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Si las campañas fueran una escuela

Carlos Efrén Rangel hace una reflexión sobre las campañas electorales viéndolas como una escuela, pues debemos de buscar lo que son capaces de enseñarnos. Aquí sus apuntes.

CORTESÍA / X

Son las siete de la mañana en punto y el timbre de entrada a la escuela “Mártires de la Democracia” acaba de sonar.

Por el pasillo que lleva a los salones camina Claudia, estudiante de último año, todo el mundo la sigue con la mirada, hoy por hoy es la más popular de la escuela, pues con todo ha sacado buenas calificaciones. Aunque también tiene episodios bochornosos, como que por ser la favorita del director le pasan todos los apuntes y le hacen las tareas o que se le cayó una maqueta de un tren.

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A Claudia se le resbalan las críticas, y los reportes del prefecto, ella camina segura a la graduación.

Un poco después, por el mismo pasillo viene Xóchitl, aunque más dicharachera y ocurrente, es evidente que la escuela la quiere menos que a Claudia, harta de no ser tan popular entre los estudiantes, ha probado de todo, desde hacer juramentos solemnes y rituales que la disfrazan de prácticas ancestrales.

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Aunque su peor desgracia es que tiene amigos que no le ayudan en nada. Cree que antes de la graduación le ganará los reconocimientos a Claudia, pero es más un asunto de fe que de realidad.

Los días en la “Mártires de la Democracia”

El prefecto de la escuela se la pasa de bravucón, dice que es la autoridad, que la escuela tiene reglas, amenaza con sanciones y suspensiones, con ligar su labor a valores trascendentales, pero una buena parte de la escuela lo siente incongruente. Todos saben que los prefectos a veces tienen estudiantes favoritos, aunque a decir verdad y con todo y sus defectos, el común de los grupos le ponen atención y hacen lo que les pide. En realidad, queremos que le vaya bien.

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Estas primeras semanas del ciclo, la “Mártires de la Democracia” ha sido una escuela mucho menos ruidosa de lo normal, la chiquillada de primero y segundo, no han entrado aún.

Dicen que vienen con ganas, pero desgastados, una regla obligó a que cada grupo esté conformado la mitad por hombres y la mitad por mujeres, y más de alguien lo sintió como agresión, pero es muy mala idea quejarse, saldrá peor.

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Ahora que lleguen, seguro le pondrán sabor y color al panorama, tendrán propuestas para adornar su propio salón y organizar a sus propios grupos, algunos lo lograrán, pero otros dependerán de decir: soy amigo de Claudia o soy amiga de Xóchitl.

Hay que tener algunas consideraciones extra sobre la escuela “Mártires de la Democracia”. En el patio hay una tiendita que regentean personas que de a poco, han comenzado a influir en otros espacios: deciden quién juega y quién no, de qué tratan las clases y hasta a algunos profesores les deben preguntar los materiales para sus enseñanzas.

Hacemos como que no los vemos, pero con plena conciencia que, de seguir el rumbo, la enseñanza puede verse eclipsada. 

El timbre de la hora de la salida ha vuelto a sonar, hubo reparto de sapes mientras el prefecto no venía, y lo más grave es que abundan las butacas vacías.

Las campañas en escuelas

A muchos las clases en esta época del ciclo les parece de hueva, sobre todo, porque los baños siguen sin agua, apenas reponen un vidrio roto y ya hay otros tres que reclaman cambios, y a cada rato sale gente herida. Queremos mucho a “Mártires de la Democracia”, pero con frecuencia nos hace sufrir.

Un par de días atrás, un amigo que no es profesor me pidió que hiciera este ejercicio, de convertir las campañas políticas en una escuela. Él buscaba que yo pusiera calificaciones a las candidatas, o que repartiera regaños o premios, pero más bien salió esa comparación que reconozco puede tener rasgos inadecuados al perpetuar estereotipos, pero con ese filtro ayuda a construir un mapa para entender lo que ocurre.

En realidad, si vemos las campañas como una escuela, debemos de buscar lo que son capaces de enseñarnos: el currículo oficial hablará de transformaciones, de apegarse a la legalidad, una fiesta de la democracia, y habrá seguro numerosos indicadores de esos temas.

Pero el currículo oculto también enseñará lecciones malditas: procedimientos carentes de ética y principios, convertir al ser humano en cliente y no un sujeto digno de tomar decisiones. La influencia perjudicial de influencia inconfesables, y, sobre todo, una sensación que lo que ocurre en estos días es poco transformador de la realidad.

Así que visto como escuelas, hay dos aprendizajes que sí podrían dejar las campañas, y que como todo acto educativo demanda mediación: discernimiento y participación, pero de eso, de no ocurrir nada peor, hablaré hasta la siguiente clase, o mejor dicho, hasta la próxima columna.

MV

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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