Lo que miro desde El Surco | De SuKarne a Nuestra Carne

En su columna de hoy, Rodolfo González desmenuza la problemática del consumo de carne en la región y el deterioro de la ganadería local a causa de las grandes empresas.

Por: Rodolfo González Figueroa

Autlán de Navarro, Jalisco. 22 de noviembre de 2019. (Letra Fría) En el año 2000, según los datos del Rastro Municipal de El Limón, se sacrificaron 186 reses al año. Es decir, .509 reses por día. En el municipio nos comíamos media vaca, becerro o toro al día. Según los testimonios, prácticamente todos los animales sacrificados provenían de las mismas engordas, corrales o agostaderos de la misma localidad.

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Para el 2014 sólo se sacrificaron 105. La cantidad disminuyó drásticamente. En el año 2017 ya sólo ingresaron al rastro 74 animales, y el año pasado osciló en las 70 cabezas. En un lapso de 18 años, o sea, del 2000 al 2018, se sacrificaron 116 reses menos por año, un 63% de disminución de los animales bovinos que ingresan al matadero.

¿Qué está pasando? ¿Por qué esta drástica disminución? ¿Será que el municipio se está haciendo vegetariano? ¿Será que es directamente proporcional el crecimiento de los millenials con la disminución del consumo de carne? ¿Cuándo hubo una campaña anticarne? O más bien, ¿el ingreso económico familiar ya no alcanza para adquirir este alimento? ¿O será que es menos accesible?

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Pues no estuviera mal el hecho de bajarle al consumo de carne y “vegetarianizar” un poquito las dietas de los limonenses pero, lamentablemente, la realidad es otra. La gente sigue siendo carnívora, incluso más que hace 18 años. No sólo ha aumentado la población, también el consumo.

Pero, ¿cómo es posible, si al rastro ingresan cada vez menos animales? ¿Los ganaderos los sacrifican de manera clandestina? Bueno fuera, como al estilo de antes, que cada ganadero gestionara su propio rastro familiar de traspatio para vender la carne a los vecinos, pero no es así.

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La mayor parte de la carne que está entrando a las panzas de la gente no proviene del municipio. Es traída directamente a las casas de las personas en camionetas de ciertas empresas que la distribuyen empaquetada de manera ambulante. La gente consume un producto externo, envasado al vacío sin tener el conocimiento del origen de las engordas y mucho menos del sistema de producción.

Estas camionetas no sólo distribuyen casa por casa. También abastecen a las tienditas y changarros en donde, posteriormente, las personas van y compran su porción de pura, costilla, espinazo, arrachera, etc., congelados desde quién sabe cuántos meses antes.

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Tres problemas:

Uno. Al consumir carnes de fuera, empaquetadas y congeladas, consumimos un producto de menor calidad, con menores porcentajes de nutrientes y proteína. La cría de estos animales seguro que es intensiva, realizada en establos con animales hacinados y engordados con un régimen de suplementos, minerales y fármacos, donde, generalmente, no se realiza un manejo sustentable. Con ello se genera mayor contaminación al medio ambiente.

Dos. ¿Cuánto dinero se va del municipio si del 2000 a la fecha consumimos 116 reses menos por año pero se las compramos a las empresas distribuidoras externas? Si el ganadero local vende su res para el rastro en 12 mil y hasta 20 mil pesos, ¿cuál será el monto que deja de circular localmente si lo multiplicamos por 116? Bueno, pongamos un promedio así de aventón: 15 mil pesos por res da una suma asombrosa de 1 millón 740 mil pesos. Ese dinero se va de nuestro territorio comprando carne externa.

Tres. ¿Y la ganadería local? Por supuesto, en disminución. Cada vez menos ganaderos y menos trabajo para la gente. Recordemos que las reses engordadas por nuestros pequeños ganaderos son más saludables y sustentables, pues pastorean en áreas de menor carga animal y se engordan con forrajes locales. Además, varios de ellos producen con sistemas silvopastoriles.

En La Ciénega, hace 19 años había 4 carnicerías. Ahora hay dos y ya ninguna vende res. Pero la gente sigue haciendo sus carnes asadas.

Paremos el consumo de “Karnes” viejas y de dudosa procedencia y retomemos el consumo de carne local con nuestros carniceros de aquí, que se abastecen de la ganadería interna. Si no le paramos a la “carnivoréz”, al menos dejemos nuestro dinero con la gente local, reactivando con ello la ganadería.

Y también es prudente hacer un llamado a las autoridades correspondientes para regular la entrada de carros vendedores de “Karne” empaquetada y que al mismo tiempo motiven y fomenten el consumo local.

¿Y la carne de puerco? De esa, luego hablamos. Porque en mi comunidad hace 19 años había 6 granjas porcinas familiares, y hoy sólo queda una.

Las políticas económicas siguen favoreciendo la concentración, el acaparamiento y el monopolio. Pero nosotros tenemos, todavía, la libertad de elegir. Y siento que también, todavía podemos elegir lo mejor.

LL/LL                                                                                                                         

*Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la fuente. Se prohíbe su reproducción si es con fines comerciales.

Neocampesino de la nueva masculinidad, Ingeniero en Recursos Naturales y Agropecuarios (IRNA, por el Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara. Maestro en Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sostenible por la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Centro Universitario Agroecología Universidad Cochabamba (AGRUCO,) en Bolivia. Asesor, acompañante y tejedor de procesos agroecológicos desacademizados con perspectiva de género y descolonización epistémica.
Pedagogo popular, amo de casa con paternidad responsable, jornalero, peón de albañil y asistente técnico bioconstructor. Borracho, poeta y loco. Ocioso por el puro placer, intento de deportista. Estudiante de la especialidad en Soberanías Alimentarias y Gestión de Incidencia Local Estratégica. Fracasador constante exitóso en rebeldía.
Correo: rodorganico@hotmail.com

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