Por: Oscar Cárdenas.
Autlán de Navarro, Jalisco. 03 de septiembre de 2019. (LF).- En la columna anterior hablábamos sobre el calentamiento global y discutíamos sobre la prácticamente nula participación de los gobiernos del mundo para reducir y revertir este proceso. También hablábamos del ocultamiento de este problema emprendido por agencias gubernamentales, sobre todo en los Estados Unidos, regido por un gobierno mayoritariamente republicano y encabezado por un presidente que se ha destacado por disminuir el financiamiento para entidades y organismos dedicados al cuidado y preservación del medio ambiente, y en general de todos los organismos gubernamentales relacionados en una forma u otra con la ciencia.
Desafortunadamente en este, como en otros casos en todo el mundo (incluyendo nuestro país), los tomadores de decisiones no entienden ni quieren apoyarse en los resultados de la investigación científica, ya que atienden únicamente a compromisos económicos o tienen un desconocimiento muy grande sobre la situación actual, por lo que no le prestan la atención debida a los cambios que se generan en el planeta sin importar si esto tiene alguna consecuencia sobre nuestro entorno y sus habitantes.
A pesar de esto, se han desarrollado varios esfuerzos para mitigar el calentamiento global, incluyendo el desarrollo de tecnologías, la utilización de mecanismos económicos y el establecimiento de tratados internacionales. El objetivo final de estos esfuerzos es reducir la cantidad de gases de invernadero que son liberados a la atmosfera, recordando que estos gases (bióxido de carbono principalmente) son los causantes principales del aumento de la temperatura en nuestro planeta.
El desarrollo de tecnologías para reducir el calentamiento global involucra la generación de medios más eficientes de transporte, que utilicen menos combustibles fósiles y más fuentes alternativas de producción de energía, por ejemplo, la generación de electricidad a partir de la energía solar y el viento. Se ha hablado inclusive de ampliar la oferta de energía nuclear a través de la construcción de más centrales nucleares, pero esta solución tiene otras consecuencias ambientales también.
Los mecanismos económicos incluyen, por ejemplo, el mal llamado “mercado de carbono”, que consiste en la compra y venta de “bonos de emisión de carbono”. Es decir, a través de acuerdos nacionales o internacionales, se fijan ciertas cuotas de emisión de bióxido de carbono, en el cual un estado o un país se compromete a no sobrepasar un límite establecido de un número determinado de toneladas de carbono emitidas a la atmosfera por año. Si este estado o país no llega al límite, entonces puede “vender” ese excedente a otro estado o país que se sobrepasó en sus emisiones, de tal manera que “cumpla” con las cuotas establecidas. Obviamente estas medidas no son las mejores porque no se reduce en sí la cantidad de carbono emitida a la atmosfera, sino que se redistribuye entre aquellos que suscribieron el acuerdo.
Finalmente, también existen los convenios y tratados internacionales que buscan reducir la emisión de gases de invernadero a la atmosfera. De hecho, en el seno de la Organización de las Naciones Unidad (ONU) se desarrolló el Marco para la Convención sobre el Cambio Climático (The United Nations Framework Convention on Climate Change), bajo el cual los gobiernos suscritos se comprometen a:
- Reunir y compartir información sobre la emisión de gases de invernadero, políticas nacionales al respecto y mejores prácticas para su reducción.
- Lanzar estrategias a nivel nacional para atender la emisión de gases de invernadero y para adaptarse a los impactos esperados.
- Cooperar con otros países para prepararse para los impactos que traerá consigo el calentamiento global.
Aunque estos esfuerzos son de aplaudirse, los resultados no reducirán la cantidad de gases de invernadero que existen actualmente en la atmosfera, sino que buscan llegar a una emisión de gases muy similar a los niveles de emisión de la década de los noventas del siglo pasado. En este sentido, quizá una de las mejores estrategias sea el reducir la deforestación y permitir el crecimiento de bosques en aquellas áreas donde han desaparecido. Dado que los árboles y muchas especies de plantas capturan carbono y lo incorporan en sus tejidos, el aumentar la superficie boscosa en el planeta permitiría “secuestrar” el carbono presente en la atmosfera y reducir así su cantidad en la masa de aire planetario.
Más recientemente se suman a este esfuerzo las redes avanzadas de cómputo, que buscan generar estrategias para lograr una mejor comunicación entre las y los investigadores que desarrollan proyectos relacionados con el estudio y la mitigación del cambio climático. Un caso concreto es el proyecto liderado por RedCLARA titulado “Colaboración Científica en la Región de América Latina, Estados Unidos y Canadá”, que tiene como objetivo identificar sinergias y oportunidades de colaboración entre los investigadores de la región que trabajen en áreas enfocadas en los objetivos de la ONU 2030.
RedCLARA (Red de Cooperación Latino Americana de Redes Avanzadas) (Figura 1) ha avanzado en la identificación y contacto de algunos de los investigadores con más experiencia en la región a través de dos Webinars, en los que se tuvo participación de 18 investigadores de 9 países de Latinoamérica y Estados Unidos. En estos Webinars se identificaron varias de las necesidades y requerimientos que tienen los investigadores en colaboración científica, y en el marco de la conferencia TICAL (Tecnologías de la Información y la Comunicación en América Latina, a desarrollarse del 1 al 4 de septiembre de 2019), se llevará a cabo una reunión presencial con investigadores interesados en las temáticas del cambio climático. En esta sesión se establecerá un plan de trabajo a seguir de acuerdo a las necesidades y requerimientos identificados.
Figura 1. Topología (estructura) de la Red CLARA. Imagen obtenida del sitio https://www.redclara.net/index.php/es/red/redclara/topologia-actual-de-la-red.
¡Saludos y nos leemos en la próxima!