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Idas y vueltas | De la niñez…

Los adultos se lamentan y golpean el pecho ante las actitudes de los niños, de los adolescentes. Es causa de asombro y preocupación, se dicen alarmados por “lo mal que se está educando a los niños”, como si ellos no fueran los únicos culpables.

Por: Néstor Daniel Santos Figueroa

El Grullo, Jalisco. 04 de mayo de 2022. (Letra Fría) Parece que los niños son una de las más grandes ironías de la vida humana. Anhelados por muchos, por deseo propio o presión social, las parejas buscan tener hijos. Esos hijos son recibidos con alegría, con regalos, con buenos deseos. Pero esta emoción parece terminar cuando el niño deja de ser un bebé. A los 4 años el niño se convierte en una especie de obstáculo para la vida cotidiana. Y entonces viene el abandono: los niños son dejados al amparo de extraños, o conocidos, con la abuela, con la tía, con la prima, o la guardería, o la ludoteca, o la televisión. La razón, no hay tiempo para hacerse cargo de ellos, pues el trabajo y las ocupaciones son demasiado importantes. La justificación es obvia: hay que trabajar para ganar el dinero necesario para que ese niño tenga casa, comida y educación.

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A lo largo de la historia la preocupación por el qué hacer con los niños ha estado siempre presente. Y esta preocupación generalmente ha ido en el sentido de que a los niños hay que “educarlos” para la vida, para que lleguen a ser adultos de bien y útiles a la sociedad. Para esto se han creado espacios de instrucción y retención. Para un adulto, mientras más tiempo pase el niño en esos espacios le resulta más conveniente, pues así descansa su responsabilidad de ser quien eduque al niño y le permite dedicar más tiempo a su trabajo.

Las autoridades, ante esto, se ven en la necesidad de ser quien proporcione esta “educación”, y la eleva a rangos constitucionales garantizando a los ciudadanos que siempre habrá un lugar en el que el niño sea educado y aprenda los conocimientos necesarios para la vida adulta. Y en el ámbito recreativo, se institucionaliza un día mundial para festejarlo, en el que se le presenta espectáculos y divertimentos, y se les dan regalos. Con esto se cumple la labor necesaria de “ocuparse” de los niños. Poco a poco se crean e institucionalizan actividades con las que se pretende “incluirlos” en la vida de la comunidad. Aunque sean solo simulacros y su voz no tenga validez (recordemos que “infancia” significa “sin voz”) estas actividades sirven como distracción ante el abandono y pasividad con la que son tratados en la misma comunidad.

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Las autoridades tienden a ignorar a los niños. Lo compensan con payasos, magos y globos el “día del niño”. Esporádicamente aparecen proyectos que representan reales oportunidades para el desarrollo de los niños: talleres musicales para formar una orquesta sinfónica infantil y juvenil, y talleres artísticos en general que se convierten en banderas de un proyecto sin proyecto, haciendo un lado su origen formativo, además de carecer de continuidad y proyección. Y los esfuerzos independientes son vistos de lejos y sus solicitudes de apoyo ignoradas.

Los niños necesitan expresarse, los niños tienen una voz, que necesita ser escuchada. Ellos son los primeros en acercarse, en informarse, en opinar, en proponer. La apatía, orgullo y desinterés de los adultos contrasta ante las ganas inmensas de participación que los niños manifiestan en todas y cada una de las actividades que se les proponen. Pero esta apatía y desinterés desafortunadamente se les contagia cuando se les abandona, cuando el adulto responsable del niño se hace a un lado, cuando decide no acompañarlo. El niño aprende de inmediato que es posible abandonar, que es posible hacerse a un lado, y que es posible no participar.

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Debemos también pensar en las razones por las cuales invitamos a nuestros niños a desarrollar actividades artísticas y recreativas. Inscribirlos en la academia de danza, escuela de música, club de lectura, etc., no solo para que tengan “algo que hacer” en la tarde, sino para acompañarlos en un proceso de formación artística que puede llegar a ser su proyecto de vida (aunque muchos padres tienen miedo a esto).

Los adultos se lamentan y golpean el pecho ante las actitudes de los niños, de los adolescentes. Es causa de asombro y preocupación, se dicen alarmados por “lo mal que se está educando a los niños”, como si ellos no fueran los únicos culpables. Siempre hay otros culpables, y nunca se ve la viga en el ojo propio. Citando a Graciela Montes, “La sociedad (…) cuando ve su producto, no atina sino a agarrarse la cabeza escandalizada. Primero provoca el incendio y después sale corriendo a llamar a los bomberos”. Ante cualquier situación real de la niñez de nuestro país y el mundo, para encontrar la respuesta hay que observar a los adultos.

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El desinterés por darles a los niños el real lugar que deben ocupar en la sociedad, por permitirles expresarse, opinar y ser libres solo producirá adolescentes, jóvenes y adultos resentidos, reprimidos y oprimidos, que disfrazarán todo esto con la felicidad social y mediática, en una sociedad estática y ajena a la realidad del mundo. Debemos constituir una comunidad que en su visión de niñez y juventud considere a estos como generadores de cultura; y proponer acciones bajo esta visión, con opciones amplias, respetuosas, considerándolos como las personas inteligentes y sensibles que son.

A las niñas y niños, toda mi complicidad… feliz día.

Nacido en El Grullo, Jalisco. Estudió la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara, además de talleres y diplomados en periodismo, biblioteconomía y gestión cultural. Ha ejercido profesionalmente como docente en las áreas de comunicación, lengua, literatura y humanidades; se ha desempeñado como reportero, articulista y columnista en medios locales y regionales en El Grullo y Autlán; ha participado en la edición y publicación de revistas literarias y culturales en El Grullo. Actualmente es desarrollador de contenidos educativos.
Correo: nestordanielsantos@gmail.com

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