Vivimos en una época en la que tenemos acceso a más información que nunca. Podemos observar galaxias lejanas, editar genes y predecir huracanes. Sin embargo, en pleno siglo XXI, también vemos cómo ideas sin sustento científico ganan fuerza, alimentadas por discursos religiosos o políticos radicalizados. ¿Cómo es posible que, a pesar de los avances del conocimiento, resurjan viejos mitos como la Tierra plana o las dudas sobre las vacunas?
¿La Tierra es plana… otra vez?
Aunque parezca broma, el movimiento terraplanista ha ganado popularidad en redes sociales. Sus defensores afirman que la Tierra es un disco plano, negando siglos de observación astronómica, física y navegación. Este movimiento no solo cuestiona la evidencia científica, sino que también está vinculado a creencias religiosas literales, que interpretan textos antiguos como verdades geográficas.
Aquí no se trata de ignorancia, sino de fanatismo que convierte la duda en dogma. Frente a imágenes satelitales y experimentos simples como ver la curvatura en un eclipse, los terraplanistas prefieren aferrarse a una visión del mundo donde la ciencia es una conspiración.
Vacunas: entre la salud y la desconfianza
Otro ejemplo grave es el movimiento antivacunas, que ha puesto en riesgo la salud global. A pesar de que las vacunas han salvado millones de vidas, quienes las rechazan suelen citar argumentos religiosos (“Dios nos hizo perfectos, no necesitamos vacunas”) o políticos (“es un plan de control de masas”).
Durante la pandemia de COVID-19, el rechazo a la vacunación tuvo consecuencias reales y trágicas:
- En Estados Unidos, un estudio del Kaiser Family Foundation estimó que aproximadamente 234,000 muertes por COVID-19 entre junio de 2021 y marzo de 2022 pudieron haberse evitado con la vacunación.
- Un informe del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades, la agencia nacional de salud pública de Estados Unidosreveló que en 2022, las tasas de hospitalización y muerte por COVID fueron 12 veces más altas entre personas no vacunadas.
- En México, datos de la Secretaría de Salud mostraron que 8 de cada 10 personas hospitalizadas por COVID en la tercera ola no estaban vacunadas.
Pero el problema no termina con el coronavirus. Gracias a la desinformación, enfermedades antes controladas están resurgiendo. En 2024, Estados Unidos reportó casi 150 casos de sarampión, una enfermedad que había sido prácticamente erradicada. En México, también se encendieron alertas tras brotes esporádicos en estados como Edomex y CDMX.

La evolución en la mira
Desde que Charles Darwin propuso la teoría de la evolución, la ciencia ha mostrado cómo las especies —incluida la humana— cambian y se adaptan a lo largo del tiempo. Sin embargo, muchos grupos religiosos conservadores siguen rechazando esta idea, defendiendo el creacionismo, que afirma que todas las formas de vida fueron creadas tal como existen ahora.
En países como Estados Unidos, aún hay escuelas donde se presiona para enseñar el creacionismo como una “alternativa científica”. Según el Centro de Investigaciones Pew, alrededor del 34% de los estadounidenses cree que los seres humanos han existido en su forma actual desde siempre, sin evolución. En América Latina, estas cifras varían, pero también reflejan una fuerte influencia del pensamiento religioso literal, especialmente en contextos educativos donde la ciencia no se fortalece con una formación crítica.
¿Fe contra ciencia? No necesariamente
Es importante decirlo claro: la espiritualidad y la ciencia no tienen por qué estar enfrentadas. Muchas personas encuentran en su fe una guía ética o personal, sin negar los hechos científicos. El problema surge cuando las creencias se convierten en fanatismo que niega la realidad, desinforma y pone en riesgo a los demás.
Cuando un político rechaza el cambio climático porque “Dios controla el clima”, o un influencer asegura que la Tierra no gira porque lo dice la Biblia, no estamos ante una opinión inocente: estamos ante un rechazo activo al conocimiento colectivo que la humanidad ha construido durante siglos.
El antídoto: pensamiento crítico y educación
La mejor defensa contra el fanatismo disfrazado de argumento es la educación científica accesible, crítica y libre de dogmas. Necesitamos fomentar la curiosidad, el debate informado y el respeto por la evidencia. No se trata de imponer la ciencia como una religión más, sino de mostrar que el conocimiento puede y debe estar al servicio del bienestar común.
Como sociedad, debemos preguntarnos: ¿Qué tipo de mundo queremos construir: uno basado en creencias inflexibles o uno que se atreva a aprender, corregirse y avanzar?
