Por: Rodolfo González Figueroa
Autlán de Navarro, Jalisco 04 de marzo de 2022. (Letra Fría) El mundo y su historia antropológica ha estado compuesta siempre por dicotomías, bifurcaciones, separos constantes e incesantes. La luz y la oscuridad, el bien y el mal. El miedo y la libertad. Dios omnipotente o el Big Bang. Ciencia o religión. Teoría y práctica. Discurso y hechos. Razón y corazón. Fraccionamientos cuasiperpétuos que nos han fraccionado, dividido. Conceptos para el divorcio de una cosa y otra, sin embargo, pese que las dicotomías parecen ser aislamientos de un objeto y otro, de una idea y otra, de un concepto y otro, en el fondo son equivalentes y, en suma, son el equilibrio y pueden ser complementarios.
Todo lo que es contrario en el fondo es parecido pues para que uno exista se necesita del otro. Sin oscuridad no hay luz. Sin bien no hay mal. ¿Sin el génesis de que sirve la teoría evolutiva? Parece ser necesario que haya un antagónico para que tenga mayor sentido el argumento opuesto que sin duda complementa a el otro. No todo fundamento es completo y acabado; ¡que aburrido ser purísta de la ciencia y la teoría evolutiva sin ponerle mágia y misticísmo religioso a nuestros argumentos! Y, también, al contrario, qué somero sería ser un fundamentalista devoto del “hágase la luz y la luz se hizo” sin ponerle algo de cuestionamiento científico a esa historia.
Lo antagónico es complemento, aprendizaje, crecimiento epistemológico. El desafío es hacer que ese antagonismo implantando para la división, sirva de puente y complementación. Es lindo ser constantes aprendices y entender los orígenes del mundo desde la concepción cultural originaria Wixárica por ejemplo y complementarlo con el Popul Vuh. Después escuchar la bella historia de la creación del mundo de los Inuit en el Norte de América y complementarla con las narrativas budistas. Gran viaje.
Y como las ideas son meramente construcciones sociales generalmente impuestas por un sistema de creencias y, rara vez, creadas por uno mismo, es bueno escucharnos, sumergirnos en el entendimiento ajeno para salir bañado de la otra concepción que nos complementa e integraliza.
Así, desde la forma de construir el conocimiento propio de cada individuo en nuestros grupos de chamba, estudio o cotorreo existen personas católicas, ateas, desespiritualizadas, espirituales, yoguis, valemadristas y terraplanistas, mujeres abnegadas que repiten que “lo que el marido macho diga es verdad absoluta”, pero también feministas empoderadas que sentencia que la verdad está en la vagina que nos parió. Ops, ¡irrefutable!
Lo rico de la sociedad es la diversidad epistemológica y es lo que debemos aprender a defender, que cada quién sentipiense como quiera, pero sin imposiciones ni violencias.
En un mismo lugar, hay mujeres campesinas que trabajan produciendo sus alimentos. Una no da un paso si Dios no quiere, porque él hizo el mundo en siete días y nos está vigilando para castigarnos en el mínimo acto de desobediencia que cometamos. Pero también está una compañera, que a veces se une a marchas de mujeres y grita (a propósito del 8M); “saquen su doctrina de nuestra vagina, saquen sus rosarios de nuestros ovarios” y luego sube a su historia del “feis” un clítoris que asemeja a la Virgen de Guadalupe.
Parecen demasiado antagónicas esas dos mujeres y suenan incompatibles. Sin embargo, en el huerto trabajan juntas y colaboran. Platican del acontecer en el pueblo y lo que no tiene una lo tiene la otra. Una es observadora, mira cada detalle, se asusta a veces con los insectos y arañas en el huerto, pero siempre está descubriendo detalles y cuando los descubre grita: – “ay Dios mío” o, “-Jesús bendito”. La otra es muy fuerte, es atlética pues y tiene mucha fuerza física pero no ve lo que la otra contempla, por ejemplo; las interacciones entre insectos y plantas. Una le enseña a la otra y la otra le ayuda a escardar o cargar bultos.
Hay una tercera, que asevera que el principio de todo fue la agricultura y antes de eso la recolección gracias a ellas, las mujeres, y que entonces es gracias a las plantas y las mujeres que la humanidad fue posible. Todas son super compatibles y funcionales en el huerto, cuando sus ideas y creencias parecieran antagónicas. El huerto unifica, humaniza, compatibiliza las diferencias que parecieran opuestas.
O quién sabe, es raro. Lo bueno de la vida es saber darse el gusto por disfrutar del aprendizaje constante.
¿Quiénes somos nosotros y ellas para juzgar este mundo y nuestra existencia en él? Estamos en medio (¿o en la orilla?) de millones de galaxias. En una de ellas estamos nosotros entre millones de estrellas como el sol. El sol es infinitamente más grande que nuestro planeta y, nuestro planeta, es tan grande que no nos alcanzará la vida terrenal para conocerlo todo.
Disfrutemos de las diferencias y concepciones “antagónicas” entre unos y otros y entre otras y unos.
El origen del mundo es el que a cada cultura, sociedad, ente o gente le acomode. Tiempo quisiera tener yo para escuchar todas las narraciones de tanta gente y sus culturas y terminar super nutrido de mitos fundadores, filosofías y cosmovisiones.
Vi la cara de Matín, uno de los pocos hombres integrante del Huerto cuando hablábamos y reflexionábamos en colectivo de ¿y tú como crees que se originó el mundo? Fruncía el ceño.
Entonces le pregunté, ¿qué pasa, en que piensas mi buen Martín?
Y me responde “elocuentemente”; ¡-no tengo tiempo para hablar de chingaderas, hay que acabar de limpiar el zacatero vale!