Por: Néstor Daniel Santos Figueroa
El Grullo, Jalisco. 22 de febrero de 2023. (Letra Fría).- En Guadalajara, la escultura “Sincretismo”, ubicada en el camellón de la avenida Federalismo, entre las calles Juan Álvarez y Hospital. La obra formó parte del programa Arte Público del ayuntamiento de la ciudad y tuvo un costo de 5 millones 220 mil pesos. Su autor es el artista Ismael Vargas.
En Villa de Álvarez, Colima, se instaló una réplica de la “Victoria alada”, mejor conocida como el “Ángel de la Independencia”, con motivo del Bicentenario de este suceso histórico. La obra creada con fibra de vidrio tuvo un costo de 266 mil 800 pesos y fue comprada a una empresa privada.
En Autlán, como parte de la rehabilitación de la glorieta que da la bienvenida al municipio, se instaló la escultura de artista local, Hiram Villaseñor, una guitarra monumental que hace referencia a uno de los mejores guitarristas del mundo, originario de Autlán, Carlos Santana. Esta obra de arte fue donada, pero en su instalación trabajaron en total treinta personas y se invirtieron 350 mil pesos en su traslado, en el concreto pulido donde se colocó, en la base metálica de la guitarra y en el montaje de la guitarra a la base.
Los monumentos y esculturas públicas son parte de nuestra identidad y han sido símbolos fundamentales en la formación de la memoria colectiva. Componen una cautivante apropiación del paisaje, aportan un valor turístico para las ciudades y estimulan la imaginación del paseante, local o foráneo. Las grandes ciudades contemporáneas instalaron muchas obras en calles y parques. Allí pueden verse esculturas abstractas, grupos figurativos, señales lumínicas, obras con movimiento, etcétera.
Los monumentos conmemorativos juegan un papel fundamental en la construcción simbólica de un pueblo moderno. La historia política de una sociedad está conformada por las ideas, las imágenes y los símbolos que expresan aquellas representaciones que constituyen la visión pública en la que un pueblo o país reconoce su propia identidad. Por estos y otros motivos, los programas de arte público han sido ampliamente ejecutados, en materia de política urbana, como estrategia de regeneración y promoción de la ciudad.
Una escultura monumental no es una obra de arte cualquiera. Además de su concepción en la mente del artista y la realización de su diseño y bocetos, que puede ser vendido o donado por éste, o bien, ceder a cambio de un premio, también implica su construcción, empezando por definir el material, que debe ser, bronce u otro metal, o bien piedra, cantera, incluso madera; luego se contrata el taller en donde se llevará a cabo y el personal que trabajará en ella; y una vez terminada, se da paso al traslado e instalación de la obra en el lugar que ocupará.
Todo esto tiene un costo difícil de estimar, y cuando se trata de obras de carácter público, se puede prestar a controversias debido a la opacidad en el manejo de los recursos, en la asignación de las obras y, sobre todo, en el costo real de la misma, que regularmente excede de manera escandalosa el costo original. Como ejemplo tenemos los “Arcos del Milenio” en Guadalajara, que costaron alrededor de 60 millones de pesos y ni siquiera están terminados, pues de los seis arcos previstos, sólo se instalaron cuatro.
Es innegable que, para un artista local, ver su obra en un espacio público puede ser motivo de orgullo, al grado de renunciar a una remuneración económica acorde a la trascendencia de la misma y de los méritos artísticos que tenga. Sin embargo, al menos debe tener la certeza de que el resultado final será tal como lo conceptualizó. De ahí que sea necesario que la convocatoria pública tenga bases precisas y claras en este sentido, más allá de un premio y el honor de ver inscrito su nombre en una placa conmemorativa (una obviedad, por cierto), además de garantizar que en su selección se tomaron en cuenta los elementos estéticos que le darán ese valor y el honor de ser parte de la historia.
El arte público no trata sobre los gustos personales, sino de las necesidades de todos, de la felicidad y bienestar de los habitantes de un pueblo. Además de su valor estético, el arte público trae beneficios prácticos a la ciudad, que mejoran de la experiencia urbana, las dinámicas sociales y la economía local. Los monumentos públicos no deben ser tomados a la ligera.
En El Grullo hay pocos monumentos públicos: una estatua de Miguel Hidalgo, varios bustos de personajes ilustres grullenses, una columna a los músicos, un obelisco conmemorativo del centenario municipal grullense, las grullas de las fuentes y una escultura monumental dedicada a la música. A éstas se sumará la escultura dedicada al cooperativismo, elemento fundamental de la identidad grullense. ¿Podemos apostar a que su realización, desde su concepción, estará a la altura de lo que representará?
MV