El concepto de soberanía alimentaria no es un concepto que se define teóricamente, si lo que queremos definir así, estamos perdidos. El término no proviene de academia, proviene de organizaciones de base.
Puesto que es una propuesta de cambio de paradigma a punta más a una no definición y, en cambio, incita a la provocación, a la convivencia, a la organización, la autonomía y la autogestión. En el caso de la gente campesina, las mujeres hortelanas, las familias agricultoras significa decidir qué comer, qué sembrar, cómo manejar sus cultivos, decidir qué tipo de agricultura hacer, cuando y con qué.
El término es puramente libertario y es paralelo a la libertad que, el consumidor desde su soberana decisión, elije la agricultura que quiere apoyar con su alimentación.
La soberanía alimentaria hasta antes de la revolución verde (-escenarios grises) se ejercía culturalmente en las sociedades campesinas, la cual, comienza a promoverse por los años ochenta en nuestra región, justo cuando la escuela de agricultura, donde ahora es el CUCSUR, inicia la promoción de los paquetes tecnológicos.
Sí, la universidad llegó reproduciendo (y aún) la colonización de los saberes campesinos. En aquellos años esos agrónomos egresados replicaban cual mercader la oferta de insumos externos a las familias campesinas para que “mejoraran” su producción.
Enfoque monocultural
En aras del máximo rendimiento se impuso un enfoque monocultural que originó la contaminación de suelos, subsuelos, cielos, salud social y hoy aún continúa erosionando la genética nativa, los saberes locales e imponiendo epistemologías eurocéntricas.
Así, progresivamente, se fue socavando a la diversa manera de hacer agriculturas. Y, al igual que la esterilización de suelos que esta agricultura originó, también se fueron esterilizando las sabidurías, el sentido común, las percepciones.
Se cambió lo salvaje por lo yermo. Se eliminó la asociación y, en cambio, se implantó la especialización. Agricultura militar del control total. Cual soldados formados estrictamente vemos ahora los cultivos y la palabra “control” y “seguridad” son las favoritas de los comandantes agrícolas. Algo así como la cárcel, pero de monocultivos.
Incluso hasta propuestas tenemos de colocar cámaras de videovigilancia en parcelas. Y ni hablemos de la digitalización o de la insostenible agricultura 4.0. En tiempos aciagos, donde urge rehumanizar, nos estamos robotizando.
Mujeres y soberanía
Suena entonces, distante, retomar la práctica de la soberanía porque alude a la emancipación. Décadas de un avasallamiento pedagógico doctrinario han logrado amasar masivas racionalidades rígidas, han militarizado las mentes que ahora se jactan de profesionales y, en ese desfase, se va despreciando lo esencial, lo sutil, las reminiscencias cognitivas, el saber prístino que se manifiesta, por ejemplo, en un pequeño huerto diverso y entretejido, imbricado, urdimbre vegetal donde una mujer indígena migrante hace una agricultura muy otra lejos, lejísimos de la idea productivista, apartada de conceptos capitalistas como control, seguridad, producción o mercado.
¿Y qué tienen en común, por ejemplo, muchas de las mujeres y familias que hacen soberanía alimentaria en pequeños huertos, conservan, transportan, reproducen y comparten sus semillas nativas libremente? Pues eso, que no son agrónomas ni universitarias. Son soberanas.
Y tienen un legado cultural riquísimo que, aún sin teorías ni bibliografías, hacen herencia y transferencia del conocimiento a las nuevas generaciones de manera más eficaz incluso que la educación bancaria universitaria.
Hacer Milpa
La agricultura original, manifestada en Milpa diversa ha nacido con la humanidad y fue y es interdependiente coevolucionando juntas. La sociedad hizo a la Milpa para que la Milpa haga a la sociedad.
Vivimos tiempos extraños. Virginia, me decía que, antes de que su hijo hiciera una carrera profesional ella quería que hiciera una Milpa. Sin duda, una idea bastante disruptiva y genial. ¡Niños que hagan Milpa antes que una carrera!
Me atrevo a aseverarlo, pero, sin duda, serían mejores personas y, de paso, habría mejor alimentación y mejor aún, tendríamos a más personas Milperas y menos profesionales. ¡Soberana propuesta transgresora!