No sé qué vaya a ocurrir, pero estoy nervioso. La frase tiene su origen en un show de televisión estadounidense, y ayuda para expresar lo que ocurrirá el día en que se publique esta columna sobre el vecino del norte.
Este martes se celebran en Estados Unidos las elecciones presidenciales, que significarán dos opciones posibles: el regreso del republicano Donald Trump o la investidura de la primera mujer como presidenta de lo que aún es una de las naciones más poderosas del mundo.
Y no sé qué vaya a ocurrir, pero estoy nervioso, porque lo que se decida en ese escenario tendrá fuertes impactos en el Mercado Juárez de Autlán, en el de La Huerta, y en todo México.
En realidad, no solo en el mercado; la vida de las comunidades mexicanas estará influida por una de las elecciones más peculiares en la historia de la democracia. Trump busca su segundo mandato. Se fue del primero mientras sus seguidores tomaban el Capitolio en lo que parecía un intento de golpe de estado.
Ha pasado los últimos años entre tribunales que lo han encontrado culpable de cometer delitos, lo que en nada ha mellado su popularidad. Sobrevivió a un atentado y parecía cabalgar en caballo de hacienda hacia el triunfo… hasta que llegó Kamala.
Biden por Kamala
El presidente Joe Biden tuvo que bajarse de la contienda porque su estado de salud no convencía a nadie de su capacidad para gobernar. Entonces llegó Kamala Harris, quien en pocas jornadas puso la balanza más pareja, emocionando, creando alianzas, señalando las debilidades y excesos de los republicanos.
Hay encuestas que favorecen a uno y a otro. En realidad, es difícil saber quién ganará. Pero, pase lo que pase, me pone nervioso.
Ni Harris ni los demócratas han sido particularmente amables con México. Justo en este momento se vive una tensión producto de la detención de capos históricos y de las reformas al poder judicial. Kamala votó como senadora en contra del Tratado de Libre Comercio, y nadie ha deportado a tantos mexicanos como Obama.
Los impactos
Pero, honestamente, Trump asusta más: es errático, vengativo y ha construido su discurso sobre una guerra comercial, y la postura mexicana de “coordinación sin subordinación”, aunque digna, apunta a que va a necesitar adaptarse, fortalecerse y dar pasos estratégicos para sobrevivir.
En lo local habrá consecuencias, claro, pero tendremos que seguir adelante. El primer paso quizá sea combatir el pesimismo; el segundo, fortalecer las estructuras propias y locales para, desde ahí, poder tender puentes que no nos conviertan en islas.
Es cierto que del otro lado del muro está el mercado más grande del mundo; es cierto que en ese espacio está una de las ciudades donde más se habla el mismo idioma que nosotros; es cierto que distribuidos en ese país viven millones de personas con quienes compartimos gustos, historias y perspectivas. Desde ahí se tendrá que construir.
Nos esperan tiempos complejos, que no podemos ignorar. Lo que ocurra en la Casa Blanca terminará por sentirse en Autlán.