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La costa llega a sus días de alto riesgo por fuego

Mejora la estrategia, la preparación y equipamiento de brigadas, pero baja el gasto público en el tema, señala Enrique Jardel. El cambio climático ya es un factor que convierte en más azarosa la posibilidad de reducir el impacto del fuego en selvas y bosques.

(Foto: Semadet)

Agustín del Castillo

Autlán de Navarro, Jalisco. 03 de junio de 2022. (Letra Fría) En mayo y junio se presentan los meses más complicados para los bosques y selvas de la región Costa Sur de Jalisco, donde el temporal trae un desfase de hasta dos semanas en relación con el este del país. Y en un año extremadamente seco debido a que se vivió entre invierno y primavera el fenómeno de La Niña, con temperaturas más bajas al promedio en las corrientes oceánicas del Pacífico, lo que significó sequía severa, hay las condiciones para que se vivan tres semanas de alto riesgo, considera el investigador de la Universidad de Guadalajara, Enrique Jardel Peláez.

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El Monitor de Sequía en México del Servicios Meteorológico Nacional, en su reporte publicado el pasado 20 de mayo, señala que las condiciones de esta demarcación van de “anormalmente seco” a “sequía moderada” (https://smn.conagua.gob.mx/tools/DATA/Climatolog%C3%Ada/Sequ%C3%Ada/Monitor%20de%20sequ%C3%Ada%20en%20M%C3%A9xico/Seguimiento%20de%20Sequ%C3%Ada/MSM20220515.pdf); no obstante, un mes atrás, en el mismo informe, todo el territorio presentaba “sequía severa”. Para el académico, la historia demuestra que son estos dos meses donde se registran los incendios más extensos, y eso es más común si no se ha presentado alguna precipitación, las temperaturas son muy altas y la humedad relativa es baja. 

Jardel Peláez señala que hay un factor de riesgo adicional a los habituales de la época de secas (actividades agropecuarias con fuego que se van de control, recreación no regulada, acciones no controladas en la interfaz urbano-rural y vandalismo): los fuegos nacidos de la caída de rayos, que se presentan en este periodo antes de la apertura de lluvias, y que crecen ante las condiciones secas de los terrenos. 

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Hay avances en la organización institucional para enfrentar los incendios forestales. No solo se hace la prevención y combate tradicionales, sino que se busca eliminar combustibles con quemas prescritas en zonas con mucha acumulación, se hacen brechas cortafuego para facilitar el eventual combate, y se mejora el equipamiento y la preparación de los elementos de las brigadas, pero el contexto es una reducción de recursos humanos y materiales por la política de austeridad del gobierno federal, lo que ha debilitado estos procesos pese a la creciente presión de actividades económicas como los cambios de uso de suelo ilegales para el aguacate y el agave, la ganadería y la urbanización, y la tala ilegal, que deja los predios no solamente despojados de madera, sino con un nulo manejo de las materias residuales, que son frecuente pasto de llamas.

Un «El Niño» más complicado

Afectaciones en la Costa Sur por el paso del huracán «Nora». (Foto: Sader)

El clima es un fenómeno complejo, lleno de variables; está en fenómeno de El Niño (El Niño-Oscilación del Sur), que calienta las aguas del océano Pacífico oriental, justo en la línea de costa americana, y que en invierno provoca lluvias abundantes en esa franja; y está La Niña, que es la fase negativa de ENSO, es decir, enfría las aguas más de lo normal y ocasiona sequía. Los años 2021 y 2022 han traído dos La Niña invernales, lo que explica las sequías severas en el occidente mexicano. 

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La variable intensidad del ENSO es un factor que puede ser influido por el aumento mundial de las temperaturas ocasionadas por las mayores emisiones de gases de efecto invernadero que se estacionan en la atmósfera. Ese es al menos una hipótesis que se ha venido estudiando desde hace una década. En 2014, la revista Nature publicó un texto firmado por Nathaniel C Johnson: A boost in big El Niño (https://www.nature.com/articles/nclimate2108), donde el autor señala: “Los modelos informáticos y la teoría no ofrecen un consenso sobre cómo cambiará El Niño con el calentamiento global. A pesar de este desacuerdo, un estudio indica un fuerte aumento en la frecuencia de episodios extremos de El Niño.

