No, Riley, espérate a que tu coche se descomponga por los baches de la carretera… Espérate a que pongan un contenedor de basura afuera de tu casa… No, Riley, espérate a que veas lo que valen las rentas en Autlán.
Espérate a que le den preferencia a otra persona para un empleo en el que eres más competente… No, Riley, espérate a que entiendas las canciones de desamor de Julión Álvarez… No, Riley, espérate a ser Rileymaestra y que los alumnos que solo hicieron desorden te acusen en Derechos Humanos porque les pusiste la calificación que se merecían.
Si usted es usuario de redes sociales, estoy seguro que entendió los párrafos anteriores. Caso contrario, se lo explico brevemente.
Desde hace dos semanas, la película “Intensamente 2” es un fenómeno de popularidad cinematográfica. Riley Andersen es la protagonista, ahora una adolescente que, en una escena, sufre un aterrador ataque de ansiedad. La película es una bella pieza narrativa y es muy didáctica en la manera de comunicar el rol que tienen las emociones en nuestra vida.
El humor sirve para sobrellevar situaciones complicadas, es un recurso para materializar la letanía que cierta canción ranchera ya había cantado: “también de dolor se hacen memes, cuando llorar no se puede” o algo así.
El caso es que las redes sociales se inundaron de imágenes en las que se mostró a Riley en su ataque de ansiedad, previniéndola de todos los males del mundo.
Ese resultó un ejercicio interesante, porque comenzó como algo muy personal, en la que se advertían los males del amor: “espérate a conocer al que no tiene responsabilidad afectiva” y cosas de esas, para al final convertirse en un profundo catalizador de expresiones de sufrimiento nacional: “espérate a que el SAT te quite más de la mitad de tu sueldo” o “espérate a que los ricos del país te digan que estás idiota por no votar como a ellos les conviene”.
La ansiedad de Riley
Riley, en su ataque de ansiedad, ofreció la oportunidad incluso de clasificar el origen de las situaciones que nos causan más daño, lo que, si me permiten ponerme académico, es una gran posibilidad de problematizar la realidad, que es el primer paso para mejorarla.
En el microscopio del sufrimiento del “No, Riley, espérate a…”, un primer grupo de causas del dolor son las relaciones personales, en donde es posible identificar abusos, desigualdades y violencia. Una segunda categoría son las políticas laborales que precarizan los derechos: trabajar mucho para alcanzar cada vez menos satisfactores.
Y por último, la vida en común, amenazada por gobiernos que seducen con discursos atractivos —de izquierda y de derecha— a cambio de violentar minorías, ser incapaces de ofrecer servicios públicos de calidad, garantizar la seguridad o el crecimiento económico sin menoscabo de la naturaleza o de la dignidad de las personas.
Humor y dolor
Curiosa fue la reacción de censurar estas voces de sufrimiento, ridiculizándolas con discursos clasistas. ¿Por qué nos molesta que la gente exprese lo que le duele? ¿Por qué censurar a quien reconoce que el mundo tiene rasgos horribles que habría que cambiar?
Estoy seguro que tras del humor se esconden realidades dolorosas. Reconocer que existen, aprender sus lecciones y realizar los cambios necesarios es el camino para resolverlas. Reprimirlas solo genera problemas más graves. ¿O qué, no vieron la película?
P.D. La próxima semana no estaré en condiciones de escribir este Letrero, nos leemos en quince días. Gracias a Letra Fría y a los lectores por su comprensión.
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