Agenda Ciudadana|La violencia ante el espejo

Por: David Chávez Camacho

Autlán de Navarro, Jalisco. 02 de septiembre de 2019. (Letra Fría).-El INEGI es, además que fuente de información, algo parecido a un pozo de subjetividades que se dan por hecho, por realidad, en la opinión pública. Tal pareciera al saber de sus “Indicadores de Bienestar Auto Reportado” que “revelan” ” un promedio de 8.3 entre cada diez mexicanos como optimistas, libres de decidir su vida y satisfechos consigo.

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Lo impúdicamente contradictorio y chocante es otro índice que ofrece el mismo INEGI, al mismo tiempo. El de que siete de cada diez mexicanos sentimos vivir en inseguridad pública. La felicidad, vista así, se parece mucho al criterio de Emilio Azcárraga Milmo, quien dijera hace décadas que la televisión era (o es)  para “los jodidos” y, como tal, debía ser mero entretenimiento. La mayoría de los productores de radio y televisión aún comparten tal criterio, al afirmar que se da al público lo que éste demanda, shows mediocres, lo que incluye a los noticiarios, hoy acompañados de “influencers” por redes sociales.

Con tal medición de “felicidad” y optimismo que contrasta con la sensación de inseguridad, la información supuestamente sustentada en encuestas con métodos dizque científicos, y la opinión pública, se convierten también en un show para “los jodidos” o para “el infelizaje”, como gustan denominar a la población precarizada los funcionarios encumbrados en la burocracia.

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Pero, ¿podría ser que seamos violentos y felices al mismo tiempo? Si las mexicanas y los mexicanos nos sentimos optimistas, libres de decidir nuestra vidas y satisfechos con nosotros mismos, mientras el gobierno federal  nos informa del hallazgo de 3 mil 24 fosas clandestinas, de 2006 a la fecha, en las que se ha hallado 4 mil 874 cadáveres, ha de ser que somos un pueblo sadomasoquista. A tales cifras de fosas clandestinas, hay que agregar 40 mil desaparecidos y 26 mil cadáveres sin identificar.

Quizá así sea, quizá sí somos un pueblo sadomasoquista, nuestra historia tiene datos que pudieran apuntar hacia ello. Ya se sabe que nuestros antepasados eran algo así como unos padres disfuncionales. Civilizaciones mesoamericanas teocráticas, con estratos sociales inamovibles, militaristas e invasoras, que practicaban sacrificios humanos. Y conquistadores españoles atroces, también teocráticos, que violaban, torturaban, oprimían, excluían y practicaban el genocidio.

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¿Por qué habría de ser extraño que una sociedad devenida de aquel pasado tan presente registre hoy cárteles criminales, decapitaciones, ejecuciones y cuanto vemos a diario? Los mexicanos tenemos mucho qué revisar, limpiar, exorcizar de nuestro interior. La violencia que vivimos y sufrimos, es una violencia frente al espejo.

Tal vez haga falta otra encuesta del INEGI, que pregunte: ¿quiere usted cambiar?

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