Aproximadamente una vez cada cuatro años, en promedio, uno de los fenómenos climáticos más poderosos y de mayor alcance, conocido como El Niño, extiende su influencia a la mayoría de los continentes y océanos del mundo. Este fenómeno, que se origina en los trópicos y se caracteriza por condiciones inusualmente cálidas y húmedas en el Océano Pacífico oriental ecuatorial, desencadena patrones climáticos a gran escala que perturban regiones remotas a través de inundaciones, sequías, olas de calor y olas de frío.

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Durante los episodios extremos de El Niño, como ocurrió en 1982/1983 y 1997/1998, los impactos sociales, económicos y ambientales en todo el mundo han sido particularmente costosos, con daños que ascienden a decenas de miles de millones de dólares estadounidenses y miles de vidas perdidas. Aunque los mecanismos físicos y los efectos de El Niño en el clima actual se conocen relativamente bien, existe una incertidumbre considerable con respecto a cómo responderá el fenómeno de El Niño al calentamiento global. Sin embargo, expertos científicos en esa publicación “identifican e informan sobre un cambio sólido en los modelos climáticos: los episodios extremos de El Niño aumentarán en frecuencia debido al calentamiento global…”.

El ENSO se forma en la zona intertropical del Pacífico (En América, entre la mitad centro-sur de México y la mitad norte de Argentina), donde se registran las temperaturas más elevadas y se da la mayor radiación solar. El calor es fuerza motora en la conformación de huracanes crecientemente más intensos, y también, los ENSO positivo o negativo pueden causar tanto lluvias torrenciales como sequías extremas… en todos los rincones del planeta. No se diga en los territorios americanos, a los que afecta de forma más directa.

“No es solamente que se presente un año más seco; también puede darse lo que pasó con el huracán Patricia de octubre de 2015, que dejó mucho material combustible al pasar por las selvas de la costa; eso fue pasto para fuego, sobre todo en la temporada 2017, que fue muy complicada”, apunta Jardel. Patricia fue documentado como el mayor megahuracán de la historia, y muchos especialistas no resisten a señalar que se trata de uno de los muchos Titanes del Pacífico que podrían tocar estas costas por un mundo sobrecalentado.

Pero no es solamente el caso de eventos catastróficos puntuales. De manera gradual, las mediciones de temperatura y precipitación demuestran la alteración de los ciclos de humedad y de sequía. El inicio más temprano del periodo seco trae temporadas de incendios más largas, y se trata de tendencias claramente registradas, señala Jardel. Pero se alinean otras cuestiones críticas: la transformación del paisaje y la fragmentación y degradación de bosques y selvas, por causas de las actividades humanas, derivan en ecosistemas debilitados cuya resiliencia frente al desafío del cambio acelerado de las condiciones del clima.

Deforestación e incendios

Brigada municipal en combate de incendio. (Foto: Gobierno de Autlán).

Un análisis de la deforestación de las cuencas costeras entre 1994 y 2015 (“Degradación y deforestación en la Costa Sur de Jalisco”), publicado por el Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG) en octubre de 2016, arrojó la siguiente conclusión: “La comunidad vegetal que se ve más afectada por las actividades humanas en esta cuenca costera es el bosque tropical caducifolio que pierde alrededor del 30% de su superficie, y se degrada en alrededor del 45%, siendo los principales agentes perturbadores y de transformación las actividades agrícolas y pecuarias”. 

El bosque templado, en las sierras más altas, se perdió en unas 25 mil hectáreas por actividades agropecuarias en 63 por ciento, y 9 por ciento por asentamientos humanos. En el bosque tropical, fueron casi 183 mil hectáreas de pérdida, en 99 por ciento por actividades agropecuarias. Se contrapone una recuperación de alrededor de 31 mil hectáreas de ecosistemas, para que la pérdida neta ronde 178 mil hectáreas en 20 años. 

El reporte técnico “Impacto del cambio de cobertura y uso de suelo e incendios forestales, sobre los recursos hídricos y biodiversidad, en dos subcuencas ganaderas de la Costa Sur de Jalisco, México”, de 2019, elaborado por Edgar Abad Conde Blanco, Claudia Sepúlveda, Ney Ríos, Muhammad Ibrahim y Jesús Juan Rosales Adame, para Biopasos, una entidad de apoyo y transferencia de conocimiento con sede en Costa Rica, y que ha colaborado con los gobiernos mexicano y de Jalisco, aborda la relación entre incendio y deforestación.

