Por Oscar Cárdenas Hernández | A ciencia cierta
Autlán de Navarro, Jalisco. 06 de octubre de 2022. (Letra Fría).- Nos encontramos en plena temporada de huracanes y acabamos de tener la influencia de uno de ellos, el huracán “Orlene” que alcanzó la Categoría IV en la escala Saffir-Simpson y se ubicaba en las Costas del Pacífico al momento de escribir esta columna.
Pero… ¿Qué son los huracanes? Los huracanes son tormentas tropicales en forma de espiral, que tienen vientos que pueden alcanzar velocidades superiores a los 200 kilómetros por hora y pueden descargar hasta 9 billones de litros de agua de lluvia en un solo día. Estas tormentas se conocen como Ciclones en el Océano Índico y la Bahía de Bengala (en la India), y como Tifones en la parte occidental del Océano Pacífico. La palabra huracán proviene de la palabra maya Hurakan, que significa “corazón del cielo” y está relacionada con “el más grande de los dioses”, es decir, la tormenta. Se asocian dos dioses menores, el del trueno llamado “Caculha-Hurakan y el relámpago “Chipa-Cakulha”.
Los huracanes comienzan como depresiones tropicales en agua oceánicas cálidas con una temperatura superficial igual o superior a 26.5 grados Centígrados. Los huracanes o ciclones tropicales (como se les conoce técnicamente), se forman en zonas cercanas al ecuador, donde se generan las condiciones de temperatura, humedad y presión que les brindan energía de la cual se alimentan mientras se desarrollan (Figura 1).
Cuando se forma un huracán, el aire cálido y húmedo de la superficie se eleva porque es menos “pesado” que el aire frío de las capas superiores de la atmosfera. Al subir, este aire deja un “vacío”, que es ocupado por el aire frío que se encuentra encima, el que se calienta al llegar a la superficie y vuelve a subir. Al hacerlo se genera un efecto giratorio, que se mantiene en tanto la superficie oceánica mantenga una temperatura alta. Cuando el aire sube, la humedad que contiene se condensa y forma nubes, al mismo tiempo que todo el sistema se mantiene girando (Figura 2).
Al girar cada vez más rápido, en el sistema de tormenta se forma un espacio en el centro que se denomina “ojo del huracán”, en el cual se mantiene una presión de aire muy baja, por el que desciende el aire de presión alta hacia la superficie del océano, manteniendo a todo el sistema en movimiento. A mayor temperatura en la superficie del océano, mayor la intensidad que puede alcanzar un huracán.
Antes de alcanzar la categoría de huracán, los ciclones tropicales atraviesan por dos etapas iniciales. La primera es la etapa “Depresión Tropical”, que consiste en un sistema organizado de nubes y tormentas eléctricas con una circulación cerrada y definida. La velocidad del viento en esta etapa alcanza los 62 kilómetros por hora.
La segunda etapa es la “Tormenta Tropical”, que también consiste en un sistema organizado con fuertes tormentas eléctricas con una circulación bien definida que muestra ya una forma ciclónica distintiva. Los vientos pueden alcanzar una velocidad de 63 hasta 117 kilómetros por hora (Figura 3).
Una vez que los vientos de la tormenta tropical superan los 117 kilómetros por hora, ésta ya puede considerarse como un huracán. La intensidad de un huracán se mide de acuerdo con la velocidad de sus vientos y siguiendo la “Escala de Huracanes de Saffir-Simpson”, desarrollada en 1969 por Herbert Saffir y Bob Simpson. Esta escala está dividida en 5 categorías basadas en la velocidad del viento y los posibles daños ocasionados. Sin embargo, no toma en cuenta los daños ocasionados por la cantidad de precipitación (lluvia) ni la situación particular del lugar afectado. Los niveles o categorías incluyen:
- Categoría I. La velocidad del viento va de los 117 a los 153 kilómetros por hora. El oleaje puede alcanzar de 1.2 a 1.5 metros de altura. El daño en tierra es mínimo, puede haber inundaciones en zonas costeras.
- Categoría II. La velocidad del viento va de los 154 a los 177 kilómetros por hora. El oleaje puede alcanzar alturas de 1.8 a 2.4 metros de altura. El daño en tierra es moderado, con posibles afectaciones a edificios y puertos.
- Categoría III. La velocidad del viento va de los 178 a los 209 kilómetros por hora. El oleaje puede alcanzar alturas de 2.7 a 3.6 metros de altura. El daño en tierra es extenso, incluyendo posibles inundaciones en terrenos interiores.
- Categoría IV. La velocidad del viento va de los 210 a los 249 kilómetros por hora. El oleaje puede alcanzar alturas de 3.9 a 5.4 metros de altura. El daño en tierra es extremo, con inundaciones en terrenos interiores.
- Categoría V. La velocidad del viento supera los 250 kilómetros por hora. El daño en tierra es catastrófico y la altura del oleaje supera los 6 metros de altura.
Como se mencionó anteriormente, los huracanes toman su energía de la superficie del mar en las zonas ecuatoriales del planeta. A mayor temperatura, mayor intensidad del huracán. En este sentido, el aumento en la temperatura de la superficie del planeta debido al proceso de calentamiento global puede traer consecuencias catastróficas para todos aquellos países que se encuentran en la ruta de los huracanes. Un ejemplo es el huracán Katrina, considerado uno de los más destructivos y que en el año 2005 causó más de 1,800 muertes directa e indirectamente y generó daños por una cantidad superior a los 100 mil millones de dólares en los Estados Unidos.
En un contexto de calentamiento global, se espera que se produzcan cada año huracanes, ciclones y tifones de mayor intensidad. Es decir, más huracanes en las categorías superiores de la escala Saffir-Simpson estarían llegando a tierra cada año, con las consiguientes consecuencias sociales y económicas para los países afectados.
¡Nos leemos en la próxima!
MV