Cuautitlán de García Barragán, Jalisco.- A sus 97 años de edad, para Andrés Hernández Díaz, Cuzalapa es vida, igual que su cafetal, al que asiste prácticamente todos los días, salvo que tenga algún otro compromiso que se lo impida, sin duda tiene muchos años, pero también un gran espíritu que se percibe en su mirada y sonrisa.
En la comunidad de Cuzalapa, cerca de la calle principal, bajo la sombra de árboles de pingüica y de uva de árbol está la casa de don Andrés que desde hace aproximadamente 10 años -después de volver de Estados Unidos- decidió que iba a destinar una parte de su terreno para hacer un cafetal bajo sombra.
Ahí, en su terreno tiene una casita y antes ese espacio lo destinaba para tener sus animales y sus bestias que usaba para trabajar, porque antes sembraba maíz, pero ahora que está viejo dice, ya solo se dedica al cafetal.
Un día normal en la vida de don Andrés

Un día normal en la vida de don Andrés se prepara para salir entre 8 y 9 de la mañana, pasa todo el día trabajando en el cafetal y vuelva cuando cae la tarde, alrededor de las 7 de la tarde.
Agarra sus cosas y se va para el cafetal, lo siguen dos perros que siempre están con él y lo protegen hasta de su esposa, doña Chuy Navarro García, que también suele ir con él a trabajar al cafetal.
Para don Andrés, el trabajo en el cafetal “no da lata”, ni es batalloso, sólo se trata de poner el lienzo para cercarlo, mantenerlo limpio y cortarle las partes “aviejadas” a las plantas para hacerlo nuevo, que le queden los puros retoños, además de cosechar, que lo hace entre noviembre y marzo de cada año.
Aunque nunca antes había sembrado café no le ha costado mantenerlo. Su cosecha es parte del insumo que recibe el colectivo de mujeres Color de la Tierra en la Casa del Café -que este año cumplieron diez años de realizar el Festival del Café de Cuzalapa- y eso le sirve como ayuda a don Andrés.
97 años de VIDA

La voz y las arrugas de su piel no mienten, el tiempo ha transcurrido, pero don Andrés está fuerte, alegre y vivo.
Su cafetal está en un predio de media hectárea, ese terreno lo vio muy sombroso y consideró que era adecuado para hacerlo, fue una buena decisión, tiene alrededor de 200 “matas”, dijo
Las hormiguillas arrieras y los murciélagos son los animales de los que debe cuidar el cafetal.
“Los murciélagos se arriman al árbol y se llevan los granos de café, se van a las barrancas a comérselos y luego allá nace también (café), por ahí largan (las cáscaras) y luego nacen, pero ellos ya se echaron su café”, lo dice entre risas.
Sobre su vida en Estados Unidos, recordó que allá siempre hay mucho trabajo, de jardinero, en construcción, en fábricas; él allá completó una estancia de 20 años y luego volvió a su terruño, Cuzalapa.
¿Cómo le fue don Andrés?, me fui bien porque volví, hice mi casa, compré terrenitos, dijo.
En la tranquilidad que muestra alcanza a distinguirse su gusto por la tierra que lo vio nacer, pero en sus propias palabras compartió qué es lo más le gusta de Cuzalapa y es la vida.
“Lo que me gusta de Cuzalapa, antes trabajaba ahora ya no, pero aquí hay mucha vida, trabajar, sembrar, hay mucha vida aquí”