“La costa del estado de Jalisco, en México, es un caso particular, pues el monitoreo al cambio de cobertura y uso de suelo muestra que las tasas de deforestación son más altas que el promedio nacional y que el principal cambio de uso de suelo es hacia agricultura o pastizal. Así, el estado, que es uno de los principales productores agropecuarios de orden nacional, contribuye con 20 por ciento de la deforestación y degradación forestal del país, a pesar de la implementación de diferentes mecanismos de conservación de recursos naturales. Tal dinámica, sumada a considerables incendios forestales, tendrá un efecto sobre la provisión sostenible de agua a futuro y la conservación de biodiversidad de la zona”, refiere.

De tal manera, “para entender el impacto que tienen el cambio de uso de suelo y los incendios forestales sobre los recursos hídricos y la biodiversidad en dos cuencas de importancia en la Costa de Jalisco […] se encontró una probabilidad máxima de incendio de 69%, ubicado en la parte noreste de las cuencas, que coincide con la mayor zona de producción agropecuaria del área estudiada. Alrededor de 1,830 km2 tienen probabilidades de incendio por encima de 50%. Las actividades agropecuarias y las actividades ilícitas, son las que más originan incendios forestales”. 

Para atender los incendios, la información es esencial. Enrique Jardel señala que la Comisión Nacional Forestal pone a disposición del público un sistema de predicción y riesgo que es una herramienta muy útil; el gobierno del estado pronto publicará su base de datos con detalles regionales.

“Necesitamos mejorar el trabajo de prevención en las áreas de contacto humano-naturaleza, como son la llamada interfaz urbana; si allí se logra regular el manejo del fuego, se podrán evitar numerosos conatos que derivan en incendios fuertes en muchas áreas naturales protegidas”, agrega.

Pide reconocer que el sistema mexicano de combate de incendios es de los más eficientes del mundo. La clave es no empeñarse en la supresión del fuego, pues a la larga, eso genera materia combustible que explica los enormes incendios en áreas como California o Australia. Las condiciones climáticas serán más críticas y es indispensable  manejar el fuego.

“Yo siempre señalo las grandes diferencias de costo entre lo que es el combate y prevención de incendios en México y Estados Unidos, un país que tiene todos los recursos, la tecnología y el dinero. Para decirlo claro, una quincena del presupuesto de ellos nos sirve para pagar las campañas de fuego de unos 250 años en el bosque La Primavera, en Guadalajara… o 900 años de lo que invertimos en la Sierra de Manantlán”. ¿Por qué es más barato Manantlán? Porque tiene menos presión que el área protegida de la conurbación tapatía, pero además, mientras los propietarios de La Primavera suelen ser rentistas y dependientes del apoyo gubernamental, en las montañas protegidas de la Costa Sur de Jalisco, las comunidades se preocupan por gestionar sus recursos y apoyan decididamente el esfuerzo de las instituciones públicas.

En cualquier caso, faltan más recursos. Y la amenaza de periodos de incidencia de fuego más prolongados y peligrosos, ya tocó la puerta del destino de esta región.

Edición: CAC

Queda prohibida la reproducción total o parcial. El contenido es propiedad de Letra Fría.

Agustín del Castillo es periodista desde hace tres décadas y se ha especializado en temas de medio ambiente, desarrollo rural y urbano. Ganador en cuatro ocasiones del Premio Jalisco de Periodismo (1996, 2006, 2018 y 2020), del premio latinoamericano de periodismo ambiental de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza y la Fundación Reuters en 2008; de premios nacionales de periodismo ambiental en 2006, 2010 y 2015; del Reconocimiento Nacional de Conservación de la Naturaleza (2005), entre otros; autor de los libros de reportaje y crónica Montañas de Jalisco (2003), La Primavera en llamas (2006) y Arterias de vida, los ríos de occidente (2007) y coautor en siete libros más. Trabaja actualmente en Canal 44 y radio Universidad, de la UdeG, donde es conductor, guionista y responsable editorial del proyecto. Territorio Reportaje, y es colaborador habitual de La Plataforma de periodismo ambiental Mongabay. También escribe una columna quincenal en El Respetable.

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