La partería tradicional en Oaxaca, una opción a la violencia obstétrica

Las parteras tradicionales en Oaxaca son una opción ante los tratos denigrantes y otros tipos de violencia obstétrica que persisten en hospitales públicos y privados. Ellas combinan sus conocimientos ancestrales con las mejores prácticas de la medicina para que las mujeres vivan un parto seguro y humanizado

Por: Istmo Press

OAXACA.- ¡No quiero que tú me atiendas!, exclamó tajante Coral Ortiz poco antes de parir. La madre primeriza frenó en seco al médico residente de obstetricia que por segunda ocasión intentó examinar su vagina sin su consentimiento una tarde de octubre pasado.

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Tras su reclamo, quienes estaban en la sala de labor de parto se quedaron pasmados y el silencio inundó el lugar. Horas antes, Coral, mujer menudita, morena, de 27 años, había llegado al hospital del IMSS en Oaxaca, en el sur de México, con la membrana amniótica rota —la que envuelve al feto durante el embarazo— para dar inicio al proceso de parto.

“Cuando me tocó el pasante, me lastimó y estuvo jugando sus dedos adentro de mi vagina”, narra Coral sobre el tacto vaginal que le hizo. Horas más tarde, al ver que el mismo médico le realizaría una segunda revisión, lo afrontó en medio de los intensos dolores de labor de parto y le exigió que la atendiera alguien más.

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La violencia que vivió Coral no es un hecho aislado. A pesar de que han pasado 41 años desde su primer parto, Alejandra Olvera recuerda nítidamente la risa burlona del ginecólogo que la valoraba cuando estaba a punto de dar a luz en el mismo hospital en Oaxaca.

“El médico me dijo sin más: ‘La voy a revisar, abra las piernas’. Introdujo sus dedos en mi vagina, pero mientras hacía la exploración frotaba sus dedos en mi clítoris y me miraba burlonamente para ver mi reacción”, recuerda.

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Después, en el parto, volvió a sufrir violencia.

“Tras varias veces de pujar, la cabeza de la bebé empezaba a salir. Aprovechando una contracción, la médica pasante me cortó con un bisturí, sin anestesia”, relata Alejandra. “El dolor me hizo gritar y alguien me dijo: ‘¡No grite! ¡Aguántese, señora! ¡Hijo quería!’”

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Los actos de violencia obstétrica se han enraizado en los servicios de salud públicos y privados en el mundo causando daños físicos y psicológicos a las mujeres antes, durante y después del parto.

De 8 millones 700 mil mujeres que tuvieron al menos un parto entre 2011 y 2016, 2 millones 905 mil 800 mujeres (33.4%) sufrieron algún tipo de violencia en México, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) de 2016, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Las expresiones de violencia más frecuentes fueron los gritos o regaños en un 37.4%; el retraso en la atención “por gritos o quejas” de la mujer, en un 34.4%; ignorar a las usuarias, para el 33.1%; presionarlas para que acepten un método anticonceptivo o esterilización, un 30.9%; y forzarlas a que adopten posiciones incómodas durante el trabajo de parto, en el 30.8% de los casos. Los porcentajes no suman 100 porque sufrieron más de un tipo de violencia.

Algunas de las prácticas más invasivas han sido la episiotomía, un corte de los músculos entre la cavidad vaginal y el ano para facilitar el parto que se ha vuelto una práctica común pero innecesaria. También hay intervenciones como la cesárea, un corte en el vientre de la mujer para extraer al bebé, sugerido sólo en caso de complicaciones, presión alta o baja, o hemorragias y que se ha extendido en la atención de los partos.

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