Por: Oscar Cárdenas Hernández
Autlán, Jalisco; 25 de junio de 2019. (Letra Fría) Hace algunos años mi familia se hizo cargo de un colibrí (también conocido como chuparrosas o picaflor) que había caído de un nido siendo un polluelo. “Sólo cuídenlo dos días en lo que regreso”, nos dijo la persona que lo dejó a nuestro cargo. Al final, fueron casi dos meses de cuidarlo y alimentarlo. Fue una experiencia algo difícil porque estas aves se alimentan frecuentemente, por lo que le teníamos que dar de comer cada 40 minutos durante el día (todos los días) con ayuda de un gotero simulando una flor.
Al final, el colibrí murió, quizá porque se encontraba enfermo desde que cayó del nido, quizá porque no pudimos darle todo lo necesario que podría haberle dado la madre, razón por la cual no desarrolló todo su plumaje ni sus habilidades para alimentarse por su cuenta. Nunca lo sabremos, pero nos dejó una gran enseñanza, y es que, a pesar de su diminuto cuerpo, estas aves son unas guerreras desde el momento en que nacen.
De hecho, en la cultura azteca el colibrí era considerado como el Dios de la Guerra Huitzilopochtli, que significa “Colibrí del Sur” (Figura 1), quien los guió desde el inicio de su peregrinación hasta su establecimiento en Tenochtitlan, en el valle de lo que hoy es la ciudad de México. ¿Pero… Qué hace a estas aves tan interesantes como para que una cultura le asigne una identidad de guerrero?

Los colibríes son aves generalmente de tamaño pequeño. La especie más grande mide casi 20 cm y su nombre científico es Patagona gigas (o picaflor gigante), mientras que la especie más pequeña, cuyo nombre científico es Mellisuga helenae (o colibrí zunzuncito) mide tan sólo 5 cm (incluyendo pico y cola) y pesa tan sólo 1.5 gramos (Figura 2). Todas las especies de colibríes se encuentran únicamente en América, distribuidas desde Alaska en el norte del continente, hasta el Archipiélago de Tierra del Fuego en el extremo sur del mismo.

Los colibríes se alimentan de néctar de las flores, un alimento energéticamente rico que les permite obtener las calorías necesarias para mantener su estilo de vuelo. Son las únicas aves que pueden permanecer suspendidas en un punto fijo y volar hacia atrás, y también son las únicas aves que baten sus alas hacia arriba en un movimiento parecido al número 8, simulando el movimiento de las alas de algunos insectos. A esto se puede añadir la gran velocidad a la que mueven las alas, de alrededor de 80 batidas por segundo, que se incrementan a casi 200 en época reproductiva.
Esta manera de volar exige un gran gasto energético, y es por eso que los colibríes se alimentan frecuentemente del néctar de las flores. Sin embargo, también requieren de proteínas para la formación de sus músculos y plumaje, por lo que también llegan a alimentarse de pequeños insectos que encuentran al vuelo o en las flores que visitan.
Hablando en términos energéticos… ¿Cómo pueden sobrevivir los colibríes en la noche si no pueden salir a alimentarse? Pues estas aves han desarrollado una estrategia muy interesante. Cuando cae la noche, entran en un estado denominado “torpor”, en el cual reducen sus funciones metabólicas al mínimo. Es decir, se reduce el número de pulsaciones cardiacas, disminuyen la temperatura de su cuerpo y reducen otras funciones metabólicas más para disminuir el consumo de energía. De esta manera, pueden sobrevivir la noche sin consumir alimentos. Una vez que amanece, salen de este estado y vuelan a sus zonas de alimentación.
El estado de torpor fue reconocido en algunas culturas como la muerte y renacimiento de un organismo. Los Mexicas en nuestro país asociaban a los colibríes con los guerreros, quienes al morir en el campo de batalla podían regresar del mundo de los muertos convertidos en colibríes. Asimismo, otras culturas han reconocido el papel de los colibríes como “hacedores de vida” al polinizar las flores de los cultivos y de otras plantas. Junto con las abejas, los colibríes son parte importante no sólo de la cultura de varios países, sino de los procesos ecológicos esenciales en muchos de nuestros ecosistemas.
A pesar de su pequeño tamaño, algunas especies de colibríes realizan migraciones importantes durante ciertas etapas de su vida. Una de las especies que realiza estas migraciones es el Colibrí Rufo (de nombre científico Selasphorus rufus), una especie que migra desde Alaska y Canadá, donde están sus zonas de anidación, hasta las zonas montañosas del centro de México, donde pasa el invierno (Figura 3). Tomando en cuenta el tamaño y la masa de su cuerpo, el colibrí rufo es el ave que realiza la migración más larga en el grupo de las aves.

Finalmente, a los colibríes se les han atribuido poderes curativos y emocionales. Es común observar en algunos mercados del centro de México colibríes disecados. La leyenda cuenta que estas aves son atrayentes del amor, y quien los porte encontrará el amor verdadero y una pareja de por vida. Es así que algunas personas los usan como amuletos, para atraer a la persona querida. Pero esto es sólo una superstición. Los colibríes son piezas muy importantes del entramado ecológico en nuestro planeta… ¡Por favor, no compres colibríes disecados ni ningún otro animal o parte de animal por sus “propiedades” curativas o emocionales, no contribuyas con su desaparición!
Dedicado con cariño a Sarahy Contreras Martínez, ornitóloga experta en la ecología y comportamiento de estas aves, y en memoria de William (Bill) Calder III, ecólogo y biólogo evolucionario, quien dedicó su vida al estudio de estos organismos y a la conservación de los recursos naturales.
MA