Rieleras y juanes, esta Adelita vuelve del encuentro con decenas de académicos de la comunicación y el periodismo en el CONEICC (Consejo Nacional para la Enseñanza y la Comunicación) donde se discutieron los retos de la formación de profesionales del ámbito comunicativo.
En ese espacio de análisis la inteligencia artificial y la generación de contenidos diversificados está en el meollo de las preocupaciones actuales y a estas trenzas le revoloteaba la imagen de grandes comunicadores cuyas obras hicieron conexión con jóvenes y los no tanto y surgió en mi mente la de los monos de los Supermachos y Los Agachados que protagonizaban historias de relevancia, pero que con pericia, chispa y conocimiento hacían posible a muchos mexicanos entender temas difíciles pero importantes.
¿El autor? El inconfundible Eduardo del Río “Rius”, escritor y creador incansable de versiones moneras de temas variados que costaba trabajo creer tuvieran como origen a la misma mente maestra, como la postura del buen comer con su obra “la panza es primero”, que por cierto conocí de niña en la casa de mi abuela –una señora sumamente conservadora a quien le interesaba mucho el naturismo nutricional-, con otras como el Manifiesto comunista ilustrado que esta Adelita leyó cuando estaba en la preparatoria allá en las áreas de Humanidades cuando la Universidad de Guadalajara se pintaba muy de rojo… y me encantaba por cierto.
Rius logró con la elocuencia de sus trazos burdos pero cargados de mexicanidad algo inusitado: una retórica monera con su gran capacidad para hacer interesante lo importante y de manera sumamente accesible para cualquier persona de la amplia y desigual escala social de este país, pues mostró temas y posturas con una fuerte carga política, pero no como la de la clase gobernante que impera en este país, sino política de la buena, esa que pretende a través de la expresión de las ideas hacer una crítica que enseña y construye lejos del interés individual y paralelo al bien compartido socialmente.
Rius se convirtió en un buen maestro al permitir la construcción de conocimiento a partir de sus tiras caricaturescas que propiciaron en varias generaciones de mexicanos algo que hoy se hace urgente: ideas claras que abonan al crecimiento de la conciencia social. Eduardo del Río Rius ya no está nosotros desde 2017, pero su ejemplo está vigente, así como su tono crítico y contestatario, que por cierto, difícilmente podría emular inteligencia artificial alguna.
