón y Netzahualcóyotl, frente a donde ahora están las ruinas del cine La Grana, estaba la tienda de abarrotes La Standard, que también era depósito del Agua Mineral Pelayo, “Aperitiva. Digestiva. Curativa”. Acaso podamos agregar a esta lista a un par de sastres cortadores: Luis García Murguía y hermanos, que en su establecimiento de Obregón #30 ofrecía su “perfecto y modernísimo corte en toda clase de trabajos del ramo”, y Faustino Huacuja e hijo, en el portal Morelos, que aseguraba que “mis modelos de última moda hacen que mis clientes exclamen ¡magnífico!”. Los sastres autlenses no serían, pues, muy modestos, pero sí muy buenos publicistas.

Se mantenía todavía en funciones la Farmacia Abel E. Uribe, atendida ahora por don Adán Uribe Luna, con más de 60 años de servicio, pero ya tenía la competencia de la Farmacia Moderna, de Pedro V. Sandoval, en Obregón #12, y de la Farmacia Occidental, en Obregón #8. También farmacia, pero veterinaria, era la que tenía José A. Reyes en el portal Guerrero, quien además era práctico en veterinaria.

Había un par de dentistas: Ramiro Corona Godoy, cuyo “gabinete montado con los procedimientos más modernos” estaba en Zaragoza #5, y Apolinar López, que ofrecía extracciones “completamente sin dolor” en Guillermo Prieto #9. Luis Ramos González, homeópata, atendía en el cuarto A del Hotel Valencia y animaba a los pacientes a aprovechar los últimos días que estaría atendiendo en Autlán.

Para ese año ya funcionaban las famosas alacenas en los portales, aunque el único que se anunció para el Carnaval de 1938 fue El Porvenir, de Eulalio R. Ramírez, que ofrecía “las más selectas revistas, magazines y periódicos de la República y del extranjero”. También era agente de la Lotería Nacional, por lo que se atrevía a anunciar “Adquiera su billete y se hará rico”. El Oasis, de Delfina Zepeda e hijos, estaba en el jardín Hidalgo y se anunciaba como la refresquería más popular.

Aunque también había forma de tomar una bebida en algún establecimiento más formal: estaba el Salón Valencia, en la esquina de los portales Guerrero e Hidalgo, anexo al Hotel Valencia, atendido por Gregorio Molina y que, aunque era billar y cantina, tenía su departamento especial para familias y era “el preferido por su moralidad y limpieza”. Había dos hoteles, el Valencia (“único de primer orden”), de don Felipe Santana, y el Palacio (“el más cómodo de la ciudad”) de don Pedro Villaseñor. No se anunciaba como pensión sino como Casa de Asistencia Corona, de María Corona, que ofrecía a sus posibles huéspedes la posibilidad de sentirse como en su propia casa. Ahora este local es la Casa Universitaria.

El gremio de los Choferes había nacido en el año 1929, agrupando a los taxistas del jardín Francisco I. Madero. Para 1938 ya tenía la posibilidad de integrar a otros giros relacionados con los automóviles: Alfredo Arreola tenía en el portal Juárez una vulcanizadora y gasolinera (la primera que hubo en Autlán) de la Huasteca Petroleum Company, aunque faltaban unos días para la expropiación petrolera; y ya estaba en servicio la terminal “de ómnibus” en el lugar que ahora ocupa el banco BBVA. Ahí despachaban Autotransportes de Carga del Pacífico y Autotransportes de Pasaje Guadalajara-Autlán-Barra de Navidad, que anunciaban sus horarios en los carteles del Carnaval. Por si fuera poco, Carlos Chávez tenía en la esquina de Morelos y Venustiano Carranza, donde ahora están las instalaciones de Telmex, una agencia de bicicletas, de “servicio insuperable”.

Aunque no era un comercio, también se anunció en esta ocasión la Sociedad Mutualista de Empleados, Obreros y Artesanos, como “una institución que honra”.

Este es, paciente lector, un panorama superficial sobre lo que se producía y se vendía en el Autlán de hace 84 años.

Fuente:

Archivo Histórico Municipal de Autlán. Caja Carnaval 1902-1943, expediente 1938.

MA/MA

Cronista honorario de Autlán por la Asociación de Cronistas Municipales del Estado de Jalisco desde 2015 y cronista municipal desde 2018. En abril de 2017 ingresó a la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco con el trabajo La construcción de la carretera Autlán-Purificación en 1930.
Correo: culturautlan@gmail.com

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