El reto de conservar uno de los últimos refugios del jaguar en la costa de Jalisco

Por Mongabay Latam | Lado B

Chamela-Cuixmala es un rincón de la costa occidental de México, donde prospera uno de los bosques tropicales secos mejor estudiados del país y uno de los últimos refugios para especies en riesgo como el jaguar.

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La historia de su conservación comienza a finales de la década de los setenta, cuando un multimillonario franco-británico, Sir James Goldsmith, comenzó a comprar tierras en la zona, hasta que reunió alrededor de 9700 hectáreas de selva y humedales, para destinarlas a la conservación.

En 1988, el empresario creó la Fundación Ecológica de Cuixmala, la cual se asoció con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) —que, desde 1971, tiene en el lugar la Estación de Biología Chamela— para impulsar la investigación científica en la zona.

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Esta asociación impulsó la creación de la Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala, decretada así en 1993 por el gobierno federal y cuya extensión es de 13 142 hectáreas.

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El reto de conservar uno de los últimos refugios del jaguar en la costa de Jalisco. Esta área natural protegida tiene una historia singular: desde finales de los setenta, un multimillonario compró terrenos que miran a la costa de Jalisco, para destinarlos a la conservación

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Chamela-Cuixmala es un rincón de la costa occidental de México, donde prospera uno de los bosques tropicales secos mejor estudiados del país y uno de los últimos refugios para especies en riesgo como el jaguar.

La historia de su conservación comienza a finales de la década de los setenta, cuando un multimillonario franco-británico, Sir James Goldsmith, comenzó a comprar tierras en la zona, hasta que reunió alrededor de 9700 hectáreas de selva y humedales, para destinarlas a la conservación.

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En 1988, el empresario creó la Fundación Ecológica de Cuixmala, la cual se asoció con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) —que, desde 1971, tiene en el lugar la Estación de Biología Chamela— para impulsar la investigación científica en la zona.

Esta asociación impulsó la creación de la Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala, decretada así en 1993 por el gobierno federal y cuya extensión es de 13 142 hectáreas.

Con ese decreto se unieron esfuerzos privados y públicos para conservar una región que alberga, además del jaguar (Panthera onca), a otras especies amenazadas como el puma (Puma concolor), los pericos guayaberos (Amazona finschii), las guacamayas verdes (Ara militaris), los cocodrilos de río (Crocodylus acutus) y cuatro variedades de tortuga marina.

En México, además de las 182 áreas naturales protegidas que hay en el país, existen otras 366 que son conocidas como Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación, las cuales son extensiones de terrenos comunitarios o privados cuyos dueños han decidido implementar acciones de protección y conservación del ecosistema y sus especies.

En ese universo, la Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala es la única en donde poco más del 70 por ciento de su territorio es privado (pertenece a un solo dueño) y en el que una fundación, además de financiar buena parte del trabajo científico, tiene una participación preponderante en las decisiones que se toman sobre la reserva.

Álvaro Miranda, coordinador científico de la Fundación Ecológica de Cuximala, defiende el modelo privado que ha permitido la conservación de estas selvas. Sin un impulso de protección desde el sector privado, enfatiza, habría sido difícil contener la devastación ambiental imperante en los alrededores.

En 2006, la UNESCO incluyó al área en la lista de Reservas Mundiales de la Biosfera del programa El Hombre y la Biosfera (MAB). Además, permitió sumó a las islas de la bahía de Chamela al esquema de protección bajo la modalidad de “santuario”, decreto que data del año 2002.

Medio siglo de investigación

La Estación de Biología de Chamela de la UNAM está de aniversario. Este año alcanzó medio siglo de vida. La institución nació de una donación de 1600 hectáreas y duplicó su superficie con nuevas donaciones en 1993. Con el tiempo se fortaleció como un espacio para tesistas e investigadores que generaron un importante acervo de trabajos sobre botánica, zoología y ecología del bosque tropical seco.

Esos trabajos han permitido conocer que en la reserva es posible encontrar 72 especies de mamíferos silvestres, 270 de aves20 de anfibios, 46 de reptiles e innumerables especies de otros grupos de vertebrados e invertebrados.

Además, se ha documentado que el bosque tropical caducifolio es un ecosistema en donde los procesos evolutivos al límite —debido sobre todo a la escasez de agua— han generado las condiciones necesarias para la presencia de especies endémicas: un tercio de los mamíferos, 12 por ciento de las aves, la mitad de los reptiles y anfibios que ahí se encuentran son exclusivos de México.

“Es una región única, con cuatro meses de lluvia al año y ocho meses en que la vegetación parece muerta, porque los árboles tiran las hojas. La gente la ve como terreno con árboles muertos, pero están muy vivos”, explica la bióloga Alicia Castillo, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM campus Morelia, quien realiza su trabajo científico en la estación biológica.

Álvaro Miranda, de la Fundación Ecológica de Cuximala, menciona que en la reserva se han identificado 1200 especies de flora, incluidas varias endémicas, entre ellas árboles ( Sciadodendron excelsumJalropha chamelensisCelanodendron mexicanum), cactus (Penicereus cuixmalensis Opuntia excelsa) y el Agave colimana.

Uno de los proyectos emblemáticos de la reserva es el monitoreo de jaguar y puma. Su importancia ha trascendido con mucho las 13 142 hectáreas del área protegida, para irradiar toda la región occidental del país. El seguimiento hoy también se realiza en las sierras costeras de Jalisco y Nayarit.

Rodrigo Núñez Pérez, responsable del programa de monitoreo en la reserva, explica que aunque la extensión de la reserva es muy pequeña, el lugar funciona como una zona de refugio para los jaguares y pumas. Además, permite la repoblación fuera del área protegida.

“Los grandes felinos, al salir de la reserva, afrontan circunstancias complicadas: los matan por considerarlos una amenaza para el ganado. En ese sentido, hemos avanzado en la comunicación con las comunidades aledañas, para que se sensibilicen de la importancia de conservar a estos depredadores”, explica Núñez.

La bióloga Castillo menciona que si se habla de conservación de grandes felinos, la reserva “es una islita demasiado pequeña: 13 142 hectáreas son nada para especies como jaguares o pumas”. Y es por ello que los investigadores consideran que es necesario y urgente crear corredores biológicos que permitan unir a Chamela-Cuixmala con otras áreas que aún están conservadas. “Necesitaríamos, por lo menos, unas 100 mil hectáreas para mantener la variabilidad genética que les permita (a especies como el jaguar) adaptarse a los cambios y evitar la extinción”, destaca Núñez.

*Letra Fría tiene permiso para compartir este contenido, ambos medios pertenecen a la alianza de medios de la red de periodistas de a pie*

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