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Catrinas que no son caricatura

Carlos Efrén Rangel nos comparte, que los festejos del Día de Muertos sí pueden ser un proceso descolonizador. Además plantea las preguntas: ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué nos causa risa nuestro fin terrenal?

Foto: Archivo LF

Por: Carlos Efrén Rangel | Un letrero en la Pizarra

Autlán de Navarro, Jalisco.- Vestida como para casarse, ocupa los medios de uno de los murales más importantes de nuestro pincel más destacado. En el “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” la Calaca Garbancera que concibió el grabador Posadas, se volvió protagónica con el apodo de La Catrina en la pintura de Diego Rivera, y desde entonces ocupa un lugar icónico cuando alguien intenta definir el concepto “cultura mexicana”, esa que en las escuelas estamos en la antesala de promover y defender como si fuera el rasgo más importante de nuestra identidad.

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No es que le reste méritos a la conmemoración del Día de Muertos, claro que todas las expresiones que acompañan a la mimetización de las tradiciones indígenas y católicas en el marco de las celebraciones del dos de noviembre, merecen estar presentes en la reflexión y acción escolar, pues alcanzan estándares estéticos altos y eso siempre se agradece, además que permite como pocas cosas la reflexión filosófica de profundidad. ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué nos causa risa nuestro fin terrenal?

La Catrina se ha vuelto una visitante recurrente de las escuelas. No todas son tan elegantes ni traen una serpiente por estola como la soñó Diego Rivera, las Catrinas escolares están más cerca de los pandas por la cara blanca y los ojos negros, pero retratan una realidad incuestionable: tenemos una tradición que nos enorgullece, hacemos lo posible por recrearla, animarla, defenderla cuando otras expresiones aparecen con el ánimo de mimetizarse, y aprendemos con ella.

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En una semana, será el primer “Día de Muertos” que se organice con las orientaciones de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), una política pública en materia educativa a la que aún no terminamos de entender, pero que ya se ha dicho mucho, implica poner al estudiante en su relación con la comunidad al centro. Hay otra orientación teórica de la NEM que me pareció prudente usar para contrastar con los catrinescos festejos que se nos vienen: las epistemologías del sur.

Este concepto orienta a cuestionar las estructuras de pensamiento en las que la concepción europea y norteamericana es la hegemónica, se trata de descolonizar la producción de conocimiento; en lenguaje más sencillo, nos invita a valorar que las expresiones locales, los saberes indígenas son una fuente legítima de saber para entender y relacionarse con el mundo. El cristianismo no se concibió en Pátzcuaro y la presencia de elementos católicos es innegable… entonces ¿La tradición del Día de Muertos cumple con la orientación de descolonizar el conocimiento?

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Me parece que sí, que los festejos del Día de Muertos sí pueden ser un proceso descolonizador. Si bien las fechas del 1 y 2 de noviembre, responden al santoral católico con el día todos los santos y de los fieles difuntos respectivamente, la concepción católica se mimetizó hasta diluirse con las expresiones indígenas, formando una nueva tradición en la que sobresalen los elementos americanos: los altares tienen símbolos locales, concepciones propias, estética original y una narrativa que responde más a la filosofía local que a la europea, no hay ningún texto bíblico que permita sustentar que un ser querido muerto, nos visita a comerse los tamales que le dejamos en el altar, quien tenga fe, resucitará en el juicio final, mientras tanto da igual cuántas fotografías suyas haya en los altares.

La Catrina de Posadas y la reinterpretación de Rivera, son también un elemento descolonizador: una crítica ácida a las clases privilegiadas, que por más ropa de marca y sombreros con flores que se pongan encima, en el fondo, lo que vale son los huesos en donde llevamos el AND del humanismo que es otro de los hilos teóricos que tejen a la NEM. La catrina es un signo propio para explicar la vida y para vivir la muerte.

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Sin embargo, hay dos tareas de cara a los festejos. El primero es evitar que la guerra que perdió el eurocentrismo la gane el capitalismo norteamericano que tiene en la película “Coco” a su más aguerrido alfil, convertir a la catrina o a los altares en mercancía de consumo, es un riesgo alto, los festejos en las escuelas deben mantenerse como una experiencia de aprendizaje y de encuentro comunitario.

La segunda, es que no nos quedemos en el símbolo, legitimar el conocimiento local más allá de la colorida tradición es un camino posible, y al centro de todo nuestro sueño, sea de una tarde dominical en la alameda o de cualquier rincón del país, debemos priorizar una postura crítica al modelo que privilegia la ostentación y el derroche, pues ya dibujó Rivera, tiene un poco de fantoche y lleva a la muerte consigo.

Eso significa la Catrina que no vive como caricatura, lo demás es más bien un disfraz para la noche de Halloween.

MV

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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