A los trece años se trasladó a vivir Guadalajara junto con el resto de sus cinco hermanos mientras sus padres continuaron en Nayarit. La entrada a la adolescencia y luego a la juventud lejos del terruño le significó un remolino de emociones.
Mi casa, mi hogar. El lugar donde me sentía seguro, acompañado. El sitio de las más disímbolas aventuras, los más estrambóticos juegos y los más intrépidos sucesos. Mi imaginación era la frontera y las paredes, el techo, la escalera, el patio y