Cada vez que tengo la oportunidad, hablo bien del recuento de votos. Expongo que es preferible disponer de tiempo y recursos para abrir paquetes electorales, contar con cuidado y dar todas las certezas posibles de que ganó quien originalmente ganó o, si no hay claridad, que se proceda conforme a derecho.
Hay quien me ha tachado de hipócrita y cita que en este mismo espacio de Letra Fría, donde conté mi experiencia como presidente de casilla, condené a los candidatos que acusaron fraude.
Primero, les respondo que muchas gracias por leerme y, segundo, cito algo que ya había dicho precisamente aquí: de haber trampas, ocurrieron fuera de las casillas, nunca negué esa posibilidad.
El voto por voto
La perspectiva histórica es indispensable para afrontar la vida con mayor criticidad. Resulta que peino canas, y en 2006, siendo reportero de periódicos y de la radio en Autlán, cubrí muy de cerca el proceso electoral que oficialmente significó la primera derrota de López Obrador.
Estuve en el Zócalo de la Ciudad de México cuando comenzaron los plantones en Reforma y escuché cómo cientos de miles de voces resumieron en consigna una necesidad mayúscula: “Voto por voto, casilla por casilla”.
La diferencia entre López Obrador y Felipe Calderón fue ridículamente pobre, no llegó a un punto porcentual, había procedimientos y posibilidades, lo que no hubo fue voluntad política. La presidencia de la república, autoridades electorales, medios de comunicación y empresarios tacharon a quien pidió el recuento como traidores a la democracia.
El resultado, visto a la distancia, fue nefasto: Calderón intentó recuperar por las armas la legitimidad que no consiguió en las urnas, y la “guerra contra el narcotráfico” sigue cobrando víctimas, aún no termina de derramar sangre.
México y Jalisco
Aplaudí la congruencia de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, al avalar una iniciativa de Xóchitl Gálvez que al final no prosperó, para impugnar la elección y pedir recuentos. Lo que hubiéramos dado por escuchar a Luis Carlos Ugalde o a Vicente Fox con esa actitud.
La misma postura la tuvo López Obrador al sugerir que se recontaran los votos en Jalisco, y el gobernador Enrique Alfaro, y mucha gente a su alrededor se sumaron a la propuesta. Qué bueno, aprendimos la lección.
Si la candidata de Morena a la gubernatura cumple el procedimiento y logra que se recuenten los votos, quien triunfe no solo ganará la elección, sino también una legitimidad sin grietas, que se traducirá en un capital político sólido para gobernar con menos distracciones. Y es el mismo escenario en Autlán, donde la impugnación fue de MC, o en Guadalajara o en Cihuatlán.
Son procedimientos que la ley contempla, y están en su derecho de usarlos. Qué bueno que lo hagan, aunque el resultado original sea muchísimo más amplio que aquel 0.56% que se regateó en 2006.
Ahora le toca al Tribunal Electoral decidir si hay condiciones para dudar de los resultados, que, permítanme insistir: de haber ocurrido trampas, no fueron dentro de las casillas donde ciudadanos pusimos el cuerpo para cuidar la democracia. Pedir el recuento por las vías legales también fortalece esa democracia.