Este martes, Fabiola Serratos inaugura su espacio «Las voces de todas», en el que vindica los movimientos y las luchas feministas en todo el país, fracturado por el machismo y la desequilibrada estructura social.
Por: Fabiola Serratos
“…Fui libre porque rompí con la culpa y la obediencia con la que fui educada y con aquellos prejuicios también se fueron mis ganas de seguir imposiciones”
Autlán de Navarro, Jalisco. 10 de marzo de 2020. (Letra Fría) Después de una marcha histórica donde quedó claro que el susurro de muchas pueda en conjunto convertirse en un feroz rugido, viene entonces la reflexión y/o el escándalo social. Radicales o no, romper estereotipos y tradicionalismos por violentos o injustos que sean siempre serán vistos como amenazantes de las comodidades sociales, que aunque no sean agradables, es lo que conocemos.
A nadie le gusta que le hagan dudar de su mundo de fantasía; el juicio y las creencias se vuelven tan cómodos que muchos no están dispuestos a cuestionar sus propios privilegios. Quizá es a ellos a quienes más les pesa este tipo de encuentros o manifestaciones. Lo cierto es que el enfoque se pierde entre tantas acusaciones sin fundamento o retrógradas donde los temas de debate son las formas de manifestación, olvidando por completo que la causa de la marcha es visibilizar un problema de gravedad social, no cualquier tipo de violencia sino la que nos ha posicionado como el país más terrible para vivir siendo mujer.
El día de ayer llegaron a mis redes mensajes de felicitaciones y otros más con la leyenda “ustedes no me representan”.
Ninguna me inquietó tanto como aquel mensaje de auxilio en Puebla y la forma en la que diariamente desaparecen niñas; niñas que son convertidas en objeto de consumo, explotación y algunas destinadas a la muerte.
Esta semana me robó el sueño que casos similares llegarán al colectivo que presido, el abuso sexual y violencia en niñas y mujeres había estado condenado al olvido o resignación, cuando prejuicios que el machismo hizo ver como virtudes nos fueron impuestos desde el nacimiento.
La culpa, la vergüenza y la obediencia por mucho tiempo fueron los pilares tormentosos de las mujeres que hoy decidieron romper para salir a exigir su libertad y ser vistas en todo el mundo. 35 mil asistentes en el centro de Guadalajara. Niñas, jóvenes, abuelas todas unidas haciendo historia por las que ya no están y las que no queremos nos falten.
No puede haber marcha atrás; sin darnos cuenta hemos abierto una cloaca repleta de podredumbre, de abusos, de maltratos y que si ahora piden justicia y se han arrebatado el miedo es justamente por aquellas voces que gritan por todas, por esos lazos de sororidad que hemos creado y que nos sostienen la una con la otra.
No estamos dispuestas nunca más a guardar silencio bajo el seudónimo de la discreción o la decencia, no permitiremos se nos acuse de feminazis por buscar la libertad. No volveremos a bajar la cara frente a violadores o machistas. No minimizaremos la violencia.
Lucharemos hasta que se entienda que el machismo no es el hombre en sí sino este desequilibrado, ventajoso y doloroso sistema social.
Seguiremos hasta que la dignidad se nos haga costumbre y la seguridad sea un estilo de vida.
LL/LL